Para ti...
domingo, 31 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Limones
El limón es un tesoro natural.
Está al alcance de la mano. España es uno de los máximos exportadores mundiales
y se producen en Andalucía y Murcia. Originario del Sudeste de Asia, está
extendido por todas las zonas templadas el Planeta.
Tiene en su composición, ácido
cítrico muy beneficioso para la salud, y en la piel, pectinas empleadas en la
industria, sobre todo, en la de cosmética. Es una fruta curativa por excelencia
y proporciona al organismo vitaminas, elimina toxinas y combate de manera muy
eficaz a las bacterias.
Desintoxica el organismo,
elimina toxinas, potencia el funcionamiento del hígado al que ayuda a
metabolizar los alimentos y a aligerar las digestiones pesadas.
El uso del limón está muy
valorado en la cocina. No hay que olvidar que el limón es el aditivo natural
más poderoso. Sirve para aderezar ciertos alimentos a los que da un toque
especial y proporciona esencia y aroma, si bien, usado en exceso puede acarrear
un problema de adulteración del propio alimento. Se emplea con gran éxito en
repostería, confituras y licores
Hay otra manera de consumo. Es
fácil, muy beneficiosa y asequible. Un zumo de limón disuelto en agua y
endulzado con un poco de miel, (le ayuda a que se note menos el sabor ácido
porque lo mitiga) cada mañana es una profilaxis (ayuda a prevenir) contra los
resfriados ahora que por cambios de climatología los fríos casi están llamando
a la puerta. Es una manera muy eficaz de luchar contra los constipados que
llegan sin avisar.
El ácido cítrico está también
presentes en otras frutas como las naranjas pero con más fuerza en los limones
y las limas. En Málaga la zona más productora de limones son el Valle del
Guadalhorce, lo que siempre se conoció como Hoya de Málaga, algo en Estepona y
en la zona de Benamargosa, en la Axarquía donde está cediendo terreno a las
frutas tropicales que dan una rentabilidad superior.
El árbol que lo produce, el
limonero, desarrolla una copa grande, posee una belleza natural grande, con un verdor intenso y lleno de frondosidad y
da varias cosechas al año, según la variedad, que pueden cambiar de nombre pero
no de calidad en su acidez. Como contrapunto tiene su sensibilidad a los fríos
y a las heladas que lo hace vulnerable en algunos meses de invierno, entre
diciembre y marzo.
sábado, 30 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Crisantemos
Claveles y azucenas en mayo,
rosas en abril, gladiolos en agosto, lirios en febrero… Crisantemos ¿solo en
noviembre? Lo parece, pero no.
Las flores, la cultura de las
flores en su lenguaje universal comunican sentimientos, mensajes, momentos y
estados del alma… Están presentes en nuestras vidas todos los meses del año.
Las expresiones de amor,
alegría, tristeza, recuerdo o añoranza vienen, en ocasiones, de la mano de las
flores. No hablan con voces humanas pero lo dicen casi todo y son inteligibles
para quienes encierran un mínimo de sensibilidad.
Todas sabemos qué mensaje envía
una rosa roja o morada, un biznaga de jazmines o un clavel. Hablan las
orquídeas, las petunias o las flores de los almendros en lo más crudo del
invierno, los frutales en primavera, las margaritas de los bordes de los
senderos.
Pero y ¿los crisantemos? También. De entrada, su nombre significa ‘flor
de oro’. Viene del griego antiguo. ‘Krusos
(oro) y anthos (flor). En Asia es una
flor muy apreciada. En China se asocia con la longevidad, en Japón con la
felicidad, de hecho es la flor nacional y está en su escudo imperial, en EE.
UU. con la sabiduría..
En España y algunos países de Iberoamérica,
como México se identifica como un símbolo de culto a la muerte. Un recuerdo de
la permanencia de los seres que ya no están pero que perduran a través de no
caer en el olvido.
El crisantemo es una flor que
no ofrece grandes dificultades a la hora de cultivarlo y se ha extendido de tal
manera que, aunque tienen sus cotas de mercado más elevadas en torno a la
festividad del día de los Santos (Cuando debería ser el dos de noviembre,
festividad de los Difuntos), de hecho está todo el año en el mercado.
