lunes, 18 de octubre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Buçaco y Coimbra

 

 

 

                             Palacio de Buçaco


Describir el Parque de Buçaco, es enredarse en una complicación. Algunas cosas solo el ojo las ve y el alma las asimila.  Ésta, es una. El bosque (araucarias de Brasil, Cedros del Himalaya y del Atlas, abetos del Cáucaso, secuoyas de Norteamérica…) cubre, palmo a palmo la sierra. Su historia viene del siglo VI, con los Benedictinos; luego, en el XVII, los Carmelitas Descalzos edificaron un convento. Cubrieron con corcho ventanas y puertas para aislarse del frío. Crearon un ‘desierto’.

La exuberancia del neomanuelismo del Palacio, la filigrana en la piedra, la maraña de árboles, el rumor del viento que mueve las ramas – porque el día amaneció ventoso – el perderse por los vericuetos umbríos, solitarios, únicos… transporta a un mundo de ensueño. El viajero se adentró en la espesura. Bajó por caminos que abrieron otros aventureros entre musgos, helechos, lianas...

Al alejarse llevaba consigo un poso de tristeza, de añoranza, de saber que se va de algo que no encontrará en ningún otro sitio. Todo ese mundo, irrepetible como lo es el cielo abierto y el paisaje, a sus pies, desde la cumbre, desde la Cruz Alta.

El viajero va a Coimbra. Mira por el camino un lugar donde reponer fuerzas. No encuentra. Entra en Coimbra. Busca la Universidad. Piensa – equivocadamente -  que allí puede encontrar un sitio idóneo y la tecnología, por esas cosas raras, lo lleva… a la puerta del cementerio.

La amabilidad – antítesis al nota de Casinha – lo saca del atolladero y casi lo deja a las puertas de la Universidad. Es domingo. Todo está cerrado. Acude gente ‘de guapo’. Van a una boda. Todos los lugares donde puede encontrar un hueco para comer, están completos.

Baja. Deja a un lado la Catedral vieja. Cada cosa requiere su hora y ahora es lo que toca. Sigue bajando. En Coimbra o se sube o se baja y hasta el Mondego que la rodea baja buscando el mar.  En la calle Fernandes Thomas, en Fangas Mercecarias encuentra donde le sirven chorizo ahumado y queso de la Sierra de la Estrella…¡Exquisitos!.

La tarde está calurosa. Cae el sol de plano. El río está como siempre, con esa belleza que los ríos regalan a las ciudades a las que besan… Hay tránsito de coches. La gente pasea, disfruta del buen tiempo. El viajero, por la hora, descarta ir a Marinha Grande. Otra vez será…



                    Coimbra. Río Mondego



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario