domingo, 31 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tiempo de rezos


                                           


Andamos estos días en mi pueblo – que es el tuyo, si quieres – de rezos a la Virgen de Flores. La que “es morena y chiquitita / y pa mí la más bonita”. La que está en el convento y ve cómo, abajo, por la vega se va el río y, por El Hacho asoman los aviones que van a Málaga…A Esa.

Vino – la trajeron de la Sierra de Huelva – de Encinasola para más señas hace ya un montón de años. Tantos, que aún no había terminado el siglo XIV. Estaban enzarzados en guerras. Casi como ahora. Unos contra otros. No tenemos arreglo ni con los Santos y  las Vírgenes por en medio.

Y, porque no es momento de ponernos nostálgicos sí te puedo decir que si algún día das por ir por las tierras de Encinasola llégate hasta Flores, - a mi llevó Fermín Adame - a orillas del Múrtiga. Y la ves y le cuentas.

Y, si te parece, luego cuando vuelvas, regresa por donde las Cumbres. Que son tres. De San Bartolomé, de Enmedio, y Mayores. Desde la lejanía verás recortarse la silueta del castillo de Cumbres Mayores o Altas, que también se las conoció por este nombre. Fue arrabal del campamento romano de Nertobriga.

Dicen los papeles viejos que es del XIII y que se comenzó a construir en 1293 por concesión de rey Sancho IV, “el Bravo” y que no terminaron sus obras hasta el XIV. De lo que queda ya te puedes hacer idea. De lo que queda del castillo; de los papeles, no, que esos están muy bien guardados en los archivos.


Casi al lado del castillo – corona el promontorio – San Miguel, de una sola nave y con extraordinario  - aunque yo no lo he visto porque cuando fui estaba cerrado, pero lo he leído - retablo barroco. Es tierra de dehesas. En todos tiempos está preciosa pero si cuando llega la primavera tienes la suerte de ver cómo se viste su campo… Es buena tierra y, mejor, la gente. ¡Palabrita, del Niño Jesús!

sábado, 30 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El final


                                               

Flota en el aire un no sé qué de melancolía. Decía el Dúo Dinámico que había llegado el final del verano y hablaban de partidas… Dejaba – el verano y tú, digo yo - abierta la puerta para un casi seguro no regreso… Se queda la playa con un hálito de vacío y hasta las gaviotas vuelan de una manera extraña.

 Los que estuvieron en el pueblo (llevamos unos años que la gente quiere mucho a sus abuelos) dejan que los viejos solos encaren los meses que vienen de noches largas y calles solitarias. Se cierran algunas casas; pasará un tiempo sin abrirse las ventanas. No hay risas de niños ni ruidos de trasnochadores…

 Esto – el veraneo, las vacaciones - se acaba. En muchas casas es momento de recogida. Guardamos para el año que viene toallas y bañadores y sillitas plegables y hamacas… y nosotros,  porque el lunes tocan campanas de septiembre, sabemos que la vida sigue. Tiene que seguir.

Ya no es este agosto como aquel donde la felicidad era el roce furtivo de los labios en unos besos en el parque ni ese pellizco del adiós cuando la niña aquella retornaba a la tierra lejana de donde vino y, que estaba tan lejos, tal lejos como está ahora, y había promesas que se rompían cuando el coche había traspuesto la segunda curva de la carretera.

Sigue Venecia sin ti. ¡Qué profunda emoción, que tristeza  sin fin! Lo decía Charles Aznavour y nosotros que, nunca habíamos estado en Venecia, sabíamos que Venecia, efectivamente, era distinta sin ti. Había góndolas por los canales y gondoleros que cantaban…

Hervé Vilard nos dijo que Capri c’est fini… Tampoco habíamos estado nunca en Capri,  ni casi sabíamos dónde estaba aquella isla de amor pero sabíamos que en medio de la mar azul – y si no era en medio fue en la playa donde venían a dar las olas – donde nació un amor de ensueño. ¿Por qué el amor siempre tiene tanto de sueño?


Ya ven algunos se ponen tristes porque viene el regreso. Marie Laforet, Adamo, Raphael… y tantos otros formaron parte, con sus canciones, de aquellos veranos. La melancolía, también, invade a los que no hacemos las maletas.

viernes, 29 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El viejo

                                                           

Caía el sol a pedazos. En una de esas tardes en que Agosto se ha despachado a gusto, sin miseria, desde la Asunción hasta su despedida,  jóvenes bebidos apuraban las últimas gotas en vaso de plástico de la feria que tocaba a fin; José Tomás abriría, un rato después – el no lo sabía, aún – la puerta grande de La  Malagueta y el Málaga era anfitrión de los chicarrones del norte en La Rosaleda

Me viene a la mente aunque han pasado unos días. De hecho no se me había ido: el viejo cruzaba por uno de esos entramados donde un puñado de semáforos regula a los coches que vienen por el lateral, por el otro lateral, de frente, por detrás… de no se sabe dónde, pero que si no existiesen estos artilugios sería imposible, en ocasiones, salvar el pellejo.

El hombre era un viejo bajito y con barba blanca, pelo canoso y sucio. Llevaba muchos días sin afeitarse. Andaba cansino, parsimonioso; arrastraba los pies… La chaqueta le llegaba a medio muslo y el pantalón pregonaba que era de varias tallas superiores; zapatos muy usados…

El hombre con la que estaba cayendo no iba a ninguna parte. Era muy pronto para formar cola en las proximidades de los comedores de Caritas y muy tarde para quien no tiene que ir a ningún sitio y, además, no lo esperaba nadie.

Pensé que el hombre, ese hombre,  pudo  haber tenido  algún día un hogar, y un sillón donde dar la cabeza de la siesta y una mujer e hijos y unas caricias y un balcón por dónde veía pasar muchachas tostadas por el sol playero… Pero, el hombre iba solo. Tremendamente solo. Trágicamente solo.


Habla  la televisión – los sabelotodo de las tertulias – de los síndromes que acogotan a los que vuelven al trabajo. Ya se hacen las maletas. Tiene otro color el agua azul de la playa; la brisa no acaricia cuerpos esculturales que se despiden del sol de la tarde  ni se filtra con dedos sutiles por entre el pelo aclarado con mechas y por el salitre… Pienso en el hombre, el hombre solo y viejo…

jueves, 28 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sueños

                                               

Por mor de la calor o porque las noches son cortas, y uno se va a la cama a horas que, en invierno, ya estaría acurrucado entre sábanas y bajo la manta, o porque ¡vaya usted a saber!, en verano se duerme poco, muy poco. Es el sueño fisiológico. Necesario, preciso… No me refiero a ese sueño.

Escribió Shakespeare de fantasía, amor, magia… Protagonistas Teseo e Hipólita. Lo llamó: “Sueño de una noche de verano”. Mendelssohn, muchos años después, le puso música. Se escuchó por los teatros de media Europa. Tampoco son esos.

No es el canto a la libertad de  “La vida es sueño”. España se debatía, entonces, entre la miseria humana de gobernantes indignos, hampa, guerras y mucha hambre. “Y los sueños, sueños son…” concluía, por boca de Segismundo, Calderón en su decepción. No son esos, no.

