WhatsAapp (o como se escriba)
da la noticia. Ceno casa de unos amigos. Noche de verano; calor; ambiente
espléndido y aparece: Fallece el periodista malagueño Joaquín Marín.
Me quedo de piedra. A Joaquín,
en la distancia, lo quería; mejor, lo quiero. Verán, nuestras vidas caminaron
juntas cuando niños. Tuvimos puntos de coincidencia; otros, alejados. Normal. Joaquín me llevó a
SUR. Juan Rebollo nos coordinaba. Joaquín siempre tendió una mano amiga para el
corresponsal de pueblo.
Nos conocimos a comienzos de
los años sesenta, o sea, hace más de cincuenta años… El Seminario de Málaga nos
congregó a muchos. Joaquín desde Mijas; yo, desde Álora. Allí convivimos con
otros muchachos de otros pueblos.
Desde muy pronto Joaquín Marín
Alarcón apuntaba que era alguien diferente. En los acontecimientos de una vida de
internado él siempre marcaba ser distinto,
como lo fue Alejo García, otro de los grandes en la comunicación.
La galería de la obediencia era
una lección diaria. Don Manuel González, hoy en los altares, (que poco realce le ha dado el clero de Málaga
al reconocimiento de santidad por la Iglesia Oficial) marcó con mosaicos de piedras
los defectos que había que pisar cada día. “Cuco”, “cras” “hodie…”
En uno de los laterales, junto
a la centralita de teléfonos, Joaquín, cada mes, colgaba un periódico mural:
“FAX” (Futuros Apóstoles de Cristo). Para
el común de los que pasábamos por allí, la novedad del acontecer en un mundo cerrado;
para Joaquín el despunte de la vocación de muchacho, tímido, poco locuaz, preciso
y clarividente.
Joaquín no podía ir iba a todos los sitios. Le era imposible. Vino a la Semana de
Cultura Andaluza de Los Llanos de la mano del Maestro Alcántara. Inolvidable. Hace
unos meses coincidimos en el Gastronómico Paco Rengel, le dábamos un premio al Maestro. Hablamos, dejó entrever
un hálito de amargura; desencanto… Yo no sabía nada de la enfermedad; el apuntó
que andaba de médicos peros nunca sospeché lo que venía.
La Prensa en Málaga elogia a
Joquín Marín. Palmarés impresionante
entre los grandes. Se va dolido por las cornadas de la vida de las que no
hablaba, de las que dan los conocidos, y
los desagradecidos. Me quedo con el
muchacho de Mijas al que conozco desde hace tanto tiempo.
Acabo de llegar de Parcemasa;
no he ido a cumplir. Casi no he hablado con nadie. He ido a estar con Joaquín.
Ya estás con otro entrañable amigo, Paco Rengel. También él, supo como tú de puñaladas y
deslealtades; un abrazo, amigo.
Yo también coincidí con él, a finales de los 70, en los que estuvo un año de maestro en Ronda. Allí un amigo le jugó una buena trastada quedándose con el sueldo de un mes...
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