lunes, 17 de enero de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Limpieza

                


17 de enero, lunes. Ha amanecido un día soleado y frío. El viento de levante de estos días, ha dado un paso atrás. A ratos las nubes han puesto una nota gris sobre el cielo azul y, a ratos se han disipado. Todo está un poco desconcertado. Como yo.

Hoy me he llevado un mal trago. Bueno, dicho de esa manera… En mi casa anuncian la llegada del pintor. Eso en una casa es sinónimo de ponerlo todo patasarriba para que luego todo se quede muy bonito, pero mientras tanto, ¡Dios que calle de la Amargura!

Toca limpieza a fondo en la biblioteca. No sé por qué puñetas el síndrome de Diógenes es algo del que uno no puede librarse y sin venir a cuento, comienza a acumular y a encerrarse, en mi caso, entre papeles y libros. Urge clarear la situación. Ya sé que llegará un día en el que alguien se deshaga de todo esto. Me cuesta tener que ser yo quien tome la decisión.

 

He comenzado el espulgue. En una ocasión leí que alguien había tomado la decisión de que para entrar un nuevo libro, tenía que dejarle hueco uno de los que estaban en el anaquel. (En lo que va de año han entrado cinco) No es fácil la decisión…

Me reencuentro viejos libros muy queridos. Casi sin querer, tropiezo con la literatura de Pérez Lozano. He vuelto a estar con él unas cuantas horas. Lo leí cuando yo debía andar, poco más o menos por los dieciocho años. Ahora ha sido distinto, pero Dios sigue teniendo un O, y las campanas aún tocan solas.

Me he dado cuenta que ya no tengo susto del búho, que cuando niño, por las noches hacía uuuuhhhh, en las casuarinas que orillaban la vía del tren. No están ni las casuarinas que para nosotros eran los pinos de la vía, ni los búhos, que por las noches, hacían uuuhhhh. Tampoco está el niño aquel y, Tiberio, probablemente andará confundiendo nubes, mientras Las Campanas tocan solas. ¿Habrá encontrado la O de Dios?, porque de lo que sí estoy seguro es de que Dios tiene una O ¡Qué grande era  Tiberio, quiero decir, José María Pérez Lozano!

Yo me busco a mí mismo y no me reencuentro. O mejor, sí me he reencontrado, porque llevar los libros al contenedor es algo así como llevar una parte de uno mismo…

 

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