Soñamos cuando dormimos. Dicen los sicoanalistas que están  en el subconsciente. Incontrolados; son en blanco y negro. No mandamos en ellos. Pueden ayudar, eso sí,  a entender algunas cosas, pero poco más.

Los sueños, los otros, impulsan la vida desde el  interior y, a veces, vienen cuando “me he tumbado a mirar el sol mientas se ponía…” Marcan la ilusión. Pasan muchas horas; entornados los ojos vemos  realidades etéreas, inexistentes para los ojos de los demás, pero vivas en nosotros.

Soñamos despiertos. ¿Qué sueños encierra, esperando el desguace del tiempo, el barco encallado allí, en el horizonte, entre el mar y el cielo? Pasan los trenes que van a alguna parte; son otros los viajeros. El vuelo de los pájaros anuncia  que viene la noche; buscan un refugio seguro. Sueños…


Sueños en la libertad no condiciona por nada ni nadie. La realidad es otra. Mi amiga Marilina ha colgado la foto de una rosa preciosa. Le ha puesto una leyenda: “no dejes de soñar”. Estoy en ello. Como el poeta me pregunto: “en donde quedaron todos mis sueños / en que parte de mi vida se perdieron…”

miércoles, 27 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El tintineo de las hojas

                                    

Los chopos no dejan de mover sus abanicos de hojas verdes. Están ya la hojas maduras, como quien espera la llegada de otro tiempo. A media tarde,  un tintineo de hojas juega por las cumbres altas de  los árboles y saludan, a modo de brisa fresca, a los que pasan por el camino.

Ese tintineo es el timbre que llama a las puertas del cielo si es que el cielo tiene puertas. Es la música de los chopos  en lo más alto de sus ramas.  El viento de la tarde forma un silbo opaco entre las cañas del río. Se golpean, se lamentan, se acarician entre ellas Se mecen suavemente.

Es  un bamboleo de olas imperceptibles como las que levantan los delfines que suben por el Guadalquivir cuando entran por Sanlúcar. Cabecean y, a medio camino, se arrepienten y vuelven y vuelven.

Hay horas en que se echa el campo. No se mueve nada. No pasa nada. ¿Dónde se meten a esa hora los pájaros? Todo está en calma. Antes, en la hora de la siesta cuando más aprieta el sol, se levantan pequeños tornados. Corren y forman espirales, a modo de conos veloces, alocados. Cruzan el campo. Aparecen y se alejan y hacen bueno aquello de que se van con la velocidad del viento.

En la lejanía zurea una tórtola. No hay  pájaros en las ramas altas de los chopos.  ¿Dónde están los pájaros? Parece que aquí sí se reposa el viento y, en un un movimiento de dedos invisibles,  hace una pasada por todas las teclas y nace una  sinfonía nueva.


Recuerdo los versos del poeta. Los asumo. Los hago míos: “Voy por el viejo camino / donde anida el pensamiento / y a la sombra de los chopos /  repaso amores de niño”. Y, entonces, es cuando se entornan los ojos y afloran los recuerdos, muchos recuerdos, ¡tantos recuerdos…!

martes, 26 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los ojos de Venus

                                 

                                                            A Venus que tiene los ojos negros como un tizón

“Imagínate a Venus con sonrisa de gitana”. Lo cantó Luis Eduardo Aute. Era la España de los años sesenta. Corrían aires de renovación. España pasaba de los grises a los colores de la vida. “Del rosa al amarillo de Summer”; de la “Tía de Tula” de luto riguroso a la España de la luz.

 Nueva música, nueva poesía, nuevos poetas. El Nuevo Mester o los cantautores ofrecían en su arte parte de la respuesta que se  pedía.

Pasa el tiempo; pasamos nosotros. Sabemos cómo pudo ser la sonrisa de Venus pero ¿y sus ojos? ¿cómo serían, sus ojos si acompañaban a tanta belleza…? ¿Ámbar, como el color de las uvas moscateles en las niñas “que por mayo se hacen mujeres”?

¿Verdes?  ¿Serían verdes? ¿Verdes cómo el trigo verde, como la albahaca, como el verde con brillo de faca… que cantaba doña Concha o Miguel de Molina? ¿Serían verdes como el color de los ojos de los toros que soñaba Villalón y alimentaba con margaritas?

 Si Venus era latina pudo, también, tener los ojos negros. “Negros como el tizón”, como el azabache, como la noche donde se busca salida  y, con el paso del tiempo – que también  pasa para los dioses – se volvieron castaños…

Me acuerdo de la bulería: “esta rubia panaera / con el calor del horno / se está volviendo morena”; del “moreno de verde luna”  que Federico García Lorca ponía en la cara de Antoñito el Camborio…
Venus era la diosa de la belleza y del amor para los romanos. De Roma pasó a todo el Imperio;  llegó hasta la Bética. Venus era la equivalente de la Afrodita griega. Venus viajó por el mar de Ulises y traspasó las Columnas de Hércules y se asentó en aquella marisma que sepultó a la Atlántida…


A Venus la llaman, también, el Lucero del Alba. Esta mañana, como siempre, antes apuntar el día estaba allí. En su sitio. Cerca había otro lucero  No sabemos cómo fueron aquellos ojos de Venus. Me quedo con los tres versos finales de Gutierre de Cetina: ¡Ay tormentos rabiosos! /Ojos claro, serenos, / ya que así me miráis, miradme al menos”

lunes, 25 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Fuentarriba


                                

No. No es fiesta. Aunque lo parezca. Si llegas a la Fuentarriba a cualquier hora de la mañana la plaza está abarrotada, pero no es fiesta. Están de cháchara.  Y, si es lunes, ni te cuento.

La Fuentarriba, según la hora, tiene su público.

Temprano, los que trabajan, los madrugadores. Por cierto, lo mejor es que tomes una manzanilla, de El Hacho, claro, en “El Madrugón”. Un chorreón de limón le irá bien. Limpia la resaca de la noche anterior y predispone el cuerpo para aceptar lo que venga. Además, tendrás gratis el periódico verbal del pueblo.

A media mañana no se cabe. Párate a escuchar lo que hablan: del cura, del gobierno, del tiempo.

Al medio día, en otro tiempo, cuando aún tenía taberna Tito Pepe o al bar de Salvador se le llamaba Café Central, se hablaba, - ahora, también – del gobierno, del tiempo o del cura.

La velada es diferente según la estación. Se acude antes o después de la siesta. Cambian los temas y, entonces y ahora - ¿cómo no?- se habla del tiempo, del cura o del gobierno.

La Fuentarriba, aunque te parezca raro, debe su existencia a una guerra y su nombre a la competencia  que, antaño, ejercía con la fuente que había en la Plaza Baja que todavía no se llamaba de “la Despedía”.

Eran fuentes con carisma. Las demás, de segunda. Verás; lo de la guerra – si es que alguna vez las guerras pueden traer algo bueno – fue que había que aprovechar el solar dejado por el Convento – Beaterio de la Concepción – de las monjas.

La gente se agolpa en el cuello de botella que da acceso a la plaza: ¿por el sol?, ¿por los coches? ¿por el gusto de estar apretujados? ¿por todas las cosas a la vez?

