Han
vuelto los tordos al campanario. Como cada año, cuando comienza la temporada de
aceitunas, bandadas de pájaros acuden, al atardecer, a buscar el amparo de la
torre. Por el día se las andan en los olivares y se buscan la vida, lo que por
otro lado, por estos lugares, y dada la época, no se les viene muy difícil. En
los ficus de la Cancula, los gorriones le hacen competencia, (en el gorjeo
constante) porque encuentran un refugio más caliente y menos venteado. Cada uno
va a la feria cuando y como quiere.
He bajado,
esta mañana, a Málaga. Málaga aún no
está vestida de otoño: los almeces del parque no dejaban caer de manera mustia
las hojas; los cipreses de Puerta Oscura sí están vestido de limpio. Los
chaparrones que descargaron el otro día les han arrancado el polvo del verano y
se exhibían enhiestos, vigorosos y brillantes. La Alcazaba se asomaba, como
siempre, al paseo desde su lugar de privilegio; abajo, el Teatro Romano, bueno
lo que queda del graderío aguantaba las miradas de los turistas. Los teléfonos móviles
se llevaban los momentos. Poses, miradas de complicidad, suspiros…
Se agolpaba
la gente para entrar en el lugar más de moda que hay ahora en Málaga: El Pimpi.
Cartelería antigua de toros, barricas que un día maduraron o conservaron o vaya
usted a saber el vino, y que han quedado para mostrar firmas y epígrafes de
famosos que las estamparon allí en su momento.
Málaga
se muestra con el encanto con que ella
sólo suele mostrarse cuando quiere. Es ensueño y magia, nostalgia y recuerdos
que se agolpan, tiempos que fueron y no volverán a ser, como tampoco lo seremos
nosotros. Málaga, siempre Málaga. Cuando regresaba sobre mis pasos por
Alcazabilla alguien, cicerone docto, marcaba un punto en la altura y le decía
al grupo, “y allí, aquello que sobresale, es el apartamento de Antonio Banderas”.
Ya se sabe, Antonio también forma parte del paisaje urbano de Málaga.
Dentro
de unos meses tengo anunciada la visita de dos personas entrañables. Las
llevaré por el mismo paisaje callejero, solo que Málaga ya estará vestida de
otoño y ellas, ambas dos, serán dos pinceladas únicas en un lugar de privilegio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario