viernes, 17 de mayo de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cuento apócrifo


                        


17 de mayo, viernes. Era una mañana de mayo. Dios madrugó porque Dios madruga mucho. Dios madruga más que la luz y aquella mañana decidió darse el paseo de todos los días y entonces fue y le dijo a las estrellas que ya era hora de recogida que el sol apuntaba por detrás del Cerro del Santi Petri y que no estaba bien que ellas se las anduviesen a esa hora por esos mundos.

El lubricán que es muy obediente fue y se dijo que él también recogía los bártulos y que era el momento de ir dejando el paso de la belleza del alba. Comenzaron a cantar los mirlos madrugadores. Sí, esos que han anidado en las alamedas del río. El carbonerillo en su humildad también quiso unirse al canto de los demás pajarillos madrugadores. El ruiseñor que es un señor en toda la extensión de la palabra pensó que con su canto él podría ensombrecer el de otros pajarillos y entonces fue y dejó de cantar.

Dios lo miraba todo. Vio como algunas mujeres muy trabajadoras de esas que van a Málaga en el primer tren porque ellas trabajan por horas iban a la estación. Luego, cuando llegan de regreso, por la tarde, vienen cansadas y fundidas y Dios va y se dice. Como mi madre que bajaba al pozo antes de las primeras luces y luego le hacia un tazón de leche a José para que comenzase la tarea y otro para mí. Yo era muy niño pero antes de ir a la sinagoga también daba un sorbo la tazón de leche y me comía los dátiles y lo higos secos, uno a uno, camino de la escuela.

Dios vio, también como otros hombres llevaban una pequeña neverilla con la comida para el día y como los niños casi con los ojos pegados se iban para los Institutos – los de las clases de primaria entraban más tarde – y en los pasos de cebras, unos hombres uniformados regulaban el tráfico para que no hubiese problemas a la hora de cruzar por la carretera. Y entonces Dios fue y pensó ¿qué seria de esta gente si no tuviesen la ayuda de los hombres uniformados?

Dios lo venía todo. El día abría esplendoroso. Las jacarandas están ahítas de flores lilas y cuando los pétalos ya se deshojan entonces dejan una alfombra morada sobre el suelo. Los celindos perfuman la mañana y las celestinas le ponen el color- dijo Dios como el color del manto de mi Madre – a la mañana, y Dios vio que todo lo que había hecho estaba bien y se dijo: ahí os lo dejo para que lo disfrutéis. Era solo una mañana de mayo…

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