30 de enero, domingo. Día de invierno, temperatura de
primavera (veinte grados) y cielo con calima de verano…¡Un lío! Desde hace unos
días, el viento de Levante ha imperado con fuerza. Ha dejado ver su poderío en
la medida de que, cuando manda el viento,
todo se pone a sus órdenes. O sea, queda claro que es él quien chlifla… En la
ladera del Peñón Gordo y en el borde de la carretera, están florecidos los
almendros. Ahítos, rebosantes, explosivos.
Casi a media mañana han
celebrado un prueba de atletismo. Más de quinientos deportistas ha pasado como
un tropel ligero. Luego, desde de detrás de los cristales, veo a la gente –
poca gente - que pasa por la calle. La gente va a lo suyo. Desde que comenzó el
invierno, la gente viste con colores oscuros, grises, como si fuesen todos de
uniforme. Una mujer relativamente joven rompe la monocromía. Lleva un pañuelo
de colores que rodea su cuello.. La gente va seria. Tiene un tinte de
preocupación en sus rostros.
Han pasado dos hombres que suelen
pasar casi todos los días a la misma hora. Su parecido físico delata que son
hermanos biológicos. No hablan entre ellos. Caminan con paso seguro y decidido.
Estos hombres deben tener la obligación de dar una paseo por aquello del
colesterol, del aburrimiento, del escaparse un rato de sus casas… No sé. Los
veo pasar cada mañana, por cierto, los dos tienen el pelo blanco.
Un poco más arriba, en el
parque, la gente reunida en pequeños grupos deja que pase el tiempo. Como se
ven a diario, sus temas de conversación siempre son los mismos. Sus caras
denotan aburrimiento. Alguien con un poco de chispa, ha bautizado los tres
bancos que están próximos al paso de los transeúntes con los nombres de tres
hospitales de Málaga: El Pascual, El Marítimo y el Clínico.
La lectura a la ironía es
implacable: ‘terminales’, ‘aparcados’ por si hallan la solución, y ‘en
vías de reparación’. Todos viven su momento y pregonan que la gracia innata es algo
que da Dios a quien quiere regalársela. Cuando son días de vacaciones, la
chiquillería acude a los artilugios que el Ayuntamiento ha colocado para dejar
palpable que nuestro pasado, el Pitecantropus
erectus, el mono y algunos niños de hoy, pues eso, casi primos hermanos con
el mismo ADN. No hay más que echarles un vistazo…
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