Dicen que los crisantemos blancos
son símbolos de eternidad, los rosas de ternura y fragilidad… De hecho en
algunas civilizaciones lo utilizan como exorno floral en los ramos de novia e
incluso en la nueva cocina de innovación como un componente más. Dan un color y
sabor diferente (reconozco, que no los he probado nunca, pero si lo dicen…)
Estos días vemos como en esa
peregrinación hacia los cementerios donde quedan patentes, aunque sea por una
vez al año, los recuerdos, en nuestra cultura el crisantemo es la flor que
ocupa uno de los lugares más sobresalientes.
viernes, 29 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sagrada luz
La luz, la sagrada luz del Sur
de la que hablaba Miguel Ángel Asturias, a partir de la próxima semana se va a
asomar antes, solo un poco antes, a las crestas de las sierras, a los picos de
los montes, a los bosques de las riberas. La luz, la sagrada luz del Sur
entrará más temprano por las rendijas de las ventanas porque alguien, a quien no
conocemos, decide que hay que cambiar la hora.
Dentro de unos días, los
pajarillos se van a levantar más pronto. Entre la oscuridad del bosque,
comenzarán a filtrarse los rayos que hurgarán en sus ramas. Hay bosques sin
embargo, donde no tienen posibilidad de entrar nunca buscando lo más recóndito, lo más misterioso,
lo más sublime que el bosque encierra dentro su frondosidad que le ha concedido
la gracia de la naturaleza.
Seguramente, conforme abra el
día, con esas luces primeras, la niebla que se levanta sobre el río también
dejará de ser espesa y se elevará hacia las alturas hasta que el sol, que puede
más que ella, la disipe, la haga desaparecer y el cielo se abra azul y limpio.
Dicen que en España nos hemos
permitido el lujo de pasar de largo sobre los beneficios que pueden darnos las
energías alternativas. Entre otras, hemos despreciado la luz del sol. Ese que
achichara en julio y agosto, y ahora se alarga un poco más y ya hasta le hemos
cambiado el nombre al otoño y le llamamos ‘veroño’.
Un lindeza.
Esta mañana he escuchado que
ahora ya no vale eso de horas baratas o caras en que la energía tendrá un mayor
o menor coste, sino que dependerá del sol o de la intensidad del viento. O sea,
que hay que abrir las ventanas y ver como se presenta el día.
Me acuerdo de aquella canción
de Antonio Molina, el ‘Macetero’
donde pedía aquello de “abrid niñas las ventanas que el macetero se va” ¿se
acuerdan? Pues lo que se va a ir es la luz porque no vamos a poder pagarla como
sigan las cosas por el camino que va. Menos mal que Dios nos regala cada día la
Luz, la suya y la otra, la que viene desde el otro lado de los cerros y que se
filtra para deleite, de todos y a la que llamamos la luz del sol.
jueves, 28 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Alora, de otoño y rosas
Vente despacio. La prisa,
déjala por una vez ahí, en ese rincón de tu casa donde casi nunca llegas
porque… eso, porque no tienes tiempo y no es cuestión de perder un ratillo y
esas cosas que nos inventamos cuando lo tenemos a bien.
Si quieres vente con el tren.
Ahora, por mor de las huelgas y las reivindicaciones de los trabajadores, puede
que te lleves alguna sorpresa y te hagan estar más tiempo del deseado en alguna
de las estaciones. A lo que llaman ‘servicios mínimos’, tú ni caso, total casi
nunca los cumplen…
Puedes venirte también en algún
servicio público. En uno de esos autobuses que tienen paradas intermedias. Te
puede dar a conocer una realidad, que por alguna u otra razón, tenías olvidado.
Te va a mostrar gente, a otra gente que tiene una manera de viajar distinta,
diferente. Con ella eso de la prisa y de la bulla, como que no.
Tienes otra posibilidad, la que
te va a dar más libertad, o sea con tu propio coche. Solo o en compañía. Si
vienes por la carretera que nosotros llamamos vieja (no lo digo por nada, pero
no han suprimido ni una sola curva, ¡y tiene unas pocas! Desde que la trazaron
en el siglo XIX cuando las diligencias) da igual que vengas desde Antequera por
el Valle de Abdalajís, desde Carratraca por el Puerto de Lucianes, o por
Pizarra desde Málaga, en todas, y fíjate lo que te digo, te va a recibir un
paisaje sugerente, de los que hacen soñar.
Cuando llegues, según la hora,
prográmate. Tienes tanto que ver, que en un día casi como que te falta tiempo.
