martes, 24 de marzo de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Quién eres?



                                    



El muchacho era moreno, tenía unos ojos grandes y curiosidad por todo. Iba detrás de Él y se empapaba de todo. Un día lo vio  acercarse a un pozo. Una mujer sacaba agua.

-         “Dame de beber”, le dijo.

-         Y, “¿cómo tú siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”
-         ¡Si supieras quien te pide agua….!

El muchacho observaba, no decía nada. Aquel hombre hablaba de cosas raras: consolar a los tristes, a los agobiados, y otras cosas que a él le costaba entender.
Un día, Él vio al muchacho – de hecho lo veía desde hacía mucho tiempo -. Le pidió que se acercarse y el muchacho que era muy impulsivo, le preguntó:

-         ¿Tú eres rico?

-         En misericordia, contestó Él.

-         Luego entonces, reiteró el muchacho, ¿tú eres rico?

-         No de la manera que tú piensas. Mira “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al cielo”.

El muchacho lo seguía. Escuchaba. Había cosas que no le cuadraban: “quien tenga dos túnicas, que dé una” . No pudo aguantarse y le preguntó:

-         ¿Tú, eres un revolucionario?

-         Él esbozó una sonrisa…

-         Es que dicen que tú, eres un revolucionario.

-         ¡Dicen tantas cosas! respondió Él.

Un día  andaban por el camino. Se echaba la noche encima. ¿Dónde vamos a dormir?

-         Ya ves, le dijo al muchacho: “El hijo del hombre no tiene donde reposar su cabeza”.

El muchacho no entendía muchas cosas. Aquel hombre siempre estaba más a gusto con los pobres, con los que todos despreciaban, con los desquiciados.

-         ¿Vas a echar a los romanos?

-         “Mi reino no es de este mundo”.

Al muchacho le gustaba cuando decía cosas que otros hombres no decían y hablaba de los pájaros, del campo, de las flores silvestres y de…

El muchacho, inquieto con sus pensamientos, no se pudo aguantar y le dijo que había  algunas cosas que le costaba asumir y, entonces, Él  le dijo:

-         Eso que te pasa a ti, le ocurre también a mucha gente.

-         Y, ¿eso es bueno?

-         Ni bueno ni malo, le contestó, es así, y ya está.

 Y un día se lo preguntó directamente:

-         Tú, ¿quién eres?

Y entonces Él, sin darle ninguna importancia le respondió:

-         Jesús de Nazaret, el hijo del carpintero...


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