sábado, 31 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Última hora: muere el Papa Benedicto
31 de diciembre, sábado. Las
noticias de Roma son dolorosas. Dicen que el Papa Benedicto ha muerto.
Inexorablemente los años pasan. El tiempo no perdona. Decía Quevedo – creo que
no me equivoco en la cita – que “todas las horas hieren, la última mata”. El
Papa es un ser humano. A veces, algunos no muy lejanos en el tiempo, no lo han
parecido. Otros, en cambio, sí fueron demasiado humanos. Cosas que pasan.
Recuerdo la elección de
Benedicto. Todo eran comentarios – la mayoría de las veces infundados, como los
que le hicieron al Pablo VI – exhaustivos y muy duros. Me viene a la memoria
ahora uno que hablaba algo así como que los católicos pedían un Pastor y Dios
había concedido un pastor... alemán en referencia al perro guardián ¿Puede
haber más crueldad?
Un periodista comentó del
entonces todo poderoso cardenal de la Curia que era un hombre de hondísima
formación intelectual, un gran teólogo y muy humano. Relataba que una tarde, se
lo encontró entre dos luces cuando cruzaba Plaza de San Pedro. En la mano
llevaba un pequeño paquete. Era una pizza para cenar en su residencia...
Recuerdo la muerte de Pio XII.
Yo era niño. Iba camino de la escuela... En la esquina de la calle Carambuco,
con el Camino Nuevo, otros niños más madrugadores venían de vuelta y anunciaban
que se habían suspendido las clases: “porque se ha muerto el Papa”.
La muerte de Juan XXIII, el
Papa venido de Venecia, fue a principios de junio. Eran tiempos de
exámenes. Uno, ya era más consciente y la agonía y la muerte del Papa Juan –
los medios de comunicación eran más eficientes – fue retransmitida por radio al
mundo entero. En España cuando murió Pablo VI – aquel Montini, arzobispo de Milán,
nos enteramos que era muy distinto al Papa que la propaganda nos había ‘vendido’.
La agonía de Juan Pablo I – también
había llegado de Venecia - se conoció por el fogonazo de la sorpresa; la de Juan Pablo II, larga, dura, tremenda. Ese
hombre, del Este marcó una época diferente a todo lo anterior.
Muere el año y con él ha muerto
un gran Papa. Muy desconocido para muchos. El tiempo lo pondrá en su sitio. Dio
bastante más de lo que recibió. Ahora comienza una época de análisis... Descansen
en paz: un mal año hecho por los hombres y un buen Papa en tiempos difíciles.
viernes, 30 de diciembre de 2022
Unahoja suelta del cuaderno de bitácora. Que asoma porOriente
30 de diciembre, viernes. Acaba
de presentar su última obra – por ahora – Salvador Pendón. La ha titulado Que
asoma por el Oriente... La fiesta de Verdiales. Memorias y reflexiones.
Podemos coincidir en que el título puede parecer largo, pero cuando se bebe
unos sus páginas, entonces aflora un pensamiento: se ha quedado corto.
Ha escrito Salvador algo más
que un libro, algo menos que unas memorias, algo así como un deshoje de las hojas
del árbol de la vida que este hombre ha vivido, ahora ya en la madurez, desde
niño, hasta el punto de que como que sin cortar el hilo de Ariadna porque los
Verdiales sí tienen salida, no se llega nunca a desmadejar el tejido de
Penélope.
De entronques griegos (nos
podemos remontar al Ática de los siglos IV y V a. de C.) perdernos entre si
árabes y andaluces o si el flamenco y los Verdiales, con mucho de saturnales
paganas que han sobrevivido al paso del tiempo. Da igual. El hilo conductor es
el cante y el baile que el hombre necesita en su expresión.
El lector cuando abre el libro
puede tener la sensación de que está hojeando y ojeando que las dos cosas van
de la mano la sabiduría popular que se expresa, como descanso del trabajo,
porque en el campo ‘se trabaja y mucho’ que el hombre precisa para dar salida a
su expresión espiritual más sublime: “De
las fuentes cristalinas / salen los arroyos caudalosos,/ pa dos que mucho se
quieren / caminos largos era cortos”.
Tiene el autor un recuerdo para
verdialeros que han tenido mando en plaza: Pepe Mayo, Paco Luca, Paco de
Maroto, Pepe, Pepito, Molina
Gámez – “según mi punto de vista, en palabras del autor del libro, uno de los
más importantes fiesteros de la historia
conocida de los verdiales” – Rafael Torre, Lorenzo de los Lentiscares... Por
cierto, Pepito se autodefine como ‘violinero’...
