Llego a Antequera una soleada
mañana de verano. Es temprano, ya hace calor. Antequera, que tiene algo de
clima continental, es muy fría en invierno y calurosa – sobre todo a las horas
de la siesta – en verano. Dejo la carretera tortuosa, más de camino de bestias
de otro tiempo al que pusieron una capa de asfalto, que de una vía de
comunicación moderna.
Me desvío junto al colegio de San
Juan. A la derecha, muy pendiente, una calle, la calle de la Fuente de San
Juan, va derecha a los pies del templo del mismo nombre, de finales del XVI. Allí arranca la calle Real, y allí se venera
al Señor de la Salud y de las Aguas. Mi hermano
Antonio, me llevó la primera vez, y la segunda, y la tercera y muchas otras,
tantas que hasta he perdido la cuenta…
Mayo tiene algo especial, cuando
al caer la tarde mucha gente componente de diversos gremios, peregrina a
postrarse a sus pies. Hace unos cuantos años que no voy. No siempre uno hace
las cosas que le gustaría hacer. Hermano, tenemos que retomar las buenas
costumbres. Esto no puede seguir así.
En un descampado con setos en sus
bordes, antes de entrar en la calle Jesús, un grupo de cuatro o cinco hombres juega
a la petanca. Tres miran, y dos lanzan las bolas de acero. Un niño aburrido da
vueltas en una bicicleta. La calle Jesús es una calle de casas de un solo piso,
limpia, impoluta. Tiene dinteles de ladrillos vistos y los tiradores de las
puertas brillantes.
La iglesia de Santa María de
Jesús, está a un lado de la calle. Se abre a la plaza del Portichuelo. Es una
iglesia del XVII. Antequera tiene tanta riqueza en arte que siempre la he visto
como la Florencia de Andalucía. De Roma a nuestros días todas las
civilizaciones dejaron sus huellas.
En la iglesia Santa María de
Jesús se venera a la Virgen del Socorro. La devoción popular es grande. Semana
Santa, Viernes Santo, clamor popular…. Bueno, eso de ‘correr’ la Vega hay que
verlo. Apunta Jesús Romero en su Guía Artística de Antequera (no conozco otra
más completa) que el templo posee una gran riqueza de retablos y obras de arte…
La iglesia está cerrada. Me paro en la Plaza del Portichuelo frente a la ermita
callejera… ¡Y todavía no he entrado en Antequera!
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