Cuando estudiábamos el catecismo
nos decían que las Virtudes Teologales eran tres: Fe, Esperanza y Caridad. La
cardinales, cuatro: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Ahora no sé si
eso se estudia en alguna parte, o quedó como el recuerdo de un pasado lejano.
Un teólogo moderno dijo que la Fe
era dar un salto en el vacío. El teólogo no iba descaminado – por supuesto yo
no soy nadie para juzgar a un teólogo- cuando apuntaba a eso que nos espera,
porque no sabemos que nos vamos a
encontrar cuando termine el salto y se llegue a dónde hay que llegar.
Con esto del virus, porque
¿ustedes se han enterado que anda un virus por ahí haciendo de las suyas y
asustando al personal más de la cuenta, verdad?, pues a lo que iba, con esto
del bichito malo, las autoridades andan de cabeza en la búsqueda de tomar
medidas para frenarlo. Son decisiones de
mayor o menor calado. Cierre de escuelas (a ver qué hacen los niños si los
padres trabajan fuera y no hay nadie que eche una mano), universidades,
fábricas….
Otras, más domésticas. En las iglesias se aconseja no
estrecharse las manos cuando se llega al rito de ‘darse la paz’ o de suprimir
los besamanos y besapiés a Vírgenes y
Cristos. Recomiendan una inclinación de cabeza en señal de respeto y
acatamiento. Hasta ahí no se rompe ningún platito pintado.
Es algo que entra en la
prudencia. Pero miren por donde, se ven expresiones en los medios de
comunicación revelándose sin aceptar algo tan simple. He escuchado un disparate
de tal calibre como decir que eso es ir contra su fe. ¡Vivir para ver!
Recuerdo ahora, que una de las
medidas que adoptó el Concilio Vaticano II fue suprimir el ayuno antes de
comulgar. La reducción de veinticuatro horas pasó a tres, y luego a una, y
luego… bueno. Una beata cortó por lo
sano. “Pues yo lo guardo, y si se quiere condenar, que se condene el Papa”.
Ahora la postura quizá no llegue - ¿ o sí? tan lejos y lo que se está con esa
posible desobediencia es en una clara postura
de imprudencia.
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