Por aquello del Pisuerga que ‘pasa
por Valladolid’, me quedo con tres personas -también, personajes – perotes de
pro y para mí entrañables: Juan Martín, el Capitán; Juan Veneno, y Pepe Rosas,
el folclorista más grande que ha dado la historia de Álora. A su gracia innata
unía el baile (Pepe no cantaba), y una memoria prodigiosa. “Memoria colectiva
de un pueblo”, lo definió el Catedrático de Antropología Social de la Universidad
de Sevilla, Salvador Rodríguez Becerra.
No se pierdan la obra. Es un
deleite. Si nos vemos, ya me dirán...
jueves, 29 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Platero
29 de diciembre, jueves. “Desde
la calle de la Aceña, Platero, Moguer es otro pueblo”. En la calle Ribera,
esquina con la de las Flores, nació Juan Ramón. Han pasado ciento treinta y dos
años. Han celebrado - el pasado 23 - actos de recuerdo y, probablemente, habrá
gente que hayan leído algunos versos suyos.
Y se habrán acercado, un poco
más, a todo lo que supuso el poeta introvertido y serio, que escribía poesía en
prosa y que, los adultos, se empeñaron, un día, en decir que aquello era para
niños…, y no lo era.
Decía Juan Ramón que, en aquel
barrio donde estaba la calle de la Aceña - que era barrio de marineros - la
gente hablaba de otra manera, tenían otras costumbres y todo tenía que ver con
el mar. De otras gentes que vivían, también, en el pueblo, Juan Ramón nos dio
su imagen a modo de crítica social. Espejo, a veces, de una sociedad dura y
cruel. Y dijo aquello de “los niños del casero no tienen Nacimiento, se vienen
alrededor de la candela, pobres y tristes, a calentarse las manos arrecidas...”
Por la calle de la La Ribera,
conforme se baja la cuesta larga, se llega al río de Moguer y luego, a la
izquierda, hasta el Tinto que viene de la Sierra y tiene color a cobre y olor a
esas cosas donde parece que la vida es imposible; enfrente: San Juan del
Puerto.
Moguer huele a cal que
reverbera, a pan de horno dorado por fuera y a migajón por dentro, como lo veía
Juan Ramón, desde la lejanía; a cigüeñas en las espadañas de las iglesias; a
aventuras por América… Moguer huele a Platero.
Una tarde del pasado verano deambulé
por sus calles. Han tenido el acierto de colocar mosaicos en las esquinas que
cita Juan Ramón en su obra, y ahora Moguer huele más a jazmines y a Juan Ramón.
“!Campo tibio ahora de diciembre”! Reencuentro de cariño con mis lectores,
desde Álora que no es Moguer, pero que es blanca como Moguer, con Juan Ramón y
con Platero.
Porque Moguer es en esencia,
Platero, y niños que van por la calle y quien fue y vivió de la exportación de
vinos a sitios muy lejanos. Tan lejanos que algunos llegaban a Rusia. Vino,
después el progreso, y aquella sociedad viró y desarrolló, esa tentación
sensual y carnosa que llaman fresón. Moguer es Platero y… Juan Ramón.
sábado, 24 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nochebuena
24 de diciembre, sábado. Dicen que
los pastores dormían al raso mientras el ganado reposaba y, entonces, un ángel
se les apareció y les dio la Gran Noticia. Dios – un Niño – había nacido en un
establo... Y ellos gente buena como tanta gente en el mundo se pusieron en
camino y fueron y lo adoraron porque solo se adora a Dios.
Un coro de ángeles, dicen que
cantaban algo así como gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los
hombres de buena voluntad. (Para los otros, también, eso no lo dicen, pero yo
pienso que como son quienes más la necesitan...)
“Oh luz de Dios brilla en la
altura”, ilumina todas las mentes, todas, que no se quede ninguna atrás y todas,
a su modo y manera busquen el bien para toda la humanidad. Lo necesitamos un
montón. Lo necesitamos casi tanto como el aire que respiramos, como el agua – “tomada
con moderación no hace daño,” decía el maestro Alcántara – que bebemos, como el
sol que nos alumbra.
Y entonces nosotros podremos
cantar con otros coros aquello de “más hermoso que el sol bello...” y los hombres
seremos de otra manera y acabaremos con la guerra, con el hambre, con la muerte
con dolor...