Si quieres pernoctar, el Castillo de noche, y el Barranco, el Albaicín nuestro…
¡Ni te cuento! Si es por el día, llégate a Flores, en enfrente casi a pedir de
mano, los Montes de Málaga, El Torcal, las Sierras de Camarolo y Loja, la del
Valle; abajo, el río…
No te pierdas unas pocas
estaciones del ‘otro’ Viacrucis. ¡Cómo las hagas todas... ¡ Bueno, quien avisa,
dice el refrán “no es traidor”. No porque sea mi pueblo, que lo es, vente
despacio, abre los ojos, oye y escucha que aunque parezca igual no es lo mismo,
y sube y baja y piérdete por el dédalo de sus calles, porque Álora está de
otoño y rosas. Luego, no me digas que no te avisé…
miércoles, 27 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Campos de frío y lobos
Eso era antes cuando nevaba
como Dios o manda. O sea, cuando el frío arreciaba por las cumbres de Oncala y
en el pueblo había una campana en la torre de la iglesia, para tañerla en las
noches de ventiscas y orientar a los peregrinos perdidos.
Si vas de Soria a Oncala pasas
por Garray. No te pares. Lo merece, pero no te pares porque si no, no llegas. A
un tiro de vista está Numancia. Historia de gente que se dejaron el pellejo y
cuando ya no lo tenían, la vida. Era la gente que luchaba contra Roma por
salvar su tierra. Eran otros tiempos, ahora el sillón, el sueldo y el coche
oficial, han implantado otros cánones…
Bueno, a lo que íbamos, en
Oncala al poco de pasar el puerto, a la derecha. Te lleva directo al pueblo. Es
pequeño, está partido en dos y entre ambos un puente. Lo hicieron para salvar
el río Linares, que luego, con el Alhama lleva sus aguas al Ebro.
Sácale todo el sabor a la
Sierra del Alba y a la de San Miguel. Llégate – si tienes tiempo y si no te lo
buscas – al Collado, allí puedes comprar un embutido de ensueño. Yo lo he hecho
algunas veces cuando he pasado; otras, lo he pedido y me lo han enviado. (Se me
había olvidado, en Oncala preparan centros de Navidad con acebos y son una
maravilla…y no llevo comisión ¿vale?). En San Pedro Manrique donde las ascuas
por el solsticio de verano y esas cosas, cómprate el pan. Echa navaja, chorizo,
pan y algo de ‘néctar divino’ y en cualquier recodo bajo la sombra…., pues eso.
Te cuento todo esto, porque
acabo de leer en el periódico que en Alentisque ya en el Campo de Gómara, un
brote de tuberculosis en el ganado de raza negra soriana, que tiene el hocico
blanco y la cornamenta, prima hermana de ganado bravo, está en peligro de
extinción y la lleva derechita al matadero.
Lo impone la Comunidad por
razones sanitarias. El ganadero se resiste y no se cree las promesas de
salvación de la raza, que dicen que le vendrá con la congelación de
embriones de semen y tiene muy claro que
Soria, bendita tierra soriana, cada día se queda más sola y él, en compañía de
su ruina económica y sus proyectos de vida hechos añico…
martes, 26 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Aquellos hombres del campo
A mí de niño me gustaba pasar
muchas horas, todo el tiempo que podía, con los hombres de campo. La sabiduría
de esos hombres no aparecía en los libros y ni los tratados de agricultura.
Tampoco esos libros les eran muy útiles. No sabían leer.
El lucero del alba o sea el
planeta Venus, aunque ellos no entendían de planetas y esas cosas se presentaba
en el cielo todavía de noche y muy temprano. Ellos sí sabían que era la hora en
que el cabrero se levantaba para comenzar a ordeñar y el gañan se iba hasta el
pajar y comenzaba con las pasturas a las yuntas porque en los tiempos de arada
y sementeras las yuntas recibían una sobrealimentación enriqueciendo la paja
con sebo de grano molido.
Cuando un hombre del campo
miraba al sol era para saber la hora que era. No tenían reloj. Tampoco lo
necesitaban. Si la sombra ya bajaban un
par de palmos de la Cruz de El Hacho, era la hora de empezar a migar el pan
para las sopas. El sopero iba a las talegas cogía el cuarterón correspondiente
y comenzaba el trabajo. Sobre dos piedras, las sartén y luego todo el oficio
aplicado de cada día.
Si por un casual El Hacho se
echaba la capucha… No era día de
faenar a la intemperie. Se sabía que el agua, si no se había presentado, estaba
a punto de llegar. Lo mismo ocurría con la
puente que se extendía desde El Hacho hasta los Lagares. Antes de mediodía
por muy soleado que estuviese, el agua aparecía…
Las gatitas de Mijas nubecillas revoltosas, como los niños inquietos y traviesos
que juegan al escondite, que aparecían y al rato no estaban y así durante un
tiempo no muy largo, le anunciaban que antes de tres días venía un cambio del tiempo:
o agua de lluvia o viento.
