Alameda Principal. Málaga
14 de
enero, viernes. El eje desde el Hospital Noble a Teatinos donde
se bifurcan los caminos, es una línea recta, como trazada con un tiralíneas.
¿Casualidad? ¿Se proyectó así? Probablemente, no. Pero salió.
Arranca en el Hospital Noble,
continúa por el Parque, Alameda Principal, Plaza de Manuel Alcántara, Avenida
de Andalucía, Plaza de Manuel Azaña, y Avenida de Blas Infante. Allí desde una
glorieta se reparte ‘juego’.
Todas tienen personalidad. Me
quedo hoy en la Alameda. Nació como Venus – lo dicen don Francisco Bejarano y
Julián Sesmero – del mar. Verán. Las cosas, a veces tienen mucho que ver con el
destino. Por un lado el Guadalmedina que inundaba periódicamente la ciudad. Casi
en sus orillas, el castillo de San Lorenzo que pierde su sentido de defensa y
en el otro extremo, la Coracha, que pasa a ser algo más de recuerdos que de
necesidad.
Dos puertas: la de la
Espartería y la Puerta del Mar en las Atarazanas… La Acera de la Marina veía
como el mar se alejaba. La Aduana ya no estaba en el rebalaje, porque se
vierten escombros y tierra, y se ‘empuja’ al mar un poco más allá. Solo un poco
más, pero siempre más allá. La ciudad gana espacio.
Epidemias de carbunco, peste,
tabardillos, y Vómitos negros merman la población. La insalubridad es enorme.
Se impone derribar una parte de la primigenia ciudad y se vierten los escombros…
pues eso, a la orilla del mar que ya no llega hasta la misma muralla. Francis
Carter cuando visita Málaga en 1772 dice que frente a la Puerta de la
Espartería se han plantado ‘álamos blancos’. Ha nacido el paseo.
El año 1785 se puede decir que
es la fecha del nacimiento de la Alameda. Uno después, en 1786 se construyen
dos fuentes, bancos, un paseo y lugares para sentarse. La sociedad malagueña se
asienta en las noches de verano hasta la madrugada, para tomar las brisas que vienen
del mar…
Después todo es imparable. Cada
año se avanza un peldaño más. Jorge Loring – donde hoy está el Archivo
Municipal – o Teodoro Reding se construyen mansiones… Compiten con otras de las
burguesía capitalista que hace ostentación de poder. La estatua del marqués de
Larios, de Benlliure, es la guinda. La última remodelación, en el mandato
municipal de Francisco de la Torre, una consecución más para una ciudad de luz,
a quien alguien llamó la Ciudad del Paraíso.
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