Me he puesto a juntar un montón
de palabras que digan algo. Tengo delante una foto preciosa. La ha captado
Marilina: se va la tarde. Me convengo a mí mismo del error. Bueno, uno, no, dos
errores; el primero, hablar de mí; el
segundo, dar a entender que una sola palabra no pueda decir mucho. ¿Por qué hay
que amontonar las palabras?
¿Hacemos la prueba? Paz, amor,
miedo, luz, flor, madre, soledad, frío, hijo, miedo, padre, muerte, dolor, guerra,
traición, amanecer, humildad, sobriedad, noche, libro, delirio, mar, luna,
otoño, viento, lluvia, sudor, niño, mujer, lágrima…
Se va la luz de la tarde detrás
de las sierras. La luz siempre viene de algún sitio y va para otra parte. A
veces buscamos la luz donde la luz no está. Ese es otro problema. Rafael
Alberti lo dejo muy claro en aquel poema suyo tan lleno de mensajes. Se
equivocó la paloma / se equivocaba. Y
nos contó que la paloma creía que el trigo era el mar, que el calor la nevada, que tú corazón su casa… Ya saben. La paloma
también buscaba la luz donde la luz no estaba.
Hay en la penumbra dos árboles
solitarios. Decía Alejandro Casona -
Casona ya, como tantas cosas, en España
no está de moda - en una soberbia obra de teatro que los árboles mueren de pie. Esos árboles ven como muere la
tarde. Quizá entre ellos exista la premonición que les puede tocar en cualquier
momento.
Ahora arrecia el viento. Viene
a ratos con fuerza. En la foto de Marilina un viento de altura, de esos que
dicen que se las andan en lugares con nombres muy raros, ha arremolinado las nubes y casi las ha puesto en su lugar
apropiado para que le digan un ‘hasta luego’ a la luz que volverá mañana. La
luz vuelve cada día aunque a veces nos empeñemos en otras cosas. Algunas veces
la luz tarda mucho en llegar ¿por qué será?
No hay comentarios:
Publicar un comentario