11 de mayo, sábado. Tarde
de feria. Los bares montan mesas en la calle; lo invadían todo. Hay que sacar
algo porque luego viene el invierno y la cosa se puede poner fea si no se saca
algo extra en los días de las fiestas.
El segundo día de feria, por no
se sabe que extraño misterio, parecía el día propicio para que acudiese el
personal, que habitualmente residía en el campo, todos vestidos con la ropita
nueva. La economía no daba para más. Un día y basta. El matrimonio, los niños,
la suegra, los novios de las niñas, la cuñada soltera y alguna vecina amiga. Mesa
completa...
Gilena era
grande como algunos jugadores de baloncesto de ahora (entonces ni se sabía de
la existencia de ese deporte), de camarero. Pantalón negro, camisa blanca y el
pelo ensortijado con la luz propia de la brillantina barata. Se acerca a la
mesa:
- ¿Que va a ser?, pregunta….
El personal responde como un
resorte. Todo a la vez y a gritos.
- Yo, fanta de naranja; yo,
coca-cola; un mitad; yo, pepsi; un quinto pero que
sea Victoria; yo, de limón; un café doble con tejeringos; un cartucho
de papas fritas; un cuarto; yo, café solo; yo, con leche; un ponche; yo…
Gilena, era el
camarero que atendía en la calle. Escucha con la bandeja bajo el brazo y las
manos entrecruzadas a la espalda. Se vuelve un poco, gira la cabeza y se dirige,
con la voz más alta que los energúmenos, al mostrador:
- Pepe, “ten pa tó”.
Lo cabo de leer. El portavoz de
nombre casi impronunciable, de no sé qué organismo de la Unión Europea que
tiene que ver con la alimentación, ha hecho pública la posible prohibición de
utilizar aditivos que dan sabores de ahumados.
¿Se acuerdan lo que se formó
con ciclamatos? Después vino lo del azúcar; ahora, esto. Probablemente haya
conflictos de competencias y cortan por la calle de en medio: supresión de
aditivos. Le endosan tropecientas mil cosas y todas malas. Dicen también que,
si los países miembros lo aceptan, puede entrar en vigor relativamente pronto.
O sea, que el panorama no pinta
muy boyante para los que gustamos de sabores diferentes. Probablemente haya que
aceptar que “ten, pa tó” ( té para todos) puede estar ahí al revolver de
la esquina como quien no quiere la cosa.
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