Tren de media mañana. A esa
hora viaja menos gente. Los trenes del amanecer van llenos. Trabajadores, gente
que acude a citas, estudiantes con cara de sueño, gente que tiene algo
ineludible que hacer y acude….
El hombre está sentado, en el
último asiento, en el lado izquierdo del vagón. Ocupa el asiento, junto a la
ventanilla. El cristal está pintorreado por un objeto punzante que lo
desfiguró. El hombre mira al vacío. El hombre viaja solo. Seguramente va a alguna
parte. No exterioriza nada.
Han subido otros viajeros pero el vagón está
casi vacío. Hay ocupado otro asiento un poco más adelante. La megafonía
interior anuncia la salida. Un repiqueteo da a conocer que, de manera automática, se
cierran las puertas. Un artilugio electrónico informa que la temperatura exterior es de 23º…
Es un tren nuevo. De hace unos
años. Estos trenes eléctricos y silenciosos no se parecen en nada a aquellos de
madera que arrastraba una máquina de vapor. Hacían mucho ruido y de la
combustión de la caldera de la máquina se desprendían trocitos de carbonilla.
Eran las motas que se incrustaban en la ropa y la llenaban de tizne.
En el tejado de una de las
casas colindantes a la estación trabajan dos hombres. Hay andamios exteriores. Los hombres han trepado hasta la altura. Desde
la ventanilla - el tren está cerrado
hermético – no se escucha lo que hablan con otros hombres a los que no se ven…
pero los hombres están hablando.
El hombre que está sentado en
el último asiento del tren junto a la ventanilla echa manos a una cartera de
cuero. Descorre una cremallera metálica. Saca un libro. Deposita la cartera en
el asiento que está junto al que él ocupa. Abre el libro…
No lee. El hombre mira por la
ventanilla a través del cristal sucio y arañado. Tiene perdida la vista. Mira
al infinito. ¿Ve algo ese hombre que viaja solo cuando mira al infinito? El
tren ha llegado puntual a la estación de su término. Ha bajado la gente. A lo
largo del recorrido, en otras estaciones,
subió más gente al tren.
Ascienden del subterráneo, porque el tren entra por túnel, por una escalera automática. Los tornos dan
golpes secos y metálicos. Pican los billetes que autorizan la salida de los
viajeros…
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