En la Fuentarriba, pregunta, si encuentras quien te lo explique, por el “Cristo del Marcelo” y por la calle Encinasola que antes se llamó calle Rosales, por la capilla del Santo Cristo del Portal…


Si entras en El Madrugón, dile a Manolo que vas de mi parte y si vas a donde Salvador (Juani, su dueño, aún no ha creído oportuno  poner el nombre en la puerta. Ya sabes, obra nueva y esas cosas) pídele a Babi, su mujer, que es mi prima, que te haga un arroz; es lo mejor que se hace en el pueblo…

domingo, 24 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Flores

                                                         

La Virgen bajó al pueblo desde el convento, un año más, a las claras del día; el cielo azul apuntaba a día caluroso. Ni nubes, ni viento. Gente, mucha gente y entre todos brotaba eso que se llama fe. Un año más. “Oh, Madre mía de Flores…”

Se echó a andar la comitiva muy temprano. Poco antes, cuando aún la luz no se había hecho con el campo, en el firmamento brillaban, por Oriente, dos luceros. Uno, dicen que es Venus. ¿El otro? Alguien comenta que es un planeta alineado en este agosto por no sabe qué extraño mecanismo de Cosmos. Tampoco, conoce – lo ha leído, pero no recuerda -  su nombre…

Cerca de la Cruz del Humilladero unos olivos ‘arromerados’ se muestran vacíos de frutos. Un poco más allá, conforme arranca el camino que va hacia el Llano de Santa Ana, y por allí al pueblo, se arregla el entuerto: se doblan las ramas. Las aceitunas están espléndidas, piden verdeo y un chaparrón veraniego.

Es ya día abierto cuando llegamos a la Fuente de la Higuera. No están los luceros en el cielo. Bueno, estar sí que están; la luz del sol se ha impuesto. Es otra cosa. Claro. Va la comitiva más ligera que otros años. Hay acompañamiento ¿menos? Puede. Cada año hay menos…

 Cuando llegamos a la ‘rosa de los vientos’ o sea a la Fuente de la Manía hay más gente. Mucha más gente. Toca una banda de música. La comitiva casi  pierde la condición de ‘romeros’ y se convierte en procesión. Ha abierto ya la mañana al día y el pueblo sus calles….


La Virgen estará aquí “hasta el domingo inmediatamente posterior al día de su festividad, el ocho de Septiembre”. Dice el calendario que este año tocará retorno el catorce… Irá y vendrá mucha gente a la parroquia. Dijo el teólogo moderno que “la fe es dar un salto en el vacío”; para muchos, la devoción a la Virgen es el paracaídas para transitar por ese espacio. Naturalmente, yo no soy teólogo.

sábado, 23 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Itálica

                                                

Tan temprano que aún las puertas – metálicas, por cierto – de Itálica estaban cerradas. El miedo a ese calor de agosto en Sevilla y todo lo que conlleva me hizo madrugar. Cuando abrieron los saltadores de agua ponían fresco sobre el césped, sobre los caminos que transitan entre las ruinas, sobre las yedras recortadas.

“Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa”

De Trajano y Adriano a hoy, mucho tiempo. Anterior a los dos emperadores bastante más. Dicen que sobre doscientos años antes de Cristo ‘convivieron’ por el cerro con otros que habitaban una  ciudad turdetana, cerca del Guadalquivir y en tierra fértil, muy fértil.
“Aquí de Cipión la vencedora
colonia fue; por tierra derribado…”
 
Por mor de aquel pronunciamiento en el Senado Romano: “Cartago delenda est” (o sea, Cartado debe ser borrada del mapa, más o menos) Escipión se las andaba por la segunda guerra púnica y no lejos está Ilipa (Alcalá del Río) y victoria sobre los cartagineses y esas cosas.

“…yace el temido honor de la espantosa
muralla, y lastimosa
reliquia es solamente
de su invencible gente”

Hoy, Itálica es un conjunto de ruinas bien conservadas. Un contrasentido, pero no lo es. Tras los expolios de siglos: piedra barata y buena; Itálica ha sobrevivido a otros tiempos y se ofrece como recuerdos (¡qué maravillas de mosaicos!) para los que venimos después.

“Sólo quedan memorias funerales
donde erraron ya sombras de alto ejemplo
este llano fue plaza, allí fue templo;
de todo apenas quedan las señales”.
 
Llegan autobuses con viajeros de rasgos orientales; otros vestidos de manera rara, extravagante, casi con mal gusto. Me pregunto si para ir a visitar algún monumento debe uno vestirse así. Casi todos llevan una máquina digital.
 
Corretean dos niños rubios delante del grupo; un guía habla en inglés pero como Trajano y Adriano no tienen traducción… Los extranjeros –algunos españoles puede que tampoco – no conoce la Oda de Rodrigo Caro. Me quedo con el final:
 
“Goza en las tuyas sus reliquias bellas

para envidia del mundo y sus estrellas”.

viernes, 22 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La luz de la mañana


                                              

Álora, desde el Cerro de Taibilla, a la luz de media mañana, es un pespunte blanco de cal que se derrama y se asoma, como casi sin querer  para ver cómo ha despertado el valle y cómo se va el río camino de la mar.

Cierra el horizonte, recortado en el cielo azul, muy azul, la mole del Monte Redondo con la ‘puerta de la iglesia’ marcada por la erosión en la roca de arenisca; y el puerto que va al otro lado, o sea a la Sierra de Aguas, a Montija, al arroyo de las Cañas y El Hacho.

Sin El Hacho Álora sería otra cosa. El Hacho es Álora como el Pan de Azúcar a Río de Janerio, como el Gurugú a Melilla, como el Monte Igueldo a San Sebastián, como el Tibidabo a Barcelona: todo y parte; esencia y vida…

El castillo – parte del castillo - proa que rompe vientos y tiempos se mantiene en pie. Ha sobrevivido gracias a la muerte. Parece una paradoja; no lo es. Cementerio durante muchos años, encerró recuerdos, vidas, sueños. Sus lienzos hablan de otros tiempos cuando las guerras de los unos contra los otros. Como siempre.

El Cerro del Calvario se ha salvado a duras penas del mal entendido progreso. Su cumbre compite con mastodontes de cemento que llegan todo lo alto que pueden. Se corona con una ermita. Antaño hubo otra. Se la llevo, una noche de tormenta, un rayo. Una nueva – cal, más cal, bendita cal – dice de su presencia.


En medio, a modo de ‘uve’ se apiña el pueblo en la pincelada que se entredeja ver desde la distancia. No es una ‘uve’ de victoria. Es la ‘uve’ de la vida. La vida que bulle que lleva que trae que permite, como en los versos de Juan Ramón, que el pueblo se haga nuevo cada año y, sin embargo, está ahí, desde siempre, como esta mañana de luz con viento del norte y cielo limpio, muy limpio y muy azul.

jueves, 21 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Chapeau, Manolo

Los hay profesionales del pregón, del juego floral o de la biblia en pasta. Cuando llega la Cuaresma no hay cofradía, hermandad o agrupación, que no tenga su pregón: al Cristo, a la Virgen, al guión que bordó no sé qué famoso profesional de la aguja que vive en la esquina de la calle del famosísimo barrio…

La más gorda la he escuchado esta mañana. Programa de cobertura nacional. Una tertulia. Hablan de la gastronomía de un pueblo castellano. Ponderan las excelencias de sus corderos lechales, de sus vinos, de sus restaurantes…

Y va el de marras y dice: “porque a mí me llevaron allí a dar un pregón de no sé qué…” De verdad. No podía creerlo. ¡No sabía qué fue a pregonar! Para mi fuero interno pensé. Éste hijo de… Al igual hasta se lo pagaron, y bien, le regalarían lo mejor que tuviesen y ¿viene con éstas? Convendrá: una falta de respeto.

