Estrecha y lóbrega. Nunca entra el sol. Las
sombras son sus dueñas. Santa María –también
se llamó ‘Mercaderes’- forma parte de la Málaga romana. Dicen los que saben que era la
calle que comunicaba el levante y el poniente de la ciudad. Es decir, desde
donde sale el sol hasta donde va a morir, el decumano.
Tiene dos partes diferenciadas.
Una, de calle Císter hasta Molina Lario, el obispo que vino de Teruel y dejó, entre
otras obras, el acueducto de San Telmo y eso que solo gobernó la diócesis durante
siete años… En su origen se llamó del Arco del Obispo; iba hacia calle Granada. La otra,
desde Molina Lario hasta el corazón de la ciudad: la Plaza de la
Constitución.
En el primer, tramo, dos edificios notables, a la izquierda, la
iglesia del Sagrario. Posee una soberbia
portada de estilo de gótico desembocando en el plateresco. El mal de la piedra
se ha cebado en ellas. Muchas de sus filigranas y figuras han perdido sus formas; enfrente, en el número 31, el
Hospital de Santo Tomás.
Los dos monumentos encierran en
sí un tratado de arte. No es lugar ni
momento. Del hospital cabe decir que es
uno de los antiguos de Málaga. Data de 1505. Un terremoto en la noche del 24 de
diciembre de 1888 lo destruyó en su
totalidad. Hubo de reconstruirse de nuevo…
En la esquina de Molina Lario,
a una mano el Palacio Episcopal – por la puerta que accede a las dependencias y
despachos de la Curia – en la otra, un inmueble de galería acristalada a modo
de rotonda que apunta al modenismo vienés.
Calle adelante, la calle Correo
Viejo – lo menos que se vende en calle – guarda, hacia el final la casa donde
nació, José de Salamanca, el marqués que transformó medio Madrid y dio nombre
al barrio. Enfrente, calle Fresca. (Málaga ciudad de contrastes. En calle
Fresca viven los curas y en calle Beatas la mujeres que hacen ‘favores’).
La demolición del convento de
la Carmelitas, a la derecha, posibilitó la aparición de la calle Sánchez Pastor;
enfrente, la del convento de las Agustinas, el Pasaje de Álvarez o Pasaje de
Chinitas. Allí estuvo el café y en el que según Federico, “dijo Paquiro a su
hermano / soy más valiente que tú, / más torero y más gitano…”.
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