Feliz Nochebuena.
viernes, 23 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Regalos
23 de diciembre, viernes. Ofrece
Alfonso Ussía hoy en su artículo, en El Debate, un regalo. Habla de un poeta excelso
y casi desconocido: “Manolito el Pollero”- Manuel Fernández Sanz - que nació en
la calle Tetuán, antes Negros, de Madrid y murió en un hospital de Oviedo. Dice
Ussía que con su caja cargaron José Antonio Medrano, Manuel Alcántara, Mariano
Povedano y Dionisio Gamallo... dice más cosas, muchas más cosas.
Yo supe de él, de ‘El Pollero’,
a través del maestro Alcátara que hablaba de él con asiduidad y desgraba sus versos con la misma agilidad que
aquella tarde, en un mano a mano, con Barbeito en “María” recitaban a Montesinos,
a Quevedo o a Lorca. Pasaban los
minutos... ¿Por cierto, sabe alguien, por qué en ocasiones como esas los
minutos parecen que tienen menos de sesenta segundos?
Recuerdo ahora, un regalo,
otro, a modo de premonición que me hizo el maestro. Jaime Rittwagen (por si no
lo saben, Jaime es el mejor pintor naïf vivo de Málaga) inauguraba una noche de
otoño, una exposición en Benedito, Niño de Guevara, esquina Granada.
La gente atosigaba al maestro.
En un momento me dijo: “sácame de aquí”. Lentamente comencé a andar. Él, pegado
a mi espalda, me seguía... Respiramos al ganar la calle. Nos fuimos a la barra
del Pimpi. En un momento, me miró como solía mirar el maestro cuando tenía que decir
algo serio: “Recuerda esto: somos la última generación que a este País lo
llamamos España; somos la última generación que comemos, a partir de ahora, nos
alimentaremos; tengo mis dudas que al niño grande, lo dejen reinar...” Visto
como está el patio. ¡Lo bordó!
Acaba de traerme el correo un
tercer regalo. Me lo envía una amiga desde Moncada-Rexach. “Le he hecho, me
dice en su nota de felicitación navideña, un cuaderno de viaje tipo Midori para
que pueda documentar su próxima escapada...” El cuaderno es una gozada. Todos
son detalles en su presentación y lo que es más importante, está hecho por ella
para mí... Ante eso, uno, ya ven, se queda sin palabras.
Me permito terminar hoy con unos versos de “El Pollero” que publica Ussía y que quizá conozcan, pero son de tanta belleza... “Cuando con los otros niños / En Belén jugabas Tú, / Sabías o no sabías / Que eras el Niño Jesús"?
Sean felices (unas, entre fogones; otros, de corredores de bolsa), si pueden...
jueves, 22 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El invierno aún no llega
22 de
diciembre, jueves. Día soleado. Casi impropio del tiempo que dicen
los que saben que tiene que hacer cuando la Nochebuena casi llama a la puerta.
La mañana ha sido monocorde en los mensajes: radios y televisiones se han
puesto de acuerdo para retransmitir todos, el sorteo de la lotería. ¡Qué
pesados! Luego, la euforia desmedida en unos; el desencanto, en otros. El
dinero es necesario, pero cuando la felicidad se busca solo en eso... A lo
mejor es que aparentan más de lo que en realidad es. No sé, no se...
El tiempo, caluroso -casi veinte grados- no está acorde con el que debería hacer por
estas fechas. La lluvia caída la semana pasada hace que verdegueen las lomas de
El Chopo, de Virote, de Panza Burra. El campo despierta precioso. Se asoma con
todo su esplendor. Apuntan los trigos y la yerba crece en las cunetas de las
carreteras, en los bordes de los caminos.
Las
calles están llenas de ruidos. Sale por la puerta de algunos establecimientos
comerciales. Eso no es música de Navidad. Me siento incómodo dentro de tanto
bullicio. Deseo huir. Todo se exterioriza. Hay quien opina que se está más
alegre porque se alborota más. Contrasta con la quietud que hace un rato he
dejado el campo.
Los
árboles de hoja caduca se despojan, poco a poco, de su vestimenta. Ahora sus
ramas son esqueletos por los que se filtra el viento. Espera el renacer en su
ciclo vital.
Un
amigo me ha regalado una edición facísmil de la primera edición de 1605 de El
Quijote. Abro y leo al azar.”... porque has de saber Sancho, si no lo sabes,
que dos cosas solas incitan a amar, que son la mucha hermosura, y la buena
fama...” Pag. 130.
