La pitahaya - también puede aparecer escrita como pitaya – es una fruta de origen
americano. Viene del suelo de Haití y ya se ha extendido por parte de Vietnam,
y lugares subtropicales de América. En España se cultiva en la zona de la Axarquía,
en Almería, Huelva y Sevilla y en algunos
lugares de Extremadura.
Es un fruta que ha venido a
ocupar un lugar propio entre los sabores exóticos que han llegado al mercado
para aportar placeres diferentes, sobre todo en los postres y en el abanico de
los batidos. Su textura es parecida al kiwi y su sabor evoca un poco al de la
chirimoya con la que también tiene en común, su gran cantidad de pepitas aunque
más pequeñas.
Pertenece a la familia de la
cactáceas. Es normal verla como planta de adorno en macetas, jardines y
arriates. Lo que ocurre, es que al no fructificar, siempre se tomó como una
planta de adorno – algo parecido a la patata en sus orígenes cuando llegó de
América – que no dejaba de ser diferente.
En América la poliniza – es hermafrodita
– un murciélago que no existe en España, lo que hace que aquí esa faena tiene
que realizarse a mano. Eso es una dificultad añadida, además de su
desconocimiento, lo que origina que, todavía al ser baja la producción llegue
al mercado a precios elevados. En tiendas especializadas y en frutería se puede
ofrecer al público entre los seis y diez euros el kilo.
Existen cuatro variedades de
pitahayas: la roja de pulpa blanca, la roja de pulpa del mismo color, la roja
de pulpa púrpura y la amarilla de pulpa blanca. Es muy poco exigente en agua (un
par de litros semanales) por lo que se ofrece como una alternativa en terrenos
secos, bien drenados y con pocas exigencias.
Dicen los expertos que propicia
grandes beneficios al organismo, entre otros facilita el tránsito intestinal y
es un complemento ideal en las macedonias
de frutas junto a los mangos y papayas, entre el abanico de tropicales que poco
a poco, ocupan lugares en los mercados.
En la mesa hasta ahora ha sido
una desconocida. Cada día se extiende más y llega a lugares que ni conocían su
existencia y además ayuda y enriquece a la economía agrícola que opta por otras
salidas como alternancia a lo tradicional.
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