Al Levante lo llamaban malagueña, y al viento del Norte, aire de arriba. Al Poniente cuando venía
con unos ruidos enormes, lejanos, sordos, que se presentaban a cualquier hora
del día, como truenos, los llamaban los Cañones
de Rota, eran signos evidentes que un temporal se acercaba por el Golfo de
Cádiz y el Estrecho. Naturalmente ellos no sabían ni dónde estaba Rota, ni el
Golfo de Cádiz y ni por donde siquiera caía el Estrecho…
lunes, 25 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Caquis
Con la llegada del otoño
aparecen las almecinas, los tordos en los cañaverales, los estorninos en el
campanario, las grajillas en los olivares, los pichis que vienen a pasar el
invierno, las castañas, las bellotas… y cuando Dios quería, y no nos tenía
dejados de su mano como parece que ha hecho ahora (debe ser porque le creamos
tantos problemas que no sabe a dónde acudir…) la lluvia que regaba el campo.
En otoño maduraban también las
granadas en los vallados, las naranjas, las limas – no las del Caribe, no, no;
las otras – que con los primeros fríos tomaban su color propio, los membrillos,
y los caquis…
Un año, Juan “el Trueno”, vendedor ambulante compró
una partida de caquis en el Hoyo del Conde y fue a venderlos por el arroyo del
Aljibe, el Algarrobo, Pozo Viejo… Vamos, su campo de acción. Por allí, el caqui
era desconocido y él, Juan, en el ingenio innato que Dios le había dado
pregonaba, a voz en grito:
-
“Tomates
de la India”, traigo tomates de la India….
Cuando volvió por la zona
pasado un tiempo, una de las clientas le estepó:
-
Juan, no traigas más tomates de la India, que a
mi gente no le han gustado ni fritos, ni con vinagre, ni con huevos, ni con
bacalao…
El caqui al que también se le
conoce como palosanto es una baya de sabor dulce, muy dulce cuando está maduro
pero un poco rasposo si no ha llegado a su madurez óptima. El árbol pierde la
hoja en invierno por lo que ofrece una visión muy peculiar si no se ha
recolectado el fruto que se ve maduro en las ramas desnudas.
Se puede comer como fruta
fresca que es lo más normal, y también en mermeladas o en puré y para evitar su
decoloración se le puede añadir zumo de limón que es antioxidante. Al ser una
fruta de temporada solo se encuentra en otoño y no aparece en el mercado en el
resto del año. Hay diferentes variedades que se identifican con su lugar de
procedencia como Japón, China, o de Virginia en Estados Unidos.
A mí, un amigo que vive en esa tierra
lejana pero hermana – en los dos sitios queremos a la misma Madre - donde el
Múrtiga besa España y Portugal, y le ponen por nombre Flores, hace unos días,
se dejó caer con estos…¡Oigan, deleite de dioses!
domingo, 24 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pitahaya
La pitahaya - también puede aparecer escrita como pitaya – es una fruta de origen
americano. Viene del suelo de Haití y ya se ha extendido por parte de Vietnam,
y lugares subtropicales de América. En España se cultiva en la zona de la Axarquía,
en Almería, Huelva y Sevilla y en algunos
lugares de Extremadura.
Es un fruta que ha venido a
ocupar un lugar propio entre los sabores exóticos que han llegado al mercado
para aportar placeres diferentes, sobre todo en los postres y en el abanico de
los batidos. Su textura es parecida al kiwi y su sabor evoca un poco al de la
chirimoya con la que también tiene en común, su gran cantidad de pepitas aunque
más pequeñas.
Pertenece a la familia de la
cactáceas. Es normal verla como planta de adorno en macetas, jardines y
arriates. Lo que ocurre, es que al no fructificar, siempre se tomó como una
planta de adorno – algo parecido a la patata en sus orígenes cuando llegó de
América – que no dejaba de ser diferente.
En América la poliniza – es hermafrodita
– un murciélago que no existe en España, lo que hace que aquí esa faena tiene
que realizarse a mano. Eso es una dificultad añadida, además de su
desconocimiento, lo que origina que, todavía al ser baja la producción llegue
al mercado a precios elevados. En tiendas especializadas y en frutería se puede
ofrecer al público entre los seis y diez euros el kilo.
Existen cuatro variedades de
pitahayas: la roja de pulpa blanca, la roja de pulpa del mismo color, la roja
de pulpa púrpura y la amarilla de pulpa blanca. Es muy poco exigente en agua (un
par de litros semanales) por lo que se ofrece como una alternativa en terrenos
secos, bien drenados y con pocas exigencias.