Se
respira crispación en muchos ámbitos de la vida pública. Ojalá en estos días
que dicen de paz se imponga la sensatez, la cordura, ese atisbo de humanidad
que dé cabida a otros, a todos los ‘otros’. No sembremos volver al pasado o, es
que ¿el pasado no se ha ido? ¡Dios mío!
miércoles, 21 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. En el día de hoy
21 de diciembre, miércoles. No, no
es lo que están pensando. En el día de hoy, en Benalmádena amaneció un día
ventoso y cielo empedrado de nubes pequeñas como guijarros del paseo de un jardín;
el mar, como siempre por esos lugares, de ensueño. Stop.
Al mediodía una amiga común me
presenta a Antonio, el dueño de la marisquería Zarramarrilla 33. Se entera que soy
de Álora...
-
¿De Álora? Yo conozco mucho a los hermanos
Hierrezuelo...
-
Antonín y Joaquín... le contestó.
-
Entablamos conversación. Me cuenta que él con
quien más trató en pescadería fue con el mayor y que al otro lo ve, a veces,
andando por la Avenida Ortega y Gasset... Unos caballeros, me dice.
-
Pues lo que usted no sabe, le agrego, es que su
padre, Antonio llegó a Álora, vendiendo pescado, luego pasó al mercado, y sus
hijos tuvieron una pescadería emblemática en el pueblo, y algo más, - le añado –
ese señor, que no era de Álora, avaló
conjuntamente con Pablo Consiglieri un préstamo personal cuando un grupo de
muchachos se echaron hacia adelante para salvar a la Cofradía de Dolores que
estaba en ruina total. Eso en Álora lo sabe muy poca gente. De tal palo... Stop.
Media tarde. Un correo de Marion Reder me anuncia: “Esta tarde se inaugura en la Sala de Exposiciones Ciriaco y Paula, ‘Nuevos valores’ y Tradición’ (...) Te esperamos... Pongo un correo a Sebastián, me dice que no es hoy, que es mañana. Contracorreo. Yo llevo razón. El ratillo exquisito. Con Marion y Mari Pepa Lara hablo de Cervantes en Álora. Me da el tufillo que a lo mejor no estoy lejos de encontrar el hilo que desenrede el ovillo. Stop.
Siete de la tarde. Salvador
Pendón en la Antigua Casa del Consulado del Mar presenta Que asoma por oriente...La
fiesta de verdiales. Memorias y Reflexiones Me encuentro con viejos amigos,
José Manuel Martos, Fulgencio, Luis Reina; con Pepe Nieto y Paco López los
delegados de Educación y Cultura cuando yo me las andaba en otros menesteres
antes de que me ‘echasen’ por viejo....
Casi once de la noche. Llego a
casa. Abro al azar. Me encuentro con nombres conocidos: Pepe Rosas, Juan el Capitán,
los Venenos, José Sánchez, 'Epi', Tomás Salas, Los Lantiscares... Obviamente, le
libro viniendo de donde viene, promete. En el día de hoy, han ocurrido más cosas
pero que no funcione el tique del aparcamiento ¿como que no, verdad?
martes, 20 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Vísperas de Navidad
20 de
diciembre, martes.- El consumismo se ha disparado. Hace unos días
bajé a Málaga al caer la tarde. No se cabía en la calle. Los aparcamientos
municipales todos tenían barreras en la puerta y un empleado anunciaba – el cartel
luminoso, también – que estaban completos. La gente colapsaba los espacios.
El
alumbrado navideño de Málaga es bellísimo. Probablemente de los más hermosos y
exuberantes que he conocido. Ha habido quien lo ha criticado denunciando
derroche. No lo sé. Sí sé que muchísima gente factura, o sea come, a costa del
alumbrado. Otros, no tiene posibilidad de desplazamientos... Acercarse al
centro y tener un espectáculo gratis... Pues eso.
Esta mañana, casi al amanecer, una grajilla ha
cruzado el cielo graznando. ¿Será una premonición? Ha volado desde
Después
me acerqué hasta el Valle de Abdalajís tenía que ver a un amigo. El amigo me
enseño saborear la literatura de Tagore, de William Saroyan, de Hemingway, de
Juan Ramón, de San Juan de la Cruz... El amigo tuvo una parte muy importante en
mi formación de juventud y desde entonces el afecto es mutuo. Hemos hablado de
Teilhard de Chardin, del Cardenal
Newman. De las cosas serias e importantes de la vida. De eso que llamamos Fe, y
de otras muchas más cosas. Mi amigo – que no es del Valle – se llama Lorenzo.
Esta
tarde, - anochece tan pronto que uno no sabe si es tarde-noche o si es la noche
que se viene más pronto - he repasado La rosa de Jericó, de Francisco
Martos. Excelente. Amena. Vocabulario cuidado y convincente. Muy bien narrada,
de esas obras que a uno le cuesta tener que dejar de leer, de esos libros que
uno no tiene ganas de llegar al final, pero ya se sabe todo tiene su...
