14 de mayo, martes, Muy cerca de Málaga. Conforme se enfila la salida de la ciudad por la autovía de Las Pedrizas, a la derecha. Un bosque frondoso en los meses mayores dice que allí, bajo sus copas se encierra algo único, excepcional. Puede verse algo parecido en algunos sitios; igual, casi imposible.
El espectáculo increíble. Una selva
inesperada. Aldabonazos de belleza hacen que la vista, ante tanta abundancia,
no sepa hacia donde dirigirse. La flora sorprendente, palmeras altivas,
senderos serpenteantes, regueros de agua que bajan y dejan un rumor para soñar,
para pensar cómo eso tan bello y tan extraordinario ha podido conservarse ahí,
de esa manera.
Un palacio semiescondido entre
la fronda adorna uno de sus laterales con la belleza generosa de jacarandas en
flor y entonces revientan con su color lila; si el tiempo de floración ha
pasado, entonces una techumbre de verde, orlada por una colección de
aspidistras dice que estamos en un lugar que tiene algo especial. Es verdad. En
ese cenador se urgieron página de la Historia de España del siglo XIX. Allí
compartían mesa y conspiraciones el marqués de Salamanca, Cánovas del Castillo,
Estébanez Calderón, Francisco Silvela, Jorge Loring, Romero Robledo… Allí nació
el Banco de Málaga o la construcción del ferrocarril de Málaga a Peñarroya por
Córdoba porque había que abastecer de carbón las siderurgias de Heredia.
Amalia Heredia Livermore se
casó con Jorge Loring. Amalia era hija de Manuela Agustín Heredia e Isabel
Livermore. La afición por las plantas, el ir y venir de una flota de barcos –
Málaga tenía un correo mensual con Nueva York – y el congraciarse con la señora
de los capitanes de barcos hizo que a la finca de san José – su residencia-
llegasen las plantas más exóticas del mundo. Cuando Amalia y Jorge se
establecen enfrente, en la Concepción, el trasvase de plantas fue algo normal.
Hacer una relación exhaustiva
de plantas es algo que suena a catálogo. No es la intención. Solo citar
buganvillas, palmera, plátanos de sombra, azahar de China, aligustres, almeces,
cipreses, pacíficos, ficus, laureles de Indias, chamadoreas, cañas de bambú…
Entren, pasen y vean. Al igual
puede que piensen que están en una selva al alcance de la mano. No están
equivocados ¿o sí? Cuando lleguen a una de las lindes se van a encontrar con el
mirador y Málaga, al fondo, que espera fundirse en ese beso de amor que siempre
sueña con África al otro lado del lago azul que Roma dijo que era nuestro…
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