Dicen los expertos que propicia
grandes beneficios al organismo, entre otros facilita el tránsito intestinal y
es un complemento ideal en las macedonias
de frutas junto a los mangos y papayas, entre el abanico de tropicales que poco
a poco, ocupan lugares en los mercados.
En la mesa hasta ahora ha sido
una desconocida. Cada día se extiende más y llega a lugares que ni conocían su
existencia y además ayuda y enriquece a la economía agrícola que opta por otras
salidas como alternancia a lo tradicional.
sábado, 23 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Hortalizas de invierno y otras cosas
Con la llegada del otoño se
renueva el huerto. Bueno, no se trata de una renovación al uso, sino que se
planta lo que es propio de la estación que este año viene seca, demasiado seca.
No ha caído ni gota y el campo lo canta desde lejos.
-
Dame, le dije al chaval que me atendió en la
tienda de productos agrícolas: semillas de rábanos, rabanillas, zanahorias,
habas, puerros…
-
Puerros, no.
-
¿Y eso?
-
Porque vas tarde. Esos, a finales de agosto,
como las cebollas de tallo y las alcachofas, pero ya vas con retraso. Tendrás
mucha cava y poco provecho. Y uno hace caso al que sabe…
He preparado la tierra. De
hecho ya la tenía preparada y solo ha sido echarle unas carrilladas de
estiércol, abundantes y ‘jarabe’ de chapulina, mucho jarabe, o sea cava honda para remover la tierra de
fondo.
-
¿No te han dado nada contra las hormigas? me
pregunta mi vecino Cristóbal - por cierto, un tío servicial y cabal de los
pies a la cabeza - las puñeteras se
llevan las semillas y cuando te vienes a dar cuenta, no nacen porque la tierra
está vacía.
Vuelvo a la tienda… Les digo
que tengo las plantones ecológicos y que no quiero nada que no lo sea. Me dan
un producto, me dicen que lo es, y que la manera de aplicarlo es esparcirlo,
espolvoreado por el perímetro del
cuadrado donde deben germinar, crecer y, luego fructificar las semillas.
Le digo que las lechugas están
preciosas, y las alcachofas, también…
-
Para la luna nueva del mes que viene, seguro que
ya tienes…
Naturalmente me lo creo. Yo me
creo casi todas las cosas, aunque algunas – hay que ser sincero – cuestan más
que otras.
Me siento en un borde y
recuerdo la conversación de hace unos días con mi nieto pequeño – nueve años y
crianza en la Villa y Corte - que es un pillo de cuidado.
-
Tengo muchas ganas de verte, le dije.
-
Y yo a ti también, me respondió.
-
No te creo ni puesto en cruz.
-
Pues cree en mí, me respondió, y ante eso, uno
necesariamente, obligatoriamente, hace profesión de fe y traga saliva y se
pregunta ¿Por qué puñetas tiene que estar tan lejos? cuando yo lo necesito
tanto…
viernes, 22 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El bosque de la ribera
El bosque emergía entre la
niebla y aparecía cada mañana de otoño al otro lado del río, al frente de la
ventana desde donde se veía lejano e inalcanzable. Un bosque conocido más en
los deseos de la fantasía que en la realidad, porque siempre ante él estaba el
obstáculo insalvable del río.
Era un bosque de ribera. Había
crecido en las orillas de un río poderoso y grande, un río único y diferente a
otros ríos que venía de tierras lejanas. Ya cercano al mar, el río hacía que
sus aguas estuviesen como quietas, paradas, no queriendo despedirse de las
orillas que acariciaba con toda la dulzura de la que era capaz.
Por las mañanas, antes que la
bruma comenzase a elevarse, en sus ramas cantaban los pájaros, y en especial, los
ruiseñores en primavera cuando presentían el alba. Era una alborada que, en
ocasiones, tardaba en llegar y ya se sabe que todas las esperas se hacen largas,
algunas, las más deseadas, más que otras.
El río había nacido cerca de la
fuente de la vida, pero en un lugar tan lejano, que solo quien el destino había
querido, había logrado llegar hasta sus lugares más recónditos y deseados. (Ya
se sabe “el Dorado están un paso, solo un paso más allá de donde podemos
llegar”). Era un lugar profundo y enigmático y que luego él, el río, a modo de
agua esparcía por la tierra que regaba.
Los árboles del bosque de la
ribera formaban una maraña impenetrable. A veces, sus ramas formaban rizos
caprichosos con bucles en sus extremos para hacer que los sueños fuesen aún más
bellos, más enigmáticos, más llenos de encanto que solo alcanzaban su plena
realidad en los sueños.