Deseo
ardientemente que esté próximo el final de este tiempo de crispación al que
parece que le han dado barra libre. Decían que antiguamente en la Navidad se
hacían treguas en las guerras. Y digo yo ¿y sin nos diésemos un descanso? Por
Dios que es Víspera de Navidad y ya está aquí el solsticio de invierno.
Comienza, una vez más, el ciclo de la vida.
lunes, 19 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sorolla: luz y color
Dos mujeres en la playa. Joaquín Sorolla
19 de diciembre, lunes. Joaquín
Sorolla y Bastida es el máximo representante de la pintura impresionista en
España. Nació en Valencia en 1863 y murió en Cercedilla, en la Sierra de
Madrid, en 1923. Sorolla lleva a sus cuadros la luz y el color del
Mediterráneo, (“La Playa, Jávea”), la denuncia social, influenciado por
su amigo Blasco Ibáñez (“Y aún dicen que el pescado es caro”), y un
cruce entre el impresionismo y los acuarelistas ingleses (“Niños en la
playa”).
De niño quedó sin padres y
estuvo bajo la tutoría de sus tíos. Posteriormente, se formó con el escultor
Capuz. Marchó becado a Roma donde abandonó la pintura de temas históricos que
hasta entonces habían marcado su obra.
En 1894 viajó a Paris. Conoce
de primera mano la pintura impresionista. Sabe lo que es pintar al aire libre y
se deja invadir por la luz y el color. Sus obras de colores claros y pinceladas
vigorosas comienzan a dar a conocer el Mediterráneo que él había vivido desde niño.
En París entra en contacto con la pintura de Monet, de Renoir, de Degas… Aparece
un nuevo Sorolla con una fuerza arrolladora que conecta directamente con el
espectador que se posesiona ante sus cuadros. Sorolla comienza a pintar los
“blancos” como hasta entonces no lo había hecho nadie.
En 1911 adquiere unos terrenos
en lo que entonces se conocía como el Paseo del Obelisco y que posteriormente
se llamó Martínez Campos, donde fijó su residencia. Llevó a su casa, hoy sede
del museo, parte de los paisajes españoles que él había conocido en sus
continuos viajes.
La Hispanic Society of America,
de Nueva York le encargó una serie de murales con temas regionales. Buscó
personajes y paisajes. Recorrió entre 1910 y 1920, España. Dejó una muestra de
la sociedad de aquel tiempo en sus lienzos. En sus retratos aparecen personas
de la talla de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Blasco Ibáñez, Baroja...
Obras suyas están en las
principales pinacotecas del mundo. El Museo del Prado y el que lleva su nombre,
- Cultura acaba de adquirir tres obras: ‘En la posada’, ‘La esclava y la paloma.
Desnudo’ y ‘El oferente’, todas ellas de 1883, en su período de
formación – ubicado, conforme se asciende desde el Paseo de la Castellana, a la
derecha, son visitas obligadas si se quiere conocer con profundidad la obra de
este valenciano universal.
domingo, 18 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los Cristinos
Familia: "Los Cristinos". Cantan a la Navidad. Álora (Málaga)
18 de diciembre, domingo. “Vamos
pastores, vamos, vamos hacia Belén…” No es eso, no. 1965. Robert Wise estrena una
película. El argumento, en Austria, 1938. Los actores; entre otros, Julie Andrews, Christopher
Plummer, Richard Hayddn…María es una alegre novicia. Abandona la abadía para
convertirse en la institutriz de los siete hijos de un militar retirado, el
capitán von Trapp, viudo desde hace poco tiempo. Los une la música. El campitán
von Trapp… No, tampoco es eso.
“Vamos pastores vamos, vamos a hacia Belén…” Los cantores, Juan Eugenio, Domingo, Paco, Mari
Carmen, Mariché y su marido Pedro Yañez, Chema, María... y más, muchos más. Mas
que la familia Von Trapp. (Éstos, también unidos por la música) ¡Hasta tres
generaciones en el escenario! El lugar la Fuentarriba. Es una familia de gente
que canta, bien, muy bien, mejor que bien. Si me apuran mejor que los ángeles. ¿Qué
no se lo creen? Porque no los ha visto...
“Vamos pastores vamos, vamos hacia Belén...” Era casi mediodía. Día
soleado de diciembre. Gente de pie porque ya no hay más sitio. Se llena la plaza.
