A mi amigo Juan que me pide unas letras para
acompañar su añoranza.
9 de
enero, domingo. Era muy temprano. Era esa hora en que las
calles llevan muy poco tiempo puestas y aún no se había secado el agua
esparcida por el camión de riegos que baldea de madrugada. Todavía no habían
subido los cierres metálicos de los comercios porque, ahora, las tiendas abren
más tarde…
-
Yo quiero un café … (y señaló el mosaico donde
estaban escritas las tropecientas mil maneras con las que en Málaga se pide un
café…) pero no está puesto ahí.
-
¿Y qué quiere usted? Inquirió el camarero.
-
Quiero, dijo la chica, porque era una chica
quien lo pedía, uno que tenga ‘mucha agua y poco café…”
-
¡Ah, respondió sin dudarlo ni un momento, usted
quiere ‘un café americano’.
Era en el Café Central. En la
esquina de Calle Santa María, en la Plaza de la Constitución – la única Plaza
que en Málaga ha superado los avatares políticos que cambiaba los nombres a las
calles y siguió llamándose, Plaza de la Constitución en honor a la de Cádiz, de
1812…¡Viva la Pepa¡ - y que acuñó algo tan único como la capacidad de conocer
la procedencia del cliente, que pedía, fuera
de su tierra, un: “Solo, largo, semi-largo, solo corto, mitad, entre-corto, corto, sombra,
nube…”
Ahora, cierra. Tiranía del
progreso. Piden más pago de alquiler – se une a la jubilación de quien lo renta
– del que se puede pagar y se van ciento un años de historia. Otro más que se
une a La Buena Sombra, El Pombo, La Mar Chica, El Boquerón de Plata, La Tasca,
La Manchega, La Cosmopolita, La Campana, Quitapenas…
Queda roto el dicho que hablaba
de la ‘Ciudad bravía’, de las cien tabernas y de la solitaria librería. Por
cierto, de entre estas, se nos fueron también, la Cervantes casi enfrente del Central, en la misma plaza, la Ibérica
en calle Nueva, la Denis en Santa
Lucía… Allí, Jorge me vendió los primeros libros de Unamuno publicados en
Espasa Calpe. ¡Menos dinero tenía uno!
Cierra el Café Central. Una
Málaga nueva de franquicias, casi seguro abrirá dentro de unos meses y uno unirá
el recuerdo del Central, a los patios con los grifos que gotean sobre el
lebrillo de barro en el patio de vecinos en los cuadros de Leonardo Fernández,
y a los tranvías que anunciaban ‘Anís del
Mono’ en los de Jaime Rittwagen…¡ ‘Uno
solo corto’! por favor..
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