Andamos estos
días en mi pueblo – que es el tuyo, si quieres – de rezos a la Virgen de
Flores. La que “es morena y chiquitita /
y pa mí la más bonita”. La que está en el convento y ve cómo, abajo, por la
vega se va el río y, por El Hacho asoman los aviones que van a Málaga…A Esa.
Vino – la
trajeron de la Sierra de Huelva – de Encinasola para más señas hace ya un
montón de años. Tantos, que aún no había terminado el siglo XIV. Estaban
enzarzados en guerras. Casi como ahora. Unos contra otros. No tenemos arreglo
ni con los Santos y las Vírgenes por en
medio.
Y, porque no
es momento de ponernos nostálgicos sí te puedo decir que si algún día das por
ir por las tierras de Encinasola llégate hasta Flores, - a mi llevó Fermín
Adame - a orillas del Múrtiga. Y la ves y le cuentas.
Y, si te
parece, luego cuando vuelvas, regresa por donde las Cumbres. Que son tres. De
San Bartolomé, de Enmedio, y Mayores. Desde la lejanía verás recortarse la
silueta del castillo de Cumbres Mayores o Altas, que también se las conoció por
este nombre. Fue arrabal del campamento romano de Nertobriga.
Dicen los
papeles viejos que es del XIII y que se comenzó a construir en 1293 por
concesión de rey Sancho IV, “el Bravo” y que no terminaron sus obras hasta el
XIV. De lo que queda ya te puedes hacer idea. De lo que queda del castillo; de
los papeles, no, que esos están muy bien guardados en los archivos.
Casi al lado
del castillo – corona el promontorio – San Miguel, de una sola nave y con extraordinario - aunque yo no lo he visto porque cuando fui
estaba cerrado, pero lo he leído - retablo barroco. Es tierra de dehesas. En
todos tiempos está preciosa pero si cuando llega la primavera tienes la suerte
de ver cómo se viste su campo… Es buena tierra y, mejor, la gente. ¡Palabrita,
del Niño Jesús!