En el aire flota el cariño y el recuerdo a Juan García, “el Cristino” y
a Gabriela López, su mujer. En el escenario, su familia: hijos, yernos, nueras,
cuñados, nietos... ¡Qué maravilla...! Eso sí, eso sí es eso.
Tiran de recuerdos. Comienzan a aparecer
villancicos del folclore tradicional de Álora. De ese que se pierde en el tiempo.
Riquísimo. Sabor a pueblo. Sabor a aguardiente, a zambomba, y a mantecados y
roscos caseros, a una onda de cinco ramales que corta, cuando se cruje, el viento,
a carraca, a zamarra nueva de cordero... A uno se la va la olla y se acuerda de
Pepe Rosas, de Antonio “el Divino”, de Inés “la Romanona”, de Tomás,de
Paco, que fue sepulturero, de los Serenitas,
de tantos y tantos que se nos fueron yendo...
Los Cristinos han sacado del alma eso que se
llaman recuerdos. Seguro que Juan y Gabriela (y todos los demás) esta mañana se
han asomado a los balcones del cielo y Juan, tan formal, con aquel bigote tan serio
ha mandado que se callen: “silenció, - habrá dicho - que ahí están todos los
nuestros”.
Vamos pastores vamos, vamos hacia Belén, a ver en
aquel niño, la gloria del Edén... y todos, a coros, han cantado y repetido
como solo lo hacen las almas buenas que están delante de Dios... la gloria
del Edén, la gloria del Edeeen.
sábado, 17 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Perote
17 de diciembre, sábado. Casi con
las primeras luces del alba – aún el sol no había apuntado por el Cerro del Espartal
– el perote bajó por el Tajo de la Quera,a la estación para coger el segundo
tren de la mañana. El primero, el de las Seis, hacía ya un rato que se había
ido.
Cuando llegó a la estación,
sacó el billete. Luego, se acercó a la cantina y le preguntó a Diego que estaba
detrás del mostrador.
-
¿El “Mixto”…?
-
A su hora,
contestó, Diego sin más explicaciones.
Al poco tiempo un repique prolongado
de la campanilla que concluyó con dos golpes: tan, tan…
-
De arriba, dijo
alguien que conocía por el tañido de la campana la procedencia del tren.
El Mixto era una composición
que venía de Antequera y Ronda y que se formaba, unida, en Bobadilla. Entró por
los sifones de Zumaquero majestuoso con un chirrido metálico que anunciaba que
el tren venía frenando. Al llegar a la estación, se detuvo. Una nube de vapor
salió de los bajos de la máquina. La gente se vio envuelta y parecían fantasmas
que emergían de la niebla.
Los vagones eran de maderas –
los asientos, también – se ascendía por jardineras situadas en los extremos. En
un lateral tres III informaba que aquel vagón era de tercera categoría como si el
Mixto tuviese otras. Al poco tiempo un silbido largo de la máquina anunció que
continuaba la marcha, y se perdió por el túnel.
Cuando llegaron a Málaga había
bullicio en la estación. El perote, cruzó la calle y en se adentró en el
quiosco de Gregorio.
-
¿Qué va a ser? Preguntó
un camarero.
-
Un ‘machaco’ y un mitad doble, con dos
ruedas de tejeringos…
El perote subió por calle
Cuarteles, anduvo por las ferreterías de ‘El Martillo’, y luego por la de Temboury,
en la esquina de Liborio García … Necesita unas puntillas de un largo especial –
en el pueblo no las había – para terminar una corraleta que estaba haciendo…
Al mediodía, se tomó unas gambitas
con mucha sal, en Calle Comisario, y después almorzó, en Casa Matías, unos “serafines”
- maimones enmascarados, pensó – y una fritura
malagueña…
Después, se sentó en la puerta
de la Cosmopolita y en una servilleta escribió bien visible: ni compro lotería
ni me limpio los zapatos. A media tarde se dio un volteo, y se fue hacia la
estación. En Casa Catalina compró unos cartuchos de pescado frito para los niños…
viernes, 16 de diciembre de 2022
El que no se consuela es porque
no quiere. Pedro era un hombre de mediana estatura. Seco de cara y de
respuestas. Hablaba lo estrictamente necesario y si era posible, ni lo
necesario. Es más, podría estar un día entero sin mediar palabra con nadie. A
veces, cuando llegaba alguien a trabajar a su casa, con un movimiento de cabeza
le indicaba el lugar donde estaba la chapulina. El otro por ser habitual sabía
el sitio…
-
¿Hoy?
