miércoles, 26 de enero de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Berceo, abre una puerta

 

 

                       


               Monasterio de San Millán de la Cogolla. La Rioja


26 de enero, miércoles. Tarde fría y ventosa, de invierno. Invita a chimenea y lectura frente al crepitar de las llamas. Aconseja recogimiento y rumiar por dentro algunas cosillas a las que dedicamos poco tiempo. Bueno, a lo mejor no es poco, pero sí, visto como está el patio, no todo el que se le debería.

Cae en mis manos – de hecho vino hace unos días Paisajes de la Historia de España de Fernando Díaz de Cortázar Ed. Espasa 2021, o sea calentito – y lo estoy degustando. Estos libros son para leerlos muy despacio, - como el buen vino, paladearlos - en los momentos propicios y sin ninguna prisa.

Abro el capítulo, de hecho la obra es un conglomerado de pequeños ensayos, puntuales, acertados- que dedica a San Millán de la Cogolla. El autor pone sobre la mesa a Berceo, que vivió en el siglo XIII y a su obra. Copio los conocidos versos de una transcripción que hace:

 “Yo maestro Gonçalo de Verceo nomnado, / yendo de romería caeçí [fui a parar] en un prado, / verde e bien sençido [sin labrar], de flores bien poblado, / logar cobdiçiaduero [deseable] par omne cansado”.

Hace un rato, el telediario ‘nos regaló’ el postre del almuerzo con imágenes de la frontera de Ucrania, con exhibiciones de armamentos y matones de barrio, con barcos de guerra que cruzan los mares hacia puertos lejanos, con desencuentros entre los que debería derrochar diálogo y comprensión, con hospitales saturados y gente agobiada, con paisajes gélidos para verlos desde la mesa de camilla, pero no desde el camino vecinal.

Suso y Yuso – los monasterios – están en la orilla de la Sierra de la Demanda, en La Rioja Alta, entre viñedos y campos de cereales en verano, al pie, casi al pie del Camino francés que viene de allende los Pirineos y va a dar en Santiago y luego un poco más allá, pero solo un poco, en Finisterre donde creían que se terminaba el mundo.

Uno piensa en eso tan bucólico que nos contaba Berceo, y creo que no es algo de otro mundo y que tiene un remate soberbio. Muy actual. Ese prado de flores - ¿vendrá este año muy retrasada la primavera? – es el lugar ideal para el hombre cansado. Me da la impresión que estamos cansados, muy cansados, demasiado cansados. A lo mejor procede replantearse algunas cosas….

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