lunes, 22 de octubre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Brindis



¿Sabes? Era al mediodía; nos hemos reunido entorno la mesa. Yo había reservado hace unos días. Estuvimos todos. Sí. Lo sé. Estuvimos todos porque tú, también,  ocupaste más sitio que ninguno de los que estábamos…

Pescaítos, tomates del terreno -  para mi gusto un poco pasadillos, pero ya sabes que yo soy poco ‘grillo’ - con orégano, aceite del bueno y unos marisquillos de nada. Navajas a la plancha,  gambas medianitas, sabrosísimas, y unas peregrinas que a Carmen le encantaron. De vino, un albariño delicioso. En su punto de temperatura. Vamos, ¡de escándalo!

Había gente. Mucha gente. Hablaban entre ellos. Los camareros iban y venía. Flotaba un olor de aire acogedor,  agradable. Conforme terminaba la gente se marchaba. Nosotros echamos el cierre… ¡Cosas que pasan!

Brindamos por ti, y por nosotros, y por esa fuerza que nos une por dentro. ¿Sabes? No te lo he dicho antes, pero la fuerza eres tú y además, como conoces que somos buenos pecadores, pues eso, hemos decidido que seguiremos pecando porque así lo quiere Dios y así lo quieres tú…

El día estaba gris. Llegaron con algo de retraso. El trabajo acumulado durante la mañana se había estirado más de la cuenta. Luego como escusa dijeron que delante, por la carretera, venían dos tractores. Con uno habrían tenido suficiente pero alargaron la producción y la aumentaron a dos. ¡Más vale creerlo que no averiguarlo!

A ratos llovió. Cayó el agua, al principio, fuerte. Como un chaparrón; luego, suave y mansa. Como quien hace una caricia a quien quiere mucho, como la nostalgia que tú nos sembrabas.

Porque había un pellizco grande.  Ah, y no se lo digas a nadie. Te voy a revelar un pequeño secreto. Lloramos por fuera, pero más, bastante más por dentro, pero todos nos engañábamos entre nosotros y fingíamos que no, que no pasaba nada…  Y que eso, que uno decía una tontería y se contestaba con otra. Y en el fondo tú, siempre tú.

Pasó un tren. Luego, otro. Eran los cercanías que unen Álora con Málaga y lleva a la gente, cada uno con sus cosas porque en el tren, estoy seguro,  iba gente que también llevaría su procesión, como todos… Ya ves. A eso le llamamos vida…




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