Afortunadamente las monedas tienen dos caras. Manolo Sarria acaba de anunciar que venía la feria de Málaga. La pregonó al pairo de las brisas que subían del mar de La Malagueta. Una noche de estrellas y luna en menguante, una noche de calor de agosto.

Manolo dividió en pregón en tres partes: el recuerdo emotivo, sentido, directo hacia su amigo Juan – entrañable Dúo Sacapuntas – ; lo que se dice en todo pregón y venía al caso; y, la parte única, excepcional que aporta quien realmente pregona porque lo lleva dentro. En este caso el vocabulario que habla el pueblo de Málaga.


Lo bordó. Dijo lo que la gente quería escuchar, dejó con ganas y, a través de la risa se escaparon los suspiros que encierra el alma. Un disfrute, un gozo. “Quillo, estate aliquindoy der nota der corne que me está dando el barrunto de que se pira sin dehá la morterá”, Chapeau, Manolo.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y, ahora ¿qué?

                                               

Todo comenzó al amanecer de una noche de feria. La Policía encuentra a una chica en la calle; llora; está desorientada. Les dice que la han violado y robado. Se monta el dispositivo. Actúan con celeridad. Cinco hombres – tres adultos y dos menores – detenidos. El escándalo…

Tras las diligencias - análisis de pruebas, audiencia a testigo y visión de imágenes - la Juez los deja en libertad sin cargos (en otras notas de agencia dicen que sí es con cargos hasta que se clarifique el asunto y que todo es provisional). Todo, también, puede ser mentira…o, de ‘otra’ manera. Y, ahora ¿qué? Escribí unas líneas, en aquel momento, cegado como muchos. Dije que esta sociedad ha perdido los papeles. Eso lo mantengo. Ahora, cuando se ven cosas así, más.

La indignación entonces - y ahora - brota dentro;  la prensa larga y larga, la imagen de las personas implicadas, la ciudad o  la feria ¿adónde habrá llegado la mala imagen? Los pescadores que buscan en río revuelto y los profetas…¡ay, los profetas…!

¿Cómo se puede llegar a esto? ¿Dónde está la verdad?  Una vez el daño hecho recoger el agua derramada es imposible. ¿Les digo una cosa? .Acabo de escucharlo en la televisión, no sé qué asociación, todavía, sigue diciendo pamplinas.

O nos paramos y se piensa o esta sociedad está peor que aquella que decían que fue el final del Imperio Romano. Puede que no nos queramos enterar. ¿Estará el fin del Imperio aquí? El comunismo fue un desastre; el capitalismo no ha sido ninguna solución:  iguala en el fiel de la balanza.


¿Qué móviles empujan a seguir adelante? Una juventud sin futuro; un desencanto generalizado; unos salvadores patrios - no importa de qué ideas - que mejor estarían en su casa… Muerte por fanatismos religiosos, avasallamiento de los más débiles. La gente huye del hambre y de la miseria. Me parece que quizá tengamos que huir de nosotros mismos… Estamos rematadamente locos y con los papeles perdidos.

martes, 19 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Moscateles

                                              

La luna cumple su ciclo de ‘luna menguante’. No es ya la luna esplendida y grande que llenaba hace unas noches el cielo. Esa enorme luna que lo roció de una claridad blanquecina, ocultó estrellas y la gente, que buscaba el cumplimiento de los deseos al ver correr a las perseidas, se quedó con las ganas.

La luna de agosto compite con el sol de fuego del día a ver quién es más hábil en dorar las uvas moscateles. Para mí que se lleva el pulso la luna porque las noches que son menos luminosas – como más íntimas – son ya más largas.

Se han acortado los días. Anochece antes; no amanece tan temprano. El primer rocío acaricia los racimos. Espurrea de gotas invisibles el campo. Está  humedecido el pasto y no cruje cuando se pisa como lo hacía antes. Los rebaños apuran los rastrojos; no hay tanta sinfonía de pájaros cuando llega el alba…

Dentro de poco, porque ya piden ordeño, las aceitunas comienzan una ida al verdeo; otras toman destino de almazara: las picadillas, los perdigones, las que dejó pasar el entretejido de la criba. “Y ahora, dice la gente del campo, ellos la vuelven a pasar, pero a nosotros nos la han pagado como destrío”.

Las uvas moscateles de Cómpeta ya se han echado a la calle. Las uvas moscateles son ojos de miel de muchachas quinceñas. Están ahítas de azúcar por dentro…. Venían, antiguamente, en pañiles de madera. Bajaban las quebradas de las tierras de lagares y eran el complemento propio para el ‘ajo blanco’…


Juan Ramón que se las daba a comer a Platero dijo que: “Las avispas orinegras vuelan en torno de la parra cargada de sanos racimos moscateles, y las mariposas que andan confundidas con flores, parece que se renuevan, en una metamorfosis de colorines, al revolar”. Claro, que Juan Ramón era mucho Juan Ramón.

lunes, 18 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Papeles

                                           

Esta sociedad  - parte de esta sociedad – está rematadamente loca. Ha perdido los papeles. Ni sabe a dónde va y ni sabe qué quiere. Verán. Vienen cinco venados y violan y lo graban con un móvil (dos sujetan, uno vigila, otro graba y…) a una muchacha que sale de trabajar en una caseta de la feria de Málaga. ¡Una proeza! Toda una noche de trabajo para que el resto esté de fiesta y, vienen ellos, y se lucen.

Y entre el quinteto, porque eran cinco, pero sin nada de ‘magníficos’, dice el periódico que iban dos menores. Que por lo leído eran muy hombres, ya, ellos. Los cinco o tienen o han tenido madre. Sus madres no tienen la culpa (o a lo peor sí tienen algo que decir, ¡qué sé yo!). ¿Por qué no pensaron antes algo en sus madres?

Hay gente, al parecer, que no va a la feria pensando qué hacer con el mucho o poco material de papel que llevan en la cartera y que llamamos dinero. Y, cuando se funde pues regresar a casa y Santas Pascuas. No. Los hay quienes van con las ideas de estos angelitos. Esta sociedad está más enferma de lo parece.

Pero no queda ahí el temita. Los vomitivos ‘programas’ – a cualquier cosa se le llama programa – de televisión han llevado un día… ¡Vaya día que llevan! Oigan no tiene desperdicio. Puede pulsar lo que usted quiera. Ahí se encuentra, de frente, un incalificable personaje (que sabe de todo más que nadie), da igual el sexo y que está pontificando ¡y de qué manera!


