lunes, 29 de octubre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Luz de la tarde



Me he puesto a juntar un montón de palabras que digan algo. Tengo delante una foto preciosa. La ha captado Marilina: se va la tarde. Me convengo a mí mismo del error. Bueno, uno, no, dos errores; el primero,  hablar de mí; el segundo, dar a entender que una sola palabra no pueda decir mucho. ¿Por qué hay que amontonar las palabras?

¿Hacemos la prueba? Paz, amor, miedo, luz, flor, madre, soledad, frío, hijo, miedo, padre, muerte, dolor, guerra, traición, amanecer, humildad, sobriedad, noche, libro, delirio, mar, luna, otoño, viento, lluvia, sudor, niño, mujer, lágrima…

Se va la luz de la tarde detrás de las sierras. La luz siempre viene de algún sitio y va para otra parte. A veces buscamos la luz donde la luz no está. Ese es otro problema. Rafael Alberti lo dejo muy claro en aquel poema suyo tan lleno de mensajes. Se equivocó la paloma / se equivocaba.  Y nos contó que la paloma creía que el trigo era el mar, que el calor la nevada,  que tú corazón su casa… Ya saben. La paloma también buscaba la luz donde la luz no estaba.

Hay en la penumbra dos árboles solitarios. Decía Alejandro Casona  - Casona ya, como tantas cosas,  en España no está de moda - en una soberbia obra de teatro que los árboles  mueren de pie. Esos árboles ven como muere la tarde. Quizá entre ellos exista la premonición que les puede tocar en cualquier momento.

Ahora arrecia el viento. Viene a ratos con fuerza. En la foto de Marilina un viento de altura, de esos que dicen que se las andan en lugares con nombres muy raros, ha arremolinado  las nubes y casi las ha puesto en su lugar apropiado para que le digan un ‘hasta luego’ a la luz que volverá mañana. La luz vuelve cada día aunque a veces nos empeñemos en otras cosas. Algunas veces la luz tarda mucho en llegar ¿por qué será?



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