Con esto de los apellidos, uno a
veces casi tiene entreabierta la puerta de la información para conocer de dónde
remanece… Verán. Si se llama Burgos o Rueda, de Alhurín el Grande - si es
‘verde’ o ‘morado’, eso es otro cantar -; Guzmán o Santos, de Coín; Bedoya o
Marín, de Cártama; Bermúdez, de Alozaina; Rioboo, de Carratraca; si es Berdoy,
de Antequera; Pascual de Nerja; Verdugo o Arrebola, de Alfarnate; Ariza de
Algarrobo; Arrabal, de Almogía; si es Ordóñez o Lara puede que venga de Ronda…
Éste, el de hoy, que no era
torero pero que era un bicho en un campo de fútbol, se apellida Ordoñez y no es
de Ronda. Su nombre Bartolomé, como el Apóstol que martirizaron en la India,
aunque para nosotros – más de sesenta años que nos conocemos -, es
sencillamente, Bartolo.
No sé si su padre, el día que lo
sacó de la Cueva, la Cueva del Becerro, y lo llevó hasta Málaga, lo hizo en Los
Amarillos, que era la línea de autobuses entre la Serranía y la capital, si en
el único taxi que habría entonces en el pueblo, o lo acercó a coger el tren en
la estación de Parchite, la estación más cercana a su pueblo.
Era un muchacho recio, fornido,
macizo. El zapatero de su pueblo le hizo unas botas de cuero con suela de
camión, terror de las espinillas del contrario, porque Bartolo que era bueno (y
es, pero se me entiende) en casi todo, y por supuesto también en el fútbol.
Todavía debe andar en la memoria de algún defensa de los equipos mixtos
formados por el Málaga-Atlético Malagueño…
Trabajó en el Banco de Bilbao
donde entró por méritos. Conté con su experiencia comercial en una aventura
empresarial en el campo del turismo, y de comparto su amistad que se ha
prolongado sin que el tiempo le haga mellas.
Se apellida Ordóñez y es de la
Cueva. Es un hombre de los que hoy no se llevan, o sea cabal, de fe,
comprometido con lo que cree y ejerce, entregado a esas cosas que no están de
moda. Va por otra banda, no sé si ancha o estrecha, pero que no me cabe duda
que es esa banda donde se aprecian mejor las satisfacciones por dentro. Este
Bartolo es único, hasta en el nombre.
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