Es obvio que siempre van  a existir ‘artistas’ que tiene que pasar por el especialista. Éstos, además de aplicares la Ley sin tardanza, también; está claro que delito y delincuentes acompañan al ser humano desde que un tal Caín, con las ideas de un cable caído, hizo lo que hizo… pero y la ¿educación? ¿qué hemos hecho mal para que esta sociedad  - parte - esté como parece que está?

domingo, 17 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Acinipo

                                                           

Si sales de Ronda por el Guadalevín te lleva al Guadiaro y, luego, a la Cueva del Gato y a la de la Pileta. En las dos cuevas se puede practicar espeleología de la buena. El hombre primitivo dejó allí sus huellas. Las creencias totémicas afloran a flor de piedra.

El río se aleja de Benaoján por la estación del tren que une Bobadilla con Algeciras. La vía y el río horadan la Sierra de Líbar; es roca caliza. El agua se filtra y se pierde; crece la vegetación mediterránea. Si puedes, dedícale tiempo; lo merece.
                       
Vuelve sobre tus pasos. Pasada la Indiana en la carretera de Ronda a Sevilla  se gira a la derecha. Lleva a Acinipo. La guía de la que me sirvo dice: “se ubica en una gran meseta caliza de origen terciario, con una altitud media de 999 metros, sobre el nivel del mar”. Lo cuenta la guía y yo te digo que el color del campo cambia según qué tiempo: verde, amarillo y oro viejo. El helor corta la cara cuando arrecia el viento en invierno.

Las ruinas se mantienen en pie. Ni los hombres ni el tiempo pudieron con ellas. Estas tierras están pobladas desde el Neolítico. Eran y son fértiles. Un camino unía puntos desde el Valle del Guadalquivir a la costa gaditana. Había parada en Acinipo. Por allí transitaban granos, aceite, vino, mármoles, piedras de construcción, hierro, arcillas para la alfarería... Luego, la cercana Arunda le comió el terreno.

Sentado en la escalinata, si te deja el tiempo, medita en la precisión del dato  ¿por qué 999 metros? ¿Qué fue de aquellos hombres? En el siglo I  levantaron murallas, termas, templos, el propio teatro, que ahora te acoge....

¿Qué actores llevarían  sus mensajes perdidos en el tiempo?  Quizá, el viento como esta misma tarde lo hace en tu cara de viajero acariciaba a los espectadores (pan y espectáculo) de otro tiempo.

Luego, acércate al Peñón de Zaframagón entre las calizas y plantas aromáticas. Es tierra de Cádiz. En el Peñón se refugia la colonia de buitres leonados más importante de Andalucía. 

sábado, 16 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Luces

                                               

Llevan parte del verano hablando y hablando. Me refiero a las tertulias: políticas, deportivas, de chismorreos… Se desuellan vivos. Saben de todo y, como el famoso maestro liendres, “de nada entienden”.

En un partido del mundial un jugador mordió a otro. Como suena. Antes eran entradas duras, más o menos mal intencionadas… No, no. Le pegó, literalmente, un bocado a un contrincante que echó todo el teatro que se suele echar en estos casos, revolcón por el suelo, incluido. Parecía que casi lo había matado.

El comité de turno sancionó, al parecer, con un ‘bocado’ más grande aún que el que el nota había dado. El lío. ¿Se acuerdan de aquello que dependiendo de quienes eran los beligerantes en el conflicto venía la atención de la ONU? Algo parecido en el tema.

El mocito ha viajado a la sede donde se reúne otro comité. Imágenes de cuando sube y baja del avión; de cómo entra y sale del coche que los lleva; de quienes le acompaña; de cuánto tiempo estuvo en audiencia…

Ayer la noticia fue que el susodicho había entrenado normalmente. Nos mostraron el césped verde de la ciudad deportiva y unos que corrían con un peto color anaranjado y otros sin peto y una cosa redonda que se llama balón…

Pateras, ébola, Ucrania, una sociedad sin norte ni sur, Oriente Medio y menos medio, ni Pujol y compañía, ni Ojeda, ni que Zarrías, Chaves o Grinán aún no han interpuesto la denuncia… Nada. ¿La noticia?, el mozo, entrenado.


Se ve: el dinero no le ha dado luces suficientes como para no hacer tonterías,  ni a mí  para escribir algo más interesante, clavar las trescientas palabras del artículo y lograr que ustedes esbocen una sonrisa. ¿Lo habré conseguido? Claro está que yo no tengo tanto dinero, …por ahora.

viernes, 15 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Arte, saber y toros

                                 

Salamanca en verano sin estudiantes es otra Salamanca. Están llenas las calles de turistas. De los comercios que forman cadena con otros similares en otras ciudades, entra y sale mucha gente. Claro que comprarse un jersey en la Zara de Salamanca tiene algo distinto al que, de igual talla e igual precio, venden en la Zara de Málaga. Es que uno no se entera.

Hace fresco. La mañana está entoldada. Por la calle Zamora me voy hacia la Plaza Mayor. Probablemente es la plaza mayor más bella de España y parte del extranjero. Más grande, la de Madrid; más armoniosa, más artística, ésta.

La gente toma el sol en la recacha mañanera en una de las esquinas. El río – el Tormes va por otro lado - va y viene. Con las cámaras digitales hay quien no ve por donde pasa porque con tanto Whats App (tiene guasa), facebook, twiter… lo retransmiten todo al momento.

El viajero piensa en otras cosas. Se acuerda de  aquel huraño y gruñón, don Miguel de Unamuno, el del ‘San Manuel Bueno, mártir’, el de Niebla o el de la Tía Tula, que sale de sus clases en la Universidad y va a la tertulia del Café Novelty…

Piensa, también, delante de la Casa Anaya que la primera gramática en la que empezó a dejarse las pestañas era de la Editorial Anaya; el autor, Fernando Lázaro Carreter; y en Cervantes y en el Licenciado Vidriera y en Nebrija y en la enorme labor de la Pontificia y el soberbio edificio de la Clerecía. Se sienta en uno de los escalones de San Esteban y entorna los ojos y mira y ve y sueña.


Ante Fray Luis en la plaza de la Universidad la gente se empecina en buscar la dichosa ranita y oye como los guías cuentan y cuentan versiones de lo que el autor quiso decir. Casi nadie –  le dan la espalda a Fray Luis – mira al fraile que dijo lo que dijo y escribió aquello de: “Que descansada vida / la del que huye del mundanal ruido…” Y, por eso se queda con “Salamanca, arte, saber y toros…”

jueves, 14 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. De Virgen a Virgen

                                

Hoy es el día. Quince de agosto. O sea, llega a la mediación el verano. En otros tiempos se ‘guardaban’, a partir de hoy, las aceitunas, se abría la media veda para paloma y tórtola y se echaban los higos en los paseros para hacer arrope… Media España, a puerta gayola, se vestía de luces porque pueblo y feria que se preciase debía  tener sus seis toros en la plaza.