-
La linde de la alberca…
No hacía falta más mensaje, ni
más precisión, ni más ordenamiento. Sabía que, chapulina al hombro, su misión
era desbrozar todo el lomo que circundaba la alberca por la parte de arriba y
que la delimitaba del camino que subía hasta el monte.
La mujer de Pedro siempre
vestía de negro. Se recogía el pelo por detrás con un rodete que se fijaba con
ganchillos de un calibre superior a los ganchillos normales y que a modo de
horquilla fijaba sobre su pelo.
Un día, María, que así se
llamaba la mujer de Pedro, cuando terminaron de comer, naturalmente sin haber
mediado ni una sola palabra, se dirigió a él y le dijo:
-
Pedro, hijo, de vez en cuando di algo…
-
¡Pa qué!, constestó él en un alarde de derrochar
palabras…
-
Pa ná, hijo, pa ná, respondió ella.
Pedro antes de irse para el
campo solía pasar por bar. Llegaba muy temprano – porque era muy madrugador –
cruzaba la puerta y se iba derecho al mostrador. No mediaba palabra. De un
bolsillo del chaleco sacaba la moneda exacta con la que pagaba la consumición.
La ponía, con un golpe seco, sobre el mostrador. El camarero le llenaba el
calibre y de un solo trago, adentro. Se iba tal como había venido. Nunca se
tomaba más de uno ni nunca se dirigió a los otros consumidores que a esa hora
temprana estaban en el bar.
Pedro estuvo varios días sin
aparecer. Aquella mañana, después del ritual diario, Pedro no fue al campo.
Todos vieron que llevaba un ojo con un fuerte apósito fijado por esparadrapos…
-
Pedro, le preguntó uno ¿y eso?
-
¡Eso! Se encogió de hombros, y salió.
Fue al banco. Al verlo entrar
el empleado desde el otro lado del mostrador, le preguntó
-
Pedro ¿qué te ha pasado?
-
Na, que me han sacado un ojo…
No sabemos qué se dirían el día
que llegó a la puerta del cielo lo dos homónimos…
jueves, 15 de diciembre de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Por estos días
Nacimiento instalado en la iglesia de la Vera Cruz. Álora (Málaga)
15 de diciembre, jueves. El
niño, con otros niños, iba por estos días al campo – aún no conocía aquello de
Juan Ramón, “al campo por romero y por amor” – a por aulagas y
arbolinas, por romero y por tomillo, por ramitas de encinas, por pitas, aprendices
de pita, que solo tenían unos centímetros…
El niño, con otros niños, iba a
las carpinterías del pueblo y pedían serrín de la madera que los carpinteros
dejaban caer al suelo y permitían que ellos lo recogiesen… Y hacían también
acopio de virutas que tenían el destino señalado.
El niño, con otros niños, subía
por la jerriza y por el Peñón Gordo y por el Hachuelo y por el Visillo
del Rapagón y buscaban piedrecitas que tenían una configuración rara y que
servían para dar sensación de montañas más naturales que el lugar de donde
ellos habían recogido el arsenal.
El niño, con otros niños
bajaban por la Cuesta del Río y pasaban por debajo del puente de la vía y
bajaban hasta el río, y unas veces allí y otras, al otro lado, cuando pasaban
el palo, buscaban unas chinas diferentes, distintas… Era el encuentro del
arroyo Jévar con el río. El arroyo y el río las traían de no se sabía dónde, y
a la vuelta, buscaban gandinga de las máquinas del tren.
El niño, con otros niños, iba a
la droguería de El Pintor, en la Fuentarriba, en la esquina con la calle de La
Parra o a la del “Tuerto”, frente a la Vera Cruz. El hombre no se llamaría así,
pero era la manera de nombrarlo la gente mayor. Compraban anilina verde y
tintaban el serrín y hacían praderas donde pastaban vacas y un hombre araba el
campo y en un pozo bebían las palomas de escayola…
El niño y otros niños, montaban
un nacimiento en sus casas. Aquellos nacimientos no tenían luz eléctrica, pero
tenían patos que nadaban por un río de papel de plata, y lavanderas y cabras
que ramoneaban en el monte, y un rey malo que vivía en un castillo, y tres
reyes en camellos... Y un portal de Belén, donde a un Niño – que era más
pequeño que ellos – le quitaban el frío un buey y una mula…
Y por unos días, aquel rincón
de la casa – el niño y los otros niños iban y venían de unas casas a otras –
olía a campo, a tomillo, a aulaga… a ilusión.