En aquel bosque por el que no
penetraba nunca el sol, se hacía real aquello que había visto Juan Ramón
Jiménez, como “la melodía, blanca, negra, en negro blanco abrazo; / frío y
cálido”. Era algo tan distinto, que solo los que sueñan con los bosques
impenetrables tienen el privilegio de gozar y, entonces, desde la orilla
entornan los ojos y piensan y piensan en el bosque que cada mañana de otoño,
después de pasar la noche y antes que apunte el sol, deja que se levante la
bruma y lo cubra de más misterio, de más encanto…
jueves, 21 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Calendario
Cuando llega a estas alturas el
otoño, el campo parece que aún no se ha despertado del largo sopor del verano.
Las calores lo tienen todo maltrecho. Los rastrojos escuálidos apenas muestran cuatro
pajotes en pie porque resistieron más que los otros. Todo lo demás está apurado
por el ganado.
La tardía otoñada no ha hecho
que aparezcan todavía los festones de hierbas verdes en la cunetas de la
carretera ni en los bordes de los caminos. Solo están reverdecidos los hinojos
y algunas hierbas xerófilas que aman los días largos de sol, porque en ellos está su propia existencia.
En los barbechos y en las
costeras, las besanas que hicieron los tractores (ya no aran las yuntas) han
perdido el color de tierra removida y están igualmente secas. El campo anhela
la lluvia de otoño, porque la lluvia bien venida en estos días, es lo que mejor
le sienta al campo. Cada cosa quiere su ciclo y ahora toca que lloviese aunque
la madre naturaleza no siempre va con buenas intenciones para satisfacer
nuestros deseos. Ese es otro cantar.
Ya hace días que se fueron
muchos pájaros que, por esta fechas buscan pasar los fríos y los rigores del
invierno – cuando lleguen, claro – al amparo de otras tierras lejanas. Están al
otro lado del mar, ese mar que algunos días ya no está tan azul y se echa por
encima como una gasa tupida que nosotros llamamos bruma.
Se amuebla la naturaleza con los
frutos propios de la época. Están los membrillos, como nalgas ebúrneas de
Rubens, en una provocación constante antes que una mano los arranque y los
lleve al perol con almíbar y entonces pasen del campo al néctar dulce, empalagoso,
sensual, que como cada cosa pide su tiempo y es éste, precisamente, éste.
Los rosarios de aceitunas en
los varetones de los olivos, han pedido manos que los lleve a la maceración del
aliño con hinojos, tomillo, ajo machacado, pimientos rojos y la sal de las
manos de quien sabe darle todo lo suyo. Ahora, ya moradas, condenadas al
molino.
En estas tardes acortadas de
otoño de luz suave que invitan al recogimiento, solo queda entornar los ojos y
soñar con los cielos anaranjados, violetas, rojizos… que nos regala Dios aunque
ya no haya música de pájaros, ni arrullos de tórtolas en el pozo, ni chicharras
de notas monótonas y repetitivas….
miércoles, 20 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viaje a Portugal. Siempre bella y (6)
Monumento al Marqués de Pombal
Bordea el viajero la estatua
del Marqués de Pombal – Sebastián José de Carvalho y Melo – representante del
Despotismo Ilustrado, ‘todo para el pueblo pero sin el pueblo’, embajador en
Londres, donde no le concedieron ni una sola de las peticiones que hizo, pero
de donde se trajo la convicción de reconvertir Portugal a las nuevas corrientes
económicas de la Ilustración…
Sobre una columna, la mano
apoyada en un león símbolo del poder, ve como se abre la Avenida de la Liberdade hacia la Baixa, hacia el Tajo que lleva al mar.
Toma un café en una terraza de
la plaza de Pedro IV, o sea la Plaza del Rossío,
o sea el centro neurálgico de Lisboa, y desde allí, después de cruzar la Plaza
de la Figuera, sube por el barrio de
Graça… Esa es otra Lisboa: la Catedral, san Antonio – el del milagro de los
pajaritos- , San Vicente de Fora, la Puerta do Sol, y arriba en la cumbre, el
Miradouro, entre el castillo de San
Jorge y Alfama…
Tranvías en Alfama
Alfama es un
dédalo de calles estrechas, umbrías. Nunca entra el sol, jaulas con canarios,
flores en las ventanas, ropa tendida en los bacones, tranvías que, sin caber
caben, y suben y bajan una y otra vez. En el aire, el fado – aquí nació eso que
no se define porque es esencia de su alma - y la voz de Amalia Rodrigues, de
Gisela Joao, de Mariza, de Ana María… Por Alfama
se transita pero entrar… Es otra cosa.
