Eso lo estudiábamos cuando los
textos de Gramática venían firmados por Fernando Lázaro Carreter y Evaristo
Correa Calderón, la Editorial Anaya. De eso hace mucho tiempo, tanto, tanto,
que con el cambio de las cosas, uno a veces ya duda hasta de su existencia.
Decía el otro día Javier
Caraballo en un artículo, que en Andalucía es el único lugar donde la
temperatura que para nosotros es casi lo mismo que calor, cambia de género.
Lázaro Carreter y Correa en su Gramática hablaban de tres géneros: masculino,
femenino y neutro. Pues bien, según Caraballo, hasta los cuarenta grados, aquí,
es masculino. Se le llama simplemente calor.
El diminutivo no tiene nada que
ver con el género. Se usa cuando, cariñosamente
decimos ¡qué calorcito más agradable! Eso viene cuando al llegar de la calle,
esas noches de invierno donde hay que tomar las esquinas con doble velocidad,
uno entra al confortable hogar…
El calor, ese calor de las tardes
de invierno, donde la recacha es el lugar apropiado para ‘arreglar’ el mundo y
verlo todo de otro color, es agradable, placentero, amigable. Claro que dicen
que los viejos, y las recachas no hacen buenas migas y con los
cambios de temperatura aparecen las pulmonías y todas esas cosas malas que
llegan solas.
A partir de los cuarenta grados,
en Andalucía, ya se cambia de género y ya es ¡la calor! o las calores. (Que sea
en femenino no creo que tenga ninguna connotación de otro carácter) pero eso de
la calor, y los chorros de sudor, cuando uno siente cómo corren las gotas de
sudor por el cogote, producen una situación de acongojo que por una sombra se
da hasta lo que no se tiene.
Con el frío es distinto. Al frío
no se la aplica el género pero sí el número y entonces, cuando se acerca la
Navidad, el Villancico se encarga de dar el pronóstico del tiempo para evitar
que coja al Niño desprevenido y va y le canta: “Al tirití, tiriando de frío….”
Y le anuncia que los fríos (número plural) están por venir…
Una copla popular sin decirlo, ya
dice mucho y canta: “Por la mañana el rocío, / al mediodía la calor (o sea, por
encima de los cuarenta, eso no lo dice la copla, pero lo digo yo), / por la
noche los mosquitos…/ No quiero ser labrador”.
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