La iglesia católica celebra la Asunción, en cuerpo y alma, de la Virgen a los cielos. Uno de los dogmas – los otros, también – durillos de creer. Pero esas son otras materias. Es fiesta en pueblos y ciudades; es alegría, jolgorio, charangas y encuentro de los que se vienen de vacaciones. Parece que, desde unos años hacia acá, con ‘más’ cariño hacia el pueblo y a los abuelos y esas cosas…

Del Carmen a la Asunción el verano revienta en fuego; es decir, en calor. En el campo se le prohibía al ganado pastorear por los olivares. La aceituna ya tiene aceite y como los suelos se recogían en dos o tres veces, la Guardia Civil y los guardas jurados rurales, los del cinturón de cuero en bandolera y una chapa dorada en medio, emplumaban al pobre cabrero o al porquerillo que se las andaba por allí.

Comenzaba un tiroteo mañanero en el campo. Se apostaban los cazadores en los bebederos de los arroyos ya muy pobres en agua, en los pilares de los pozos, en los pasos de las aves que bajaban por las quebradas. Cada vez que escuchaba un tiro sentía como un escalofrío. Nunca me gustaron esas cosas.


España se viste de fiesta. No tienen tanta fiesta los que trepan por alambrada de unos pocos metros de altura, los que vienen en pateras de plástico, los que van a los comedores de Caritas. Parece que eso, que forma parte también del calendario, interesa menos. ¡Qué se le va a hacer!  Hoy es el día. Hoy termina el período de “Virgen a Virgen”. ¿Cuándo tiene la fecha de caducidad el otro?

miércoles, 13 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. De chiste

                                               

Dice el periódico que Pujol – no sabemos si sólo el padre o toda la partida – va a denunciar a los bancos andorranos porque no han guardado el secreto profesional. O sea las piedras se querellan contra los perros porque de noche ladran a la luna (que por cierto, ¡cómo está la luna estos días!) y no las dejan dormir. De chiste

De chiste es también que Monedero algo así como el ideólogo del partido surgente que tiene el coco comido a media España y aterrorizada a la otra, viene y dice que unos aviones se ‘introdujeron’ en las Torres Gemelas. Creo que hay un pequeño error. No fue así. No. Los aviones iban por su sitio y, entonces fueron las torres, que eran dos, las que se pusieron en medio.

No se las anda, tampoco, muy lejos en cuanto a proposiciones otro de los tales, profesor universitario por más señas. Viene y pone como modelo de convivencia la ‘comuna’. Pues mira que bien. Damos un salto al siglo XIX y volvemos a andar el camino. Y digo yo, y si vamos de saltos ¿por qué no nos vamos con Adán y Eva? Aquello, al menos, era más ecológico…

De chiste es  ver las tardes de los sábados a los que no hacen ejercicios ni con el chuchillo en la mesa cómo empujan el carrito de la compra en el supermercado. Ahora, eso sí, asoman los cuellos de las botellas de güisqui por las barandillas del carrito y ellos llevan chándal arrugado y las zapatillas impolutas…

De chiste es el jovenzuelo que lo único que ha hecho en su vida ha sido pegarle patadas a un balón, tomar medicamentos para potenciarse físicamente y presuntamente defraudar al fisco.  Bueno él no, él no sabía nada, y no se pringa en esas minucias, su padre llevaba los asuntos…


Al mozo le paga su club, cada año, veinte millones de euros libres de polvo y paja. Hace unos meses declaró que deseaba marcharse porque… ¡no se sentía querido! Ha rectificado. Dice, ahora, que esta temporada va a ser bueno. Así disfrutarán todos.  De chiste, de chiste…

martes, 12 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Miguel

                                               

Se ha ido Miguel. No sé si se lo habrá llevado la luz de la mañana que se vistió de ébola en un país de África donde él decidió darse a los demás, a los que no tienen nada. Mejor, si tienen. Tienen muchísimas necesidades.  Algunas personas de otros países decidieron un día compartir con ellos el camino.

Se ido Miguel. Un hospital de Madrid, del Madrid que nada en la abundancia, ha sido su lecho de muerte. Habilitaron un ala para atenderlo porque lo que traía era de cuidado, de mucho cuidado. Al principio iría a un hospital, luego, lo llevaron a otro. Es lo mismo: la atención iba a ser idéntica y la profesionalidad de los que estarían a su lado, también.

 Como el miedo -  y la cobardía – es libre falsos apologetas se han despachado a gusto  contra él y contra casi todo lo que se mueve. Han disparado tal ensarta de disparates que parte de esta sociedad sí es verdad que está enferma. Su mal es algo más duro que el ébola que puede quitar la vida;  está infestada de un virus que le ha quitado el alma. Eso es peor. Mucho peor.

No se sabe qué resortes externos  mueven todo esto. Aquí no se entienden a personas como Miguel. Desde hace más de cuatrocientos años hombres y mujeres de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios atienden a locos, pobres, enfermos, mendigos…  Se dan a los demás. Todo a cambio de nada y, si es preciso, hasta pierden la vida. ¿Cómo se le pone a esto?


Dicen los que están a punto de la muerte que hay un túnel y luz, mucha luz al final… y cosas muy raras. No sé si Miguel habrá entrado de la mano de esa luz - ¿la Luz de Dios? – por ese callejón que lo ha llevado a no se sabe dónde. No sé nada. No sabemos nada. Cuando me he puesto a escribir estas líneas escucho como música de fondo, ‘Morning Mood’ o sea, ‘La mañana’. ¿Autor? Peer Gynt, un noruego de hace un montón de años…

lunes, 11 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ensoñación

                                             

Abro, casi a media mañana, la página. Me pongo a escribir y pienso qué voy a contar hoy y cómo lo voy a decir porque hay que llevar algo de ilusión, de empuje que ayude a poner el día en la punta y dejar de hablar de la corrupción, de las guerras, del calor – que hace y mucho – y yo qué sé.

Algunos ‘amigos’ de facebook’ han cambiado la foto del perfil. Si la cara es el espejo del alma se ven, por esos mundos de Dios, unas almas preciosas, lindas. Son esas almas que están por ahí escondidas y como en la canción de Facundo Cabral, ¿se acuerdan? “hay medio mundo esperando con una flor en la mano / y la otra mitad del mundo por esa flor suspirando…” Pues eso.

Fotos, textos…Gente que lucha a brazo partido ¿verdad, Mary? Un río de belleza. Jarrones con flores, trenes que cruzan campos solitarios, canciones, mares de aguas azules, quien busca – y no encuentra – mensajes a navegantes perdidos…

Hay, también, otras caras de otras almas. Son las caras de los poetas. Los que se levantan antes que el alba. Los hay, como dice el Maestro Alcántara, quienes usan el nombre de la poesía en vano. Pero no, no van por ahí los tiros.

Son pocos, pero están, quien dice lo que uno piensa y que no es capaz de decir como lo dicen ellos, quien hace que, con sus palabras, se entornen los ojos, se eche al vuelo la imaginación y aparezca  algo sublime: la ensoñación.

Me explico. Ha colgado Juan Gaitán un poema. Juan nos lleva de la mano para subir la cuesta de lo que llamamos vida y como quien no quiere la cosa nos dice que: “la vida es sólo eso, / un rato al sol”.


