6 de mayo, lunes. Ellos
de apoyan unos en otros. Se dan los codos de sus alas. Se alzan sobre sí
mismos…
- ¿Tú ves algo?
- No. ¿Y, tú?
- Tampoco.
Ocupan las barandillas del
nido. Son los más atrevidos. Se asoman al precipicio sin miedo o sin consciencia
del peligro que hay fuera o… Da igual. Sienten los tibios rayos del sol de
media mañana sobre sus cabecillas pelona, sobre sus espaldas que comienzan a
vestirse de plumas negras. Fuertes en la raíz, endebles a medida que se alargan.
Esas plumas serán vitales cuando, volantones, comiencen esa aventura que llaman
volar.
- ¿Ha pasado el peligro?
Pregunta uno de los de segunda fila.
- Qué va. Sigue ahí. Ahora está
clavando sus uñas en el trono del albaricoque seco, ese que está en el borde la
linde y que no pudo soportar la dureza del veranos pasado cuando julio y agosto
descargaron todo su fuego sobre la huerta…
El gato romano, que tiene el
rabo largo los colmillos afilados y los bigotes como aspas de molino es el
terror de los nidos del huerto. El gato romano trepa por el ciprés de la
alberca, camina por el caballete y cuando le parece bien salta sobre el alero
del tejado y se pasea ceremonioso. Entonces, todos los gorriones levantan el
vuelo y se burlan de él. El gato romano, a veces, con su patita delantera, hace
un intento de levantar las tejas. No lo consigue y, sigue su marcha y busca
otras presas más fáciles.
- ¿Pero, entonces, se va o no
se va?, vuelve a preguntar, angustiado…
- No, por ahora, no, le dice su
hermano que mira fijamente al peligro. No tengas miedo. Tú no te muevas, ni
pies, ni hagas ningún ruido y él no puede trepara hasta nuestro nido porque
está en el filo de la rama y como es endeble se puede romper… pue no subirá y
se la buscará por otros árboles…
Los cuatro patatales del nido
contemplan la mañana de primavera. Están los celindos en flor; los granados han
pespunteado de rojo sus ramas y dentro de nada serán granadilla que tomaran su
forma, y grosor y color; los membrillos han cambiado los ramos de flores por
frutos y las jacarandas se han vestido de violeta.
Y Dios que tiene en su nombre
un O hizo el mundo redondo.
- Como nuestro nido…
-Eso, eso… para los pajarillos.
Hizo también, las flores y los gatos y
los hombres…
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