Lo dejó dicho cuando cantó a una de las ciudades más románticas y más
bellas: Venecia. ‘Qué distinta, Venecia sin ti’. Por supuesto; ahora, más. Ya
no va a ser igual el canal ‘de romántica’ ni todo eso que dejó cantado en los escenarios
y escrito en los pentagramas.
Al mediodía, en las noticias,
informan que se nos ha ido con noventa y cuatro años, Charles Aznavour, un
armenio francés o un francés con tintes de ser un armenio escapado desde las
montañas del Cáucaso a las orillas del Sena. Hijo de emigrantes y nacido en
Francia dejo claro que hay cosas indisolubles: el café y la leche; su origen y
su educación.
Sus canciones formaron parte de
nuestras vidas. Es más Montmartre, o le Sacre Coeur, o ese París de artistas
que reflejó en la Bohème era algo que veíamos muy lejano en el espacio pero no
en el interior de quien sentía que la bohemia era parte de los corazones de los
jóvenes durante el tiempo que duraba la juventud.
El padre Rubén dejo claro que
era una pena que la juventud estuviese en manos de los jóvenes. Charles Aznavour
anduvo paralelo al tiempo durante toda su vida. “No soy viejo, declaró. Tengo
muchos años, que no es lo mismo”.
Aznavour era un romántico
cuando ya hace mucho tiempo que el romanticismo dicen que ha pasado. Un poeta
cuando ahora lo que imperan son canciones sembradas de ripios encadenados. ‘Usan
el nombre de la poesía en vano’. Pretenden
vender como lo que no es, algo revestido de sentimientos. ¡Como si eso fuese
posible!
Hemos oído cientos de veces que
Venecia sin ti es otra Venecia ‘más fría y más gris’. Ahora cuando el otoño se
resiste a llegar, cuando aún tintinean las hojas sobre las ramas de los chopos
y los plátanos todavía no han alfombrado los suelos de los parques y alamedas…
Ahora, vas y pasas a formar parte de la gente que dejó huellas en nuestras almas
de cuando éramos jóvenes y creíamos en tantas cosas: el amor, la paz, un mundo
con arreglo. De aquel ayer ‘un lejano recuerdo’.
Aznavour dejó marcado que hay dos tipos de músicas: la
buena y la mala. Él está en la primera…
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