Lucía es un jazmín de la
biznaga de almas limpias y puras que este verano se ha ensartado en el cielo.
“Más que una flor y menos que una estrella” que dice el Maestro Alcántara.
Biznaga en un verano tórrido en muchas cosas.
Primero fue, hace solo unos días, Alba; ahora,
ella. La noticia corrió como ocurre con estas cosas. Salta la voz de la
desaparición, la angustia, la búsqueda; luego, el final… ¡ay, el final que
nunca se quiere!
Corren versiones, hipótesis,
declaraciones, incredulidades… La gente se echa a la calle. Se recorre, una y
otra vez, el lugar. Más cercano, más lejos; no se encuentra. Unos que dicen;
otros, que también. Todo fue de noche. Con esa oscuridad y manto con que la
noche se viste cuando pierde su hálito de poesía y belleza y se convierte en
guadaña. ¡Qué pena habrá pasado, tan chiquita!
Todos los medios lo recogen en
portada. A uno se le encoje el alma. ¿Por qué escribir, entonces? No lo sé.
Solo sé que me he puesto a pensar con voz entrecortada y un pellizco que se queda a medio camino y
pienso con esos razonamientos que no tienen recorrido; tampoco tienen
respuestas. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
De todos quizá el último es el
que tiene respuesta a pedir de mano. Era de noche, de noche… cuando el insomnio
se las anda suelto y una niña, un ángel perdido se separó del grupo de los
suyos. Familiares, amigos, carreras, juegos con otros niños; mayores que
comparten el rato, y un chupete que
aparece cercano a la vía del tren en la estación de la vida.
Murillo se hartó de pintar
angelitos en sus Inmaculadas; Antonio Machín les pedía a los pintores, que
pintasen como él los quería, negros. Las almas de los angelitos, como todas las
almas puras de la gente menuda, no tienen color. ¿Para qué van a tenerlo? Ellos
son jazmines de una biznaga que dan el aroma especial al dolor que solo ellos pueden dar; brillan,
como las estrellas, con luz propia.
Dolor, un coro de ángeles en el
cielo. Palabras que recobran sentido: jamás, nunca, siempre. Vidas rotas entre los suyos, y en el recuerdo, y perdido,
en el suelo del andén de la estación, un chupete. El chupete de Lucía…
Muy tierno, Pepe, y muy triste. QEPD. Y a sus padres... Dios mío, Dios mío...
ResponderEliminarSus padres no se me van de la cabeza... Dios, Dios mío...¿por qué?
ResponderEliminarCon ternura y sensibilidad está muy bien escrito lo que jamás debió pasar. D.E.P.
ResponderEliminarQue impotencia Pepe.
ResponderEliminarMe guardo mi propia versión de lo ocurrido.
ResponderEliminarCoincida o no con la realidad
(tras terminar las investigaciones), lo cierto es que está muerta. Y esa madre, ya no podrá acercar su boca a la de su ángel, a su niña amada.
¿Cómo se vive con ésto?
Empieza su supervivencia.
Bonito texto!!! Yo tampoco me quito a los padres de la cabeza. Soy madre de un pequeño de 2 años y no me imagino mi vida sin él...sin duda alguna es una muerte en vida!! Mucha fuerza para la familia, sobretodo para los padres de Lucía.
ResponderEliminarPienso acada hora en esos padres.
ResponderEliminarTengo una �� de 3 años.
Mi vida sin ella no tendria sentido.
Piendo q no me muero en vida. Yo me voy detras de ella.
Dios mios esos padres diis mios.