Y dice del beberse los años y de la luz y de navegar por el páramo. Y termina del modo que todos queremos, y habla del susurro que nos gustaría escuchar cuando nos llegue la tarde, o sea: “esa manera tuya de decir / mi nombre despacito”. Amén.

domingo, 10 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Domingo de agosto

                                               

Calor tórrido en la tarde de agosto. A la calle hoy no han salido hoy ni las sombras. Fuera – por esos mundos de Dios del Sur de España – dice el hombre del tiempo que se está por encima de los treinta y tantos grados, desde media mañana al rato de amanecer…

Abro los digitales y están como el tiempo: achicharrados. Muertes violentas, guerra en Oriente Medio, horror en Irak con niños por medio, cuentistas subidos al tren del ‘progreso’, ébola y más ébola, avión estrellado en Teherán, sesudos fanáticos que hacen mártires a quienes no piensan igual y un mucho de corrupción.

Los tifones ya están haciendo de las suyas en algunas tierras lejanas de Asia. Llegan cargados de humedad. Los vientos huracanados, soplan fortísimos, arrasan y ponen todo lo demás que hace falta para sembrar la ruina.

Esta tarde los amigos de facebook han debido encerrarse en sus piscinas particulares. No asoma nadie. Menos mal que siempre hay algo tan refrescante, tan nuestro, tan genuino, tan andaluz como un vaso de gazpacho. La foto la ha colgado mi amigo Antonio Javier Trujillo. El sólo verlo ya refresca en aire.

Hay también otras cosas buenas. Sobre doscientas mil personas – uno más o uno menos, tampoco es cuestión de ponerse a contarlos – dicen que se apostaron en las orillas del Sella para ‘acompañar’ el descenso. Desde Arrionda a Ribadesella. La cosa comenzó en 1930 de manos de un catalán (para que luego otros quieran irse) con una piragua plegable y hasta hoy. Cada año celebran la fiesta más fresca del verano.


Recuerdo una anécdota escuchada al Maestro Matías Prast Cañete. Real Maestranza de Sevilla. Tendidos desiertos. La poquilla gente que hizo la heroicidad de ir aquella tarde a los toros se aplastó en la zona de sombra. De pronto, entre los silencios míticos de la  plaza, se alzó una voz. Cruzó el ruedo: “Hay que ver el calor que estarán pasando en la sombra con lo que sale de aquí”. Pues eso.

sábado, 9 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Puebla de Alcocer

                                               

El castillo se recorta sobre la Sierra en el cielo azul de la tarde como antes se recortaba el toro de Osborne en las curvas de las carreteras. Era paisaje y parte. Era esencia y algo sin lo que aquello tenía una visión distinta, diferente. Con el castillo de Puebla de Alcocer como que casi lo mismo.

El viajero llega bajo un sol abrasador. Es agosto. La Beturia, que es como los romanos llamaron a estas tierras arde abrasada. El sol hace chiribitas y en las orillas del pantano, el pantano de La Serena, se buscan la vida algunas aves lacustres. El viajero cree reconocer gaviotas. Están muy lejos del mar. Pero ya se sabe todos los caminos…

Y como de Roma se trata por aquí se las buscaron las legiones de entonces. Fundaron una pequeña ciudad que, siglos después, los hombres decidieron que se la tragase el pantano. Dice la guía que llevo que el pantano de La Serena es el segundo en capacidad de la Península Ibérica y uno de los más grandes de Europa. Pues, eso.

Tuvo este pueblo carta puebla en el siglo XIII que le dio nombre. Nobles, Señoríos, la Orden de Alcántara, el condado de Belalcázar, y propio rey Fernando III que la vendió a Toledo tienen que ver con su historia. Todo, en un ‘totum revolutum’, desde los lejanos tiempos medievales.

La España rezadora también dejó sus huellas: una mezquita, iglesia al apóstol Santiago, monjas agustinas y frailes franciscanos, antes de poner pie camino de Guadalupe. Claro es que curas, monjas y frailes acuden, como las moscas a la miel, donde hay “dulzura”. Un ramillete de palacios solariegos habla a los viandantes de un pasado esplendoroso.


Desde el cerro del  castillo el paisaje es espléndido. Se pierde la vista en la llanura. Todo está reseco. Los canales ordeñan el agua de los pantanos: La Serena, Orellana, García Sola. El agua fertilizan otras vegas. Con la llegada de la noche, las luces de los pueblos dicen que allí, incluso más allá de donde lleva la vista, está la vida.

viernes, 8 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Olivos de agosto

                                               

 El sol hace chiribitas en las lomas de Virote. No hay cantos de alondras de amanecer ni arrullo de tórtolas bajo calor sofocante de la siesta. El pasto seco cruje con el peso de la bota que lo oprime contra el suelo. Cantan, hasta reventar, las chicharras. Parece que es lo único que se mantiene con ganas de pelea.

Se alinean los olivos. Peinan el campo. El peso de la aceituna dobla las ramas más tiernas. Se arraciman y se bajan hacia el suelo como si la gracia divina bajase de lo más alto hasta la altura del hombre, como si la mano de Dios se tendiese abierta para ofrecer ayuda.

Las aceitunas, a estas fechas de agosto, ya tienen cuerpo. Llaman al caminante. Piden un rocío de agua fresca de tormenta de verano que no haga daño, que no arroye pero que lave las hojas y les dé brillo a ellas antes de encaminarse a la mesa o al molino. El sol y la luna de agosto - ¡qué cosas! – ponen todo lo demás.
Miguel Hernández cantó a los olivos. Se preguntaba  - memorable aquel  ‘Andaluces de Jaén’ - por quién levantó los olivos y halló la respuesta en la tierra callada, el trabajo y el sudor, en la sangre y en la vida… del hombre.

Don Antonio Machado los veía cómo peinaban el campo entre Baeza y Sierra Mágina, y la lechuza que bebía el aceite de Santa María, y capachos y arrieros y aceitunas moradas y, eso sí, “entre los olivos, los cortijos blancos”.

Para Federico García Lorca “el campo / de olivos” se abre y se cierra / como un abanico”;  Fernando Villalón habla de:“los ejércitos nudosos / de olivos leñosos / que suben de la pradera”.


 Va más lejos Barbeito:“Cava un hoyo en la tierra, / planta un olivo; / lo mirarás mañana / como a tu hijo. / Y al ver entre sus hojas/ flores de esquilmo,/ y más tarde  - cosecha - / el fruto limpio, /sentirás que tu mano/ ha escrito un libro”. Amén.

jueves, 7 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gredos

                                                                                                   A mi amigo Teodoro
                                                           

Dicen que un día en que Dios estaba claro decidió retocar lo que había hecho. Moldeó, con sus dedos un macizo de granito, tan alto, que casi llega al cielo donde sólo El mora. Lo puso, porque le dio la gana, en el centro de España y dijo: de ahí al norte, Castilla; hacia el sur, Extremadura y, luego los hombres le fueron poniendo nombres.

Dijo Dios que en las mañanas de invierno las cumbres se coronarían de nieve y, en los deshielos las aguas correrían por gargantas profundas entre rocas como panes grandes y llegarían a los ríos y así nacieron el Tormes que se va por Salamanca al Duero, y el Alberche y el Tiétar que querían ver Lisboa y, entonces, se fueron para el Tajo.