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Por estos días
Nacimiento instalada en la iglesia de la Vera Cruz. Álora (Málaga)
15 de diciembre, jueves. El
niño, con otros niños, iba por estos días al campo – aún no conocía aquello de
Juan Ramón, “al campo por romero y por amor” – a por aulagas y
arbolinas, por romero y por tomillo, por ramitas de encinas, por pitas, aprendices
de pita, que solo tenían unos centímetros…
El niño, con otros niños, iba a
las carpinterías del pueblo y pedían serrín de la madera que los carpinteros
dejaban caer al suelo y permitían que ellos lo recogiesen… Y hacían también
acopio de virutas que tenían el destino señalado.
El niño, con otros niños, subía
por la jerriza y por el Peñón Gordo y por el Hachuelo y por el Visillo
del Rapagón y buscaban piedrecitas que tenían una configuración rara y que
servían para dar sensación de montañas más naturales que el lugar de donde
ellos habían recogido el arsenal.
El niño, con otros niños
bajaban por la Cuesta del Río y pasaban por debajo del puente de la vía y
bajaban hasta el río, y unas veces allí y otras, al otro lado, cuando pasaban
el palo, buscaban unas chinas diferentes, distintas… Era el encuentro del
arroyo Jévar con el río. El arroyo y el río las traían de no se sabía dónde, y
a la vuelta, buscaban gandinga de las máquinas del tren.
El niño, con otros niños, iba a
la droguería de El Pintor, en la Fuentarriba, en la esquina con la calle de La
Parra o a la del “Tuerto”, frente a la Vera Cruz. El hombre no se llamaría así,
pero era la manera de nombrarlo la gente mayor. Compraban anilina verde y
tintaban el serrín y hacían praderas donde pastaban vacas y un hombre araba el
campo y en un pozo bebían las palomas de escayola…
El niño y otros niños, montaban
un nacimiento en sus casas. Aquellos nacimientos no tenían luz eléctrica, pero
tenían patos que nadaban por un río de papel de plata, y lavanderas y cabras
que ramoneaban en el monte, y un rey malo que vivía en un castillo, y tres
reyes en camellos... Y un portal de Belén, donde a un Niño – que era más
pequeño que ellos – le quitaban el frío un buey y una mula…
Y por unos días, aquel rincón
de la casa – el niño y los otros niños iban y venían de unas casas a otras –
olía a campo, a tomillo, a aulaga… a ilusión.
15 de diciembre, jueves. El
niño, con otros niños, iba por estos días al campo – aún no conocía aquello de
Juan Ramón, “al campo por romero y por amor” – a por aulagas y
arbolinas, por romero y por tomillo, por ramitas de encinas, por pitas, aprendices
de pita, que solo tenían unos centímetros…
El niño, con otros niños, iba a
las carpinterías del pueblo y pedían serrín de la madera que los carpinteros
dejaban caer al suelo y permitían que ellos lo recogiesen… Y hacían también
acopio de virutas que tenían el destino señalado.
El niño, con otros niños, subía
por la jerriza y por el Peñón Gordo y por el Hachuelo y por el Visillo
del Rapagón y buscaban piedrecitas que tenían una configuración rara y que
servían para dar sensación de montañas más naturales que el lugar de donde
ellos habían recogido el arsenal.
El niño, con otros niños
bajaban por la Cuesta del Río y pasaban por debajo del puente de la vía y
bajaban hasta el río, y unas veces allí y otras, al otro lado, cuando pasaban
el palo, buscaban unas chinas diferentes, distintas… Era el encuentro del
arroyo Jévar con el río. El arroyo y el río las traían de no se sabía dónde, y
a la vuelta, buscaban gandinga de las máquinas del tren.
El niño, con otros niños, iba a
la droguería de El Pintor, en la Fuentarriba, en la esquina con la calle de La
Parra o a la del “Tuerto”, frente a la Vera Cruz. El hombre no se llamaría así,
pero era la manera de nombrarlo la gente mayor. Compraban anilina verde y
tintaban el serrín y hacían praderas donde pastaban vacas y un hombre araba el
campo y en un pozo bebían las palomas de escayola…
El niño y otros niños, montaban
un nacimiento en sus casas. Aquellos nacimientos no tenían luz eléctrica, pero
tenían patos que nadaban por un río de papel de plata, y lavanderas y cabras
que ramoneaban en el monte, y un rey malo que vivía en un castillo, y tres
reyes en camellos... Y un portal de Belén, donde a un Niño – que era más
pequeño que ellos – le quitaban el frío un buey y una mula…
Y por unos días, aquel rincón
de la casa – el niño y los otros niños iban y venían de unas casas a otras –
olía a campo, a tomillo, a aulaga… a ilusión.