miércoles, 3 de junio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Álora, conocerla para amarla.





Está ahí, a medio camino entre el mar de Ulises con olas de nácar, sirenas y delfines y peces plateados  que piden espetos, y ese otro mar, el de olivos, abierto más allá de la cordillera que va a entregarse a orillas del Río Grande, por el que los barcos llegan a Sevilla. Está ahí, asomada, como de puntillas, a otro río, más modesto, más humilde, pero nuestro que lleva sus aguas de los Alazores a Málaga y la entrega como tributo en el rebalaje.

Crisol de siglos, por aquí pasaron todos: prehistóricos, fenicios, romanos, árabes, cristianos de Castilla… Ninguno quiso irse y nos dejaron parte de ellos mismos. Piedras, talladas y pulimentadas,  de cuando vivían en las riberas; ánforas, para transportar vino y aceite cocidas en los alfares, porque dicen los que saben que había dos,  en arroyo Hondo; termas, en Canca para hedonismo del cuerpo;  un castillo – el Castillo de las Torres – de defensa y refugio por aquello de los temores y los miedos. Edificios soberbios, templos descomunales, luchas de hombres que vencieron otras epidemias, períodos de dureza, dificultades...

Y acogió a los vinieron. Los que vivían aquí  hicieron suyas costumbres, las maneras de ser y de hacer, las creencias, y la fe. La Encarnación, Flores, la ermita de la Vera-Cruz, Santa Brígida… Aparecieron apellidos comunes: Moreno, Galván, Pérez, Delgado, López… Y Encinasola allí, y Álora aquí decidieron unir destinos…

Ahora, porque cambian los tiempos dicen que va a ser “Municipio Turístico”, un reclamo más: “Álora, la bien cercada”, “Álora, cuna de la Malagueña, ”Álora, llena de vida”. “Álora, Valle del Sol”,  “Álora, entrada natural al Caminito del Rey”… ¿Qué más da?

Álora es el canto de una alondra cuando despunta el día, un pespunteo blanco que invita a compartir mesa y mantel, cante y esencia, originalidad y embrujo… Requiebro y gente abierta.  Una mano tendida al que llega, y en la ida, un abrazo sentido, entrañable, un ‘hasta luego’ porque espera su regreso. Un beso que se queda flotando en  el viento… Álora, conocerla para amarla. Blanca de cal y cielo limpio por el que, algunas veces, van de paso las nubes. Vienen de alguna parte y van a algún sitio. La miran desde la altura, la contemplan, se recrean y  dicen: ahí queda eso, os la dejamos para deleite y gozo, para recreo y…



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