miércoles, 20 de octubre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viaje a Portugal. Siempre bella y (6)

 

 

                Monumento al Marqués de Pombal

Bordea el viajero la estatua del Marqués de Pombal – Sebastián José de Carvalho y Melo – representante del Despotismo Ilustrado, ‘todo para el pueblo pero sin el pueblo’, embajador en Londres, donde no le concedieron ni una sola de las peticiones que hizo, pero de donde se trajo la convicción de reconvertir Portugal a las nuevas corrientes económicas de la Ilustración…

Sobre una columna, la mano apoyada en un león símbolo del poder, ve como se abre la Avenida de la Liberdade hacia la Baixa, hacia el Tajo que lleva al mar.

Toma un café en una terraza de la plaza de Pedro IV, o sea la Plaza del Rossío, o sea el centro neurálgico de Lisboa, y desde allí, después de cruzar la Plaza de la Figuera, sube por el barrio de Graça… Esa es otra Lisboa: la Catedral, san Antonio – el del milagro de los pajaritos- , San Vicente de Fora, la Puerta do Sol, y arriba en la cumbre, el Miradouro, entre el castillo de San Jorge y Alfama

 


              Tranvías en Alfama

Alfama es un dédalo de calles estrechas, umbrías. Nunca entra el sol, jaulas con canarios, flores en las ventanas, ropa tendida en los bacones, tranvías que, sin caber caben, y suben y bajan una y otra vez. En el aire, el fado – aquí nació eso que no se define porque es esencia de su alma - y la voz de Amalia Rodrigues, de Gisela Joao, de Mariza, de Ana María… Por Alfama se transita pero entrar… Es otra cosa.

Al mediodía cruza a Casinha en el transbordador. Esta vez la experiencia – ha tropezado con el vivillo de turno – no es tan placentera como otras. Eso ocurre a veces. Una almendra amarga…

 

 

                Torre de Belem


La tarde la dedica a Belén, admira el monumento a don Enrique, ‘el Navegante’, y será porque fue un aventurero como el viajero, este rey le cae bien… y la Torre, y cómo siguen impasibles los guardias ante el Palacio Presidencial y el encaje en piedra de los Jerónimos donde guardan – dicen – las cenizas de Camoens, de Vasco de Gama, de Pessoa…

 


                        Los Jerónimos. Pastelitos de Belem


No hay toros sin moscas, ni degustación de los pastelitos de Belén, sin cola. El viajero la hace y los degusta y recuerda que Lisboa es ciudad de soñadores,  a la que siempre vuelve  - ya ha dicho que tiene perdida la cuenta- porque viene a reencontrarse con sus recuerdos. “¡Ay, Portugal! ¿por qué te quiero tanto?”.


 

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