Al mediodía cruza a Casinha en el transbordador. Esta vez la
experiencia – ha tropezado con el vivillo
de turno – no es tan placentera como otras. Eso ocurre a veces. Una almendra
amarga…
Torre de Belem
La tarde la dedica a Belén,
admira el monumento a don Enrique, ‘el Navegante’,
y será porque fue un aventurero como el viajero, este rey le cae bien… y la
Torre, y cómo siguen impasibles los guardias ante el Palacio Presidencial y el
encaje en piedra de los Jerónimos donde guardan – dicen – las cenizas de Camoens,
de Vasco de Gama, de Pessoa…
No hay toros sin moscas, ni
degustación de los pastelitos de Belén, sin cola. El viajero la hace y los
degusta y recuerda que Lisboa es ciudad de soñadores, a la que siempre vuelve - ya ha dicho que tiene perdida la cuenta- porque
viene a reencontrarse con sus recuerdos. “¡Ay, Portugal! ¿por qué te quiero
tanto?”.
martes, 19 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viaje a Portugual. Lisboa (6)
Lisboa está ahí con su belleza
decrepita, con el tiempo atrapado entre sus paredes, con sus mosaicos
milimétricos en blanco y negro en las aceras, con el Tajo que ya no se sabe
hasta donde es río o hasta donde es mar…con gente que va y viene, con
desconchones en las paredes, con la luz, con esa luz tan especial, tan
distinta, tan poética…
El viajero entra en Lisboa por
la autopista que pasa junto al aeropuerto. A cada momento, los aviones, esos
pájaros metálicos voladores que se alimentan con el alpiste del queroseno, se
aproximan y vuelan a poca altura para el aterrizaje. Hay un momento, en que
deja la autopista y se adentra bordeando los Jardines de Mario Soares hacia el
centro, o sea, hacia la Plaza del Rossío, hacia el Tajo.
Recuerda aquello que se cuenta
de Esproncenda que arrojó por la borda del barco en el que entraba en Lisboa
las monedas que llevaba en el bolsillo ‘porque le daba vergüenza entrar en tan gran
ciudad con tan poco dinero”. Omitió que portaba un cheque para uno de los
banqueros más importantes de Lisboa.
Hace casi cincuenta años (ahora
ya he perdido la cuenta de las veces que ha estado por allí), el viajero la
primera vez que fue a Lisboa se alojó en un hotel – que no sabe si existe – en
el Chiado, entre la Parte Alta y la Baixa. Todo era pintoresco, bohemio, encantador.
En otra ocasión, una tarde
plomiza, lluviosa como solo lo hace en Lisboa cuando entran las borrascas del
Atlántico, no se podía salir a la calle. Optó por sentarse en el salón del
hotel, delante de un ventanal por el que entraba una luz tamizada, difusa y,
entonces, leyó a Pessoa. Recuerda una sensación
de alivio, de un respirar profundo, de una evocación curiosa que el azar
sin saber porqué pone en nuestro encuentro…
Bordea la estatua del Marqués
de Pombal, el hombre que hizo una Lisboa nueva después de la destrucción del
terremoto de 1775. Fue tan enorme, que la escala que mide esos fenómenos saltó
por los aires. Tras la destrucción, el incendio y la muerte y el caos….
El viajero se da cuenta que con
las evocaciones ‘se ha comido el espacio de las cuatrocientas palabras’ que da
a cada artículo y tiene que recurrir a la benevolencia de los lectores para
dedicarle un segundo a una ciudad tan bella, de tanto embrujo y misterio como
es Lisboa.
lunes, 18 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Buçaco y Coimbra
Describir el Parque de Buçaco,
es enredarse en una complicación. Algunas cosas solo el ojo las ve y el alma
las asimila. Ésta, es una. El bosque (araucarias
de Brasil, Cedros del Himalaya y del Atlas, abetos del Cáucaso, secuoyas de
Norteamérica…) cubre, palmo a palmo la sierra. Su historia viene del siglo VI,
con los Benedictinos; luego, en el XVII, los Carmelitas Descalzos edificaron un
convento. Cubrieron con corcho ventanas y puertas para aislarse del frío.
Crearon un ‘desierto’.
