27 de enero, jueves. Hoy dice el calendario, que
hace setenta y cinco años que me dejaste para que anduviese ese camino que
llaman vida…
Siempre me contaste que era por
el mediodía, en el Sanatorio Gálvez de Málaga, porque la cosa venía
complicadilla y te tuviste que ir a la capital… Ya ves, cosas que pasan. El
otro día, mi amigo Bartolomé me regaló un libro con la biografía de don José.
Ahora han abierto el proceso para llevarlo a los altares. Ya es tener suerte,
¿verdad, mamá? Una madre como tú y un médico como él...
Me dijiste también, que la
monja que te atendía, cuando te dio la noticia de que era un niño, fue y te dijo. “Este niño
trae una señal. No se le perderán nunca…” y que tú, asustada, le preguntaste por el ‘defecto’ y, entonces ella, te dijo, “un lunar en el pecho”
y tú con una sonrisa le dijiste: “como su padre…”
Me contaste que la primera
mujer que me cogió en sus brazos fue “tita María” que era cuñada de tu hermana
Antonia, pero que para mí fue siempre ‘tita María’ y que era una mujer de una
bondad fuera de lo común… ¡Ya ves, también tuve esa suerte!
Después, cuando nos dejó papá
(yo todavía no había cumplido los tres años y Andrés venía de camino) por culpa
del maldito tifus que entonces no tenía cura, te quedaste: “con el día y la
noche y una capacidad de lucha enorme… Y nos sacaste adelante, y bueno, y todo
eso que hemos andado juntos.
No te regaló nada la vida.
Tuviste que luchar y pelear mucho, muchísimo. Eran ‘aquellos tiempos…’ pero no nos traumatizamos.
Nos educaste sabedores que hay que ganar honradamente el pan de cada día y que
siempre hay que ir con la cabeza bien alta. He intentado hacerte caso. Hay
cosas que se maman y no se olvidan.
Cuando la vida nos fue dando
los palos que teníamos asignados, siempre estuviste tan cerca de mí, que en
ocasiones, en muchas ocasiones, siempre fuiste padre y madre… He procurado no
defraudarte nunca en mi manera de ser y, cuando fue preciso, yo también estuve
a tu vera.
Ya sabes que soy de lágrima
ligera, así que imagínate como escribo estas líneas…
Hoy, ya sabes de mi amor a la
flores que vienen de ti, te dedico esta rosa, aunque desde dentro van todas las
rosa de todos los días de mi vida, hasta que Dios decida que llegue el momento
de rejuntarnos a todos… Gracias, mamá.
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