23 de enero,
domingo.
Antonio Machín pregonaba: “Dos gardenias
para ti…” Pudo ser una varilla de orquídeas. No lo fue. La llaman la reina
de las flores. Merece el título por su belleza y por sus formas. Capricho de la
naturaleza, ensueño, poesía que se hace flor, fantasía que se baja a los colores. Todo eso y
más.
Por una extraña razón, se fija su existencia a
los bosques cercanos a los trópicos. Es una inexactitud. Se adapta a todas las
condiciones naturales. Vive en todos los climas. Cuando con la técnica el
hombre entra en su cultivo, entonces toma las formas más caprichosas.
Se han roto las creencias de que solo son
propias de las zonas húmedas y calurosas. Se encuentran en todos los lugares
del mundo. Hay especies en las regiones gélidas del Ártico; otras, en las
selvas del Amazonas. Lo mismo aparecen a nivel del mar, que en las cumbres más
elevadas. Algunas especies crecen a más de cuatro mil metros de altura en los
Andes…
Otro mito dice que solo viven en los árboles.
Hoy, se conoce que algunas se desarrollan sobre cactus, sobre rocas o bajo el
nivel del suelo. En los invernaderos los expertos han conseguido auténticas
maravillas, que asombran en los mercados más sofisticados.
Su familia es de gran diversidad. Comprende
cerca de mil géneros distribuidos en más de treinta mil especies, aparte de
unos cuarenta y cinco mil híbridos (combinaciones de dos especies) obtenidas en
la naturaleza o por floricultores. Parece excesivo; no lo es.
Son plantas perennes. No mueren cuando han
producido semillas para su propagación. Es una flor que causa admiración por su
belleza, fragilidad y encanto. Es la reina de la sensibilidad y su utilidad en
la agricultura, enorme. Su capacidad – son campo de aterrizaje – para atraer
insectos, es inusitada y así además, facilita el transporte del polen para su
fecundación.
Su tamaño, forma y color también las hacen que
sean muy características dentro del mundo de las flores. Su desarrollo puede
ser minúsculo (de solo unos centímetros) o muy largos. Algunas alcanzan más de treinta metros… Dos cosas quedan claras: su
belleza extremadamente sutil, y la frustración que sienten los aficionados que
todavía (como tampoco con el tulipán o con la rosa) han conseguido la orquídea negra.
Está dentro del mito. Ah, y si por un casual, ves un jarrón con una orquídea
dentro… No preguntes.
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