sábado, 16 de octubre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viaje a Portugal. Fátima (3)

 

 

                                              


 

Desde Torres Vedras la autopista es una gozada: amplia,  curvas muy suaves, el piso excelente... Portugal tiene unas magníficas autopistas. El Plan Marshall le dejó un legado en muchos aspectos inmejorables. Luego, entre matorrales y bosques tupidos, una desviación a  la derecha…

En Fátima todos los caminos conducen a la basílica, aunque al viajero le cuesta encontrar el que lleva al hotel donde debe reponer las fuerzas gastadas en el camino. Al caer la tarde, la fatiga se nota y la mente está poco lúcida. Son tantas las sensaciones vividas que cuesta encontrar la senda precisa. Como en la vida, muchas veredas confluyen en un mismo sitio. ¿Cuál es la acertada?

Con la noche cerrada, el viajero acude a la basílica. Es otoño, y el gentío muy numeroso. Se sienta en uno de los escalones y piensa que él quiere para sí solo una parte de la fe de esas personas que elevan al aire sus velas protegidas de la brisa en un vaso de plástico. Rezan en portugués, en francés, en español, en alemán… Una voz femenina lo hace en vietnamita. Es una voz preciosa, cantarina, con una melodía diferente. Rompe con la ronquedad de las otras lenguas.

Cuando termina la procesión – en la cabecera va una cruz luminosa – continúan rezos y bendiciones. La gente, poco a poco, se retira. Él también lo hace. Piensa y no comparte, nada aunque respeta profundamente, a esa gente que de rodillas cruza toda la explanada. Piensa (¿todos no van a estar equivocados?) y piensa. No encuentra…

Cuando amanece al día siguiente, la mañana está agradable. El viajero sube al ‘Calvario húngaro’. No hace calor. La brisa suave  hace el camino placentero. Está rodeado de olivos en tierras sin cultivar y encinas, algunas bellotas maduras esparcidas por el suelo. La ascensión por el camino del Viacrucis orillado por las estaciones, invita a meditar y a gozar del paisaje. Un colegio de chiquillos juegan y alborotan, dentro de un orden. Luego se dirige a las casas donde vivieron Lucía, Francisco y Jacinta.

La pobreza en los tiempos de aquellos niños debió ser enorme… Ahora ve como se mercantiliza todo, como el dinero lo mueve casi todo, como un materialismo potente lucha contra las creencias de miles de personas y se impone  en tenderetes que ofrecen servilletas, manteles, paños de cocina… Los escaparates de las tiendas abarrotados de imágenes. Se le va la mente hacia aquellos mercaderes del templo…

 

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