Los idus de marzo sembraron el
terror en Roma. Ahora, los idus se llaman de otra manera. Se originaron en
China y campan a su antojo por medio mundo. No sabemos cómo estará el patio en
los mundos siderales, esos que están de la estratosfera para arriba. Con lo que
hay por estos andurriales tenemos suficiente.
Existe un problema, bueno, uno no,
unos pocos y gordos en demasía. Hay quien no quiere darles importancia. Quienes
están asustados y quienes no nos dicen toda la verdad. No sabemos ni cómo
atajarlo ni cómo buscar una solución. Ojalá acierten cuanto antes y que contente
a la mayoría. Hay que dar por hecho, que siempre habrá quien estará en
desacuerdo con todo, pero quien también aceptará lo que venga aunque sea lo
menos bueno.
Una leyenda alemana difundida por
los Hermanos Grimm, hablaba de un flautista que en el siglo XIII libró a la
ciudad de Hamelin de una plaga de ratas. Pidió una recompensa, y tras tocar una
música mágica en su flauta, las ratas lo siguieron y perecieron ahogadas en el
río Weser.
Otra versión dice que los
habitantes desagradecidos no quisieron pagar lo acordado, y entonces, el músico
volvió y se vengó en los niños salvo uno sordo, otro cojo, y otro ciego que no
pudieron seguirlo y se salvaron. De ahí todas las fantasías y elucubraciones
que se quieran.
El mundo, (en esta ocasión desde
el Orto al Ocaso) no se ve libre de esta peste negra. No sabemos qué nombre
tienen las ratas que la han ocasionado: imprudencia en un laboratorio, venganza,
odio, dinero, mala leche, o simplemente se les ha ido de las manos.
En este caso, y en la
insolidaridad ante el sufrimiento de los demás, parece que no encontramos al flautista
que nos guíe. Me viene a la mente un recuerdo de la Comedia Humana de William
Saroyan; Ithaca, California, Avenida de Santa Clara. Bess tocaba el piano en un
rincón del saloncito, Mrs. Macauley respondía a los porqués del pequeño Ulises
y, entonces, fue cuando le dijo: “El mundo está lleno de gente y lleno de vida
y lleno de maravilla”.
A lo mejor somos nosotros quienes no tenemos la disposición
precisa para escuchar la música de ese Flautista…
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