El Nilo es el río sagrado de
Egipto. Viene desde las montañas lejanas en tierras de etíopes, donde las
grandes cataratas vierten tanta agua, que forman uno de los cauces más grandes
y míticos y al que le dan diferentes nombres, debido al color que toma del limo
de las tierras que atraviesa.
El griego Heródoto llamó a Egipto
‘don del Nilo’. Las crecidas periódicas del río fertilizaba sus tierras. Estas
inundaciones de la tierra llana eran tan importantes que luego, una vez vueltas
las aguas a su lecho, un equipo de experto trazaba de nuevo las lindes de las
heredades y les señalaban las propiedades
a sus dueños.
Egipto tuvo un pasado
esplendoroso. Estuvo gobernado por los faraones a los que adoraban como
encarnaciones de sus dioses. Ante ellos todos se arrodillaban. Su poder era
absoluto.
Dejaron como vestigios de aquel
pasado, construcciones tan asombrosas entonces, que cuando algo hoy es grande, muy grande, se
dice que eso es una construcción ‘faraónica’.
Algunos además, – porque ellos
creían en la reencarnación – mandaron hacer tumbas espectaculares para
asegurarse que un día volverían. Varias de esas construcciones tomaron forma de ‘pirámides’ y fueron – y son - el asombro de cuantos se han acercado hasta
ellas…
Otros buscaron el lugar del
enterramiento en el Valle de los Reyes. Junto al cadáver del faraón ponían
comida, ropas, joyas… Un reclamo ideal para ladrones, profanadores de tumbas y
gente de mal vivir.
Existen leyendas y maldiciones
acerca de todo aquel devenir donde el pillaje era algo común. Esas maldiciones
se han extendido a través del tiempo. No todas son verídicas y encierran mucho
de fantasía y leyenda. Entre otras, la de Tutankamon
Tutankamon murió joven. Gobernó
durante poco tiempo y lo hizo bastante bien. Su muerte probablemente fue causada
por una enfermedad vírica en una pierna. Llenó su tumba de tesoros y dejó una
maldición que recaería sobre quienes la abriesen.
Esa leyenda se ha extendido a
través de los tiempos. Los historiadores dicen que es falsa, así que si alguien
por los tiempos que corren y por cierto runrrueno que corre por ahí, aguarda
alguna esperanza de venganza, pues eso, como que no. “Al buen entendedor…” Lo
dice el refrán.
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