15 de mayo, miércoles. El viejo edificio maloliente daba acogida a los niños del pueblo. Era la Escuela Pública de ‘los niños’. (La de las niñas estaba en la calle de la Parra). Don José Oropesa tenía su clase en el piso de arriba. En el testero principal, al fondo, conforme se entraba, a la izquierda, colgaba una estampa de la Inmaculada de Murillo. La estampa estaba protegida por un cristal polvoriento. Dos tarros de cristal en una repisa de madera. Siempre tenían flores durante el mes de mayo.
Después, de hacer aquel dictado que comenzaba: “en el fondo de la galería resonaba un piano destemplado que parecía balbucear de mala gana…” los niños cantábamos el ‘venid y vamos todos con flores a María…’ Don José era un hombre bueno, muy bueno.
La Virgen del Recreo, en el Seminario, era de mármol blanco y frío. Estaba bajo una covacha de ladrillo, de estilo neomudéjar, que probablemente debió colocar allí don Manuel González. En las noches de mayo, los muchachos, después de unas tardes largas de estudio, cuando el crepúsculo se perdía por la sierra de Mijas y los camiones subían lentamente por la cuesta del Colmenar, bajábamos al recreo y le cantábamos aquello de ‘venid y vamos todos con flores a María…’ Don Manuel era un hombre bueno, muy bueno. Hoy está en los altares.
Escribió, Alfonso Grosso, Giralda y Con flores a María. Dos obras excelentes. Probablemente la crítica social y antropológica más profunda, concienzuda y dura de una religiosidad andaluza difícil de comprender. Denunció Alfonso, con valentía los que otros ven y callan. Dijo lo que sí y lo que no. Y puso a muchos en su sitio. A su muerte, escribieron de él. Yo personalmente no lo conocí; no me cabe duda, si escribió lo que escribió, además de valiente, fue un hombre bueno.
Dice el periódico que existe un enorme desconcierto en España. Parece que hemos pedido no el norte, no. Hemos perdido también los otros tres puntos cardinales hasta el punto que se ven cosas que es mejor tenerlas por obras de perturbados que por realizaciones de arte. Pienso en la música, en los espectáculos sociales, en la crispación que aparece por cualquier esquina, en la insatisfacción que lo llena todo, que lo invade todo. ¿Nos paramos a analizar el contenido de algunos programas de televisión?
No sé si todo se ha desquiciado
porque eso de venid y vamos todos con flores de María nos parece ñoño. No sé. A
veces, me pregunto ¿y si no lo es?
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