Hoy hablo de mí. Voy a ser eso
que se dice políticamente incorrecto. Tengo setenta años y un rosario de meses.
Cuando yo era niño, a una persona de setenta años y unos meses se le decía que
era un viejo; ahora, también. Eufemísticamente,
se le llama persona mayor. Así que a estas horas de la madrugada puedo decir lo
que me venga en ganas.
Tengo algunas pasiones. Unas
intento dominarlas; otras, me dominan ellas. Desde muy jovencito, el fútbol; el
mío, siempre el Málaga. La máxima satisfacción que había dado a sus seguidores,
antes de la aciaga noche de Dortmund, fue llegar a unas semifinales ante el
Athetic en la Copa del Generalísimo
¿algo lejos, verdad?
Ascensor de Segunda a Primera,
y al pozo, y vuelta a empezar. Vinieron tiempos aún peores. Aquel año fuimos (y
digo fuimos, porque yo también estaba allí) como visitantes a… la Estación de
Cártama, ni siquiera al pueblo; no, no, a la Estación (con todos los respetos,
por supuesto, para la Estación de Cártama).
Uno ha visto un montón de
partidos en La Rosaleda; otros, por esos mundos de Dios (¡anda que no hacía
frío la tarde de Guadix, con Novoa en el banquillo y con más Guardias Civiles
que malagueños a los que nos rodeaban porque habían declarado el partido de
alto riesgo! ¡Guadix-Málaga de alto riesgo! ¡No te jode!).
Uno ha visto, también, algunas
‘cosillas’… Aquel empate presuntamente pactado con el Betis; y…, los dos a Segunda;
y la victoria ante el Terrassa, y el día del Beasain… Y, un montón de balones
que no entraron y fueron goles (Málaga 0; R. Madrid 1) balón de córner… Pablo
Sánchez Ibáñez, el árbitro.
Y ha visto a árbitros buenos,
buenísimos, objetivos, imparciales y dando una lección de que ellos no eran
culpables de nada; y, árbitros malos y peores.., y uno de los de la pareja de hermanos cántabros, y ese señor que hace, ahora, declaraciones explosivas.
¡A buenas, mangas verdes!
Viene esta cantinela porque
dicen algunos periodistas que Pablo Fornals abandona la concentración del
Málaga en Holanda llorando… En mi pueblo dirían “maíz, maíz”. El fútbol es
mercadeo. Todo se compra y todo se vende. Dinero. Todos esos del beso al escudo
y lágrimas fáciles tienen un nombre… Al buen entededor. Así que, ustedes
perdonen, y como decía el letrerito aquel del bar: “a escupir, a la calle”.
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