Por si fuera poco Dios llenó las tierras de robles, castaños, pinos, encinas, quejigos, alisos y helechos. De piedra en piedra saltaría la cabra montés y el lobo, y en la llanura de tierra fina crecerían maizales, cerezas y picotas y frambuesas, y tabaco y cuando llegaba el final del verano, el pimiento punteaba de festones rojos, como puntadas sin hilo, pero bellísimas, las matas verdes. Nació el pimentón…

Pero Dios vio que faltaba algo y colocó en sus faldas pueblos de madera y adobes, de sombras, silencio y embrujo y le puso flores – muchas flores - y fuentes y dijo que por medio de sus calles correría agua tan clara, tan abundante, tan saltarina que sería como la Gracia de Dios.

Dijo don Miguel de Unamuno que en la Vera – que así se llama la comarca que va de Plasencia a Madrigal – “chachareaban las sombras”. En las puertas de las casas la gente – muy buena gente, ¿verdad, Teodoro? que a donde estés van estas líneas de cariño y recuerdo hacia ti – dejan que pase el tiempo y saludan al viajero y tienen una sonrisa generosa y amplia…


El viajero recorrió aquella tierra y llegó a Cuacos de Yuste  y bajó a la plaza de los Chorros. Era ya noche cerrada. Pasó por delante de la casa donde Jeromín, de niño, vivió con don Luis de Quijada y doña Magdalena de Ulloa en las cercanías del Emperador, su padre, y como es imposible resumir tanto en tan poco, se embelesó y  guardó el recuerdo y el canto del agua…

miércoles, 6 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Otra España

                                              

Entre Casas de don Pedro y Talarrubias la carretera va por una llanura de pastos pobres y llena de riscos. En un extremo, el pantano de García Sola; en el otro, el de la Serena. Tierra pobre, muy pobre. Abrasa el sol del verano; es duro el invierno. Le dieron por apellido “la Siberia” extremeña. Siberia significa tierra dormida.

El origen de estos pueblos es oscuro. Se pierde en vaya usted a saber qué años. Desde casi cuando el hombre se las buscaba a pedradas con otros hombres, hasta ahora, que ya no tira piedras ni a los semejantes ni a las ovejas merinas porque están encerradas en la cercas…

 Extraordinaria la gente. Exquisito el queso. Un canal, “el Canal de las Dehesas” lleva el agua por una tierra que a uno se le antoja que produce piedras porque por aquí el agua se va de largo: busca otras vegas cercanas al Guadiana y allí sí está todo verde con maizales ahítos de vigor.

 Dicen los que saben que la riqueza de los pastos (cardos silvestres) dan al cuajo una composición especial y, de ahí, su riqueza alimenticia de un queso único en su sabor. Con el calor tórrido del sol de la tarde las ovejas se acarran y tienen la tierra lambida.

Por España se las andan los golfos sueltos. Me he perdido  – no por huir de nadie sino por buscar lo que otros desprecian – por tierras duras donde la vida no regala nada. Donde la lucha contra el clima, el día o la vida misma es el pan de cada día. De verdad, si se va con los ojos abiertos se ven muchas cosas.


Cuando dejo atrás Talarrubias veo que el polígono se ha quedado pequeño. Al otro lado de la carretera con calles y farolas puestas y muchas yerbas que brotaron en primavera y ahora están secas, dos naves esperan la compañía de otras…

martes, 5 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Chumberas

Las chumberas crecen al borde los barrancos, en sitios inhóspitos y secos y en lugares donde otra planta, ya de por sí, lo tiene difícil. Las chumberas están heridas de muerte. La culpa la tiene un mosquito puñetero que, dicen, vino de Canarias.

El mosquito, conocido como la cochinilla del tinte o algo parecido, pica en la penca, y al poco tiempo, la planta se muere. Primero, pierden vigor, se ponen tristes, como lacias y, luego, como si alguien le hubiese derramado un cubo de cal, se secan.

La chumbera vino de América. La trajeron los conquistadores. En México forma parte de su escudo nacional y desde California a la Patagonia le dan diferentes nombres y es parte del paisaje de ellos. Hasta hace poco, también, del nuestro.

 Es una pena ir por el campo y ver algo tan desolador en una planta a la que había que acercarse desde lejos – por las espinas – y casi hablarle de usted que pregona su derrota: abatida, sin vigor y blanquecina. Pulsean al sol del verano y saben que lo tienen perdido.

Nuestras autoridades que nos desgobierna antes de reconocer que no saben, no tienen capacidad o no quieren luchar contra la plaga se han salido por los Cerros de Úbeda, donde por cierto, no sé si queda alguna chumbera viva, y dicen que no es una planta autóctona andaluza… ¡Ustedes, creen…!

El chumbo fue alimento para personas y  ganado. Con las calores se maduraban. Eran parte del paisaje urbano donde alguien con un carrito los vendía en la esquina o en un cubo de cinc o con un burro por la calle o vaya usted a saber. Era, también, alimento para el ganado.


Las chumberas sirvieron de cerca natural. Dice Barbeito que “envejecen cualquier paisaje, lo traslada al pasado  y ponen un sabor a viejo camino allí donde se levantan”. Las cantó Fernando Villalón y no recuerdo ahora - cito de memoria -, si  Muñoz Rojas o el Maestro Alcántara fue quien dijo que “los chumbos son pájaros con toda la perdigonada dentro”.

lunes, 4 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Suma y sigue

                                   

Agosto apura los rastrojos. El campo pide una tormenta temprana. Sin daño, pero que refresque el olivar, renueve el ambiente, anuncie que viene, dentro de poco eso que llamamos otoño.

Hace unos meses los prados de margaritas y amapolas, las lomas verdes, los cantuesos en las cunetas, las retamas en flor, las jaras chorreando…pusieron la nota de color. Las estaciones de manera cíclica se dan la mano. La naturaleza lleva, afortunadamente, otro ritmo. Ni depende ni le importa que muchos hombres estén empeñados en darle la espalda.

Hace un tiempo en España comenzó eso que se llama corrupción. Bueno, no es exacto lo que acabo de escribir. Comenzó allá por el siglo de Oro. Mucha grandeza de espíritu y mucho vacío en las bolsas y en las talegas… Los españoles de aquel tiempo brillaron por su lucidez y por otras cosas.  Desde entonces hasta hoy.

Tan hasta hoy que en la radio del coche me entero que ya tiene competidor en las primeras páginas Pujol y sus hijos. Se les une, mejor, les desbanca, Ángel Ojeda ex de Hacienda de la Junta y su hijo y uno puñado de sinvergüenzas más. Todo presuntamente, claro.

Menos mal que hay otros españoles. Otros a los que nadie señalará con el dedo. Se las andan por tierras de África. Parece que están infestados  por el Ébola. Son misioneros. Algo que no se lleva y están allí para ayudar, con otros, a los que no tienen nada.


Estos españoles no tienen problemas con el fisco. Tampoco son buscados por las redes especializadas de la Policía. No van a salir cuando bajen del avión porque vienen de no sé qué competición deportiva. A lo sumo unas líneas, perdidas en algún periódico, un recuerdo y un si te vi ni me acuerdo. Agosto de rastrojos secos, suma y sigue.