La exuberancia del
neomanuelismo del Palacio, la filigrana en la piedra, la maraña de árboles, el
rumor del viento que mueve las ramas – porque el día amaneció ventoso – el
perderse por los vericuetos umbríos, solitarios, únicos… transporta a un mundo de
ensueño. El viajero se adentró en la espesura. Bajó por caminos que abrieron
otros aventureros entre musgos, helechos, lianas...
Al alejarse llevaba consigo un
poso de tristeza, de añoranza, de saber que se va de algo que no encontrará en
ningún otro sitio. Todo ese mundo, irrepetible como lo es el cielo abierto y el
paisaje, a sus pies, desde la cumbre, desde la Cruz Alta.
El viajero va a Coimbra. Mira
por el camino un lugar donde reponer fuerzas. No encuentra. Entra en Coimbra. Busca
la Universidad. Piensa – equivocadamente - que allí puede encontrar un sitio idóneo y la
tecnología, por esas cosas raras, lo lleva… a la puerta del cementerio.
La amabilidad – antítesis al
nota de Casinha – lo saca del atolladero y casi lo deja a las puertas de la Universidad.
Es domingo. Todo está cerrado. Acude gente ‘de guapo’. Van a una boda. Todos
los lugares donde puede encontrar un hueco para comer, están completos.
Baja. Deja a un lado la
Catedral vieja. Cada cosa requiere su hora y ahora es lo que toca. Sigue
bajando. En Coimbra o se sube o se baja y hasta el Mondego que la rodea baja
buscando el mar. En la calle Fernandes Thomas, en Fangas Mercecarias encuentra donde le
sirven chorizo ahumado y queso de la Sierra de la Estrella…¡Exquisitos!.
La tarde está calurosa. Cae el
sol de plano. El río está como siempre, con esa belleza que los ríos regalan a
las ciudades a las que besan… Hay tránsito de coches. La gente pasea, disfruta
del buen tiempo. El viajero, por la hora, descarta ir a Marinha Grande. Otra
vez será…
Coimbra. Río Mondego
domingo, 17 de octubre de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viaje a Portugal. Monasterios y mares (4)
Monasterio de Batalha (Claustro)
A primeras horas de la mañana
el viajero se acerca al Monasterio de Batalha, en la Beira Litoral. Las obras –
gótico manuelino- se iniciaron cuando el rey don Juan I, fundador de la
Dinastía de Avis, para conmemorar la victoria sobre los castellanos en 1385, en
la batalla de Aljubarrota. Las obras duraron dos siglos, el reinado de siete
reyes y quince arquitectos. Dos soldados, en una capilla del claustro, montan
guardia al soldado desconocido bajo un Cristo mutilado en sus piernas…
Bordean la sala capitular, las ‘Capelas Imperfeitas’. Además de dejar
patente que faltó dinero para terminar la obra, dejan también entrever una de
las maravillas de encaje en piedra, que uno puede encontrarse sin esperarlo, de
sopetón, en esas sorpresas que el viaje ofrece en cualquier recodo del camino.
¡Ah! lo de ‘imperfeitas’ solo una
manera de dar nombre…
El viajero porque ya es
mediodía, toma un vermú sentado frente al Monasterio. La contemplación de tanta
belleza, es otra manera de engrandecer el momento donde se aplaca la sed. Pide
unas aceitunas y le dicen que no tienen, pero que le pueden traer ‘tremoços’ que es como en Portugal les
llaman a los altramuces.
Reemprende viaje. Cruza los
pinares que sembró el rey don Dinis, el rey agricultor y marinero que además,
creó la marina portuguesa. Tuvo necesidad de madera y repobló la zona que aún
sigue verde y frondosa. El viajero llegó al mediodía a Nazaré…
¿Qué puede hacer el viajero en
Nazaré? Lo primero buscar un lugar donde comer porque es la hora. Y busca y
están completos y lo mandan a otro sitio, y es un acierto, porque se encuentra
con otros viajeros y se entera que tienen amigos comunes, y entonces uno piensa
en la pequeñez de mundo.
El viajero cuando mira de
frente al mar, recuerda una tarde en Sines. El
mar entonces era azul intenso y Magallanes, en piedra, miraba al
infinito del horizonte en el Océano. Ahora arrecia el viento y contempla como
levanta la arena fina y a la gente que hace deporte sobre las olas.
Por la tarde, se acerca a
Alcobaça. Es el primer monasterio cisterciense construido en Portugal. Es
también la tumba de los amores de Pedro I e Inés de Castro asesinada en el
castillo de Montemor o Velho por orden de Alfonso IV, que veía con enorme
preocupación sus amores con el Infante. Tragedia…
Monasterio de Alcobaça (Abadía Cisterciense)