La clase de Séptimo A, de
Educación General Básica, era la primera en el pasillo del tercer piso del
colegio conforme se subía la escalera, a la izquierda. La clase tenía tres
ventanales por los que entraba el sol dulce de las mañanas de invierno. Era una
clase soleada y luminosa.
El profesor de Sociales sustituía
al compañero que impartía Matemáticas. Al entrar, la pizarra estaba llena de
figuras de triángulos con las bisectrices marcadas, números y fórmulas pero con
letras diferentes. El encerado había tenido diferentes visitas…
Esperó unos momentos. Se
guardaron los cuadernos de Matemáticas. Sobre la mesa, el texto de Historia. El
profesor preguntó quién quería iniciar la lectura. Varias manos elevadas…
A ver, señaló a un muchacho pelirrojo con muchas
pecas en la cara. Tenía un acento diferente. Sus padres estaban afincados en la
localidad, venían de otra parte de
España. Comenzó con tono distendido…
“A Alejandro Mago, hijo y sucesor
de Olimpia de Epiro y Filipo II de Macedonia, su padre lo preparó para reinar y
le puso como preceptor a Aristóteles…”
El profesor interrumpió la
lectura que era la metodología que empleaba
y les habló, ampliando la información, de Aristóteles y del padre de
Alejandro, Filipo, lo que hizo gracia y esbozaron algunas sonrisas…
Alfonsito, - el pelirrojo al que
sus compañeros le tenían puesto un mote, que nunca osaban decírselo delante del
profesor - continuó la lectura: “Su ascenso al trono no fue fácil, su padre lo
exilió junto a su madre por considerarlo un hijo adúltero. Su madre se exilió
en Epiro y las amistades de Alejandro también fueron exiliadas por una posible
conspiración. Filipo murió asesinado, y Alejandro se hizo con el poder
eliminando adversarios que pudiesen reclamar el trono”.
El profesor les dijo que Macedonia se dividía
en dos regiones, la Alta y la Baja Macedonia. Ocupaba parte de lo que hoy es
Grecia, y parte de Bulgaria y Yugoslavia – entonces, aún se llamaban así – en
la península de los Balcanes. Su suelo producía trigo y pastos…
El profesor observó, entre dos mesas del fondo
de la clase, cierto trapicheo de cambio de alguna menudencia…
- A ver,
Pepe, ¿dónde está Macedonia?
Pepe, de pocas carnes y flequillo
de chaval revoltoso, que andaba por ‘otros’ mundos, sin titubear, contestó:
- “Mi madre
la pone en la nevera porque a mí me gusta fresquita….”
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