viernes, 28 de julio de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Barranco

Está ahí desde no sabemos cuándo. En su sitio. Una pincelada blanca chorreada por la ladera; una gota de estrella escapada de la Vía Láctea; un suspiro hecho realidad. Da tanto y espera tan poco que, pacientemente, aguarda, la mano que, como a Lázaro, le diga: “levántate y anda”.

Parece que la voz de llamada ha llegado. Un proyecto excepcional quiere revitalizarlo. Un equipo de arquitectos jóvenes tiene  el reto; es una preciosidad. La Corporación volcada. Ve tantas posibilidades que su cambio sería un logro que llenaría de vida una de las zonas más bonitas, más emblemáticas y más sugerentes de Álora.

El Barranco, el pequeño Alabicín de nácar y nuestro arrancó en los arrabales del castillo – el Castillo de las Torres – y fue el embrión de lo que, luego, con el  paso del tiempo se transformó en un pueblo importante en el extremo más al norte de la Hoya de Málaga.
El castillo, un bastión importante durante la Edad Media. Cercos  y más cercos. Los reyes castellanos, una y otra vez, encontraron una resistencia férrea. Era la última defensa antes de penetrar, siguiendo el curso del río, hasta la ciudad de Málaga. Luego, el mar…

En la mediación del siglo XV, 1434 por más señas, ante sus muros muere Diego de Ribera, Adelantado de Andalucía. Su muerte la difunde uno de los romances más hermosos de la literatura épica castellana. Comienza con los versos de “Álora, la bien cerdada / tú que está en par del río…”

Del hecho supieron en toda Castilla y Aragón; Murcia, Valencia y  todos los lugares donde los trovadores llevaban el romance como la manera de contar los acontecimientos de aquellos tiempos. La muerte del Adelantado fue llorada por la Casa de los Per Afán de Ribera, señores de Bornos; sus restos llevados a la cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla; su abuela, Catalina de Ribera mandó elevar un sepulcro en mármol. Allí están sus restos…


Pasado el tiempo, acabadas las contiendas, la iglesia construyó una nueva parroquia. La llamó como la primera construida entre los muros del castillo, Nuestra Señora de la Encarnación. Compite su campanario que otea vientos con la belleza que tiene enfrente, o sea,  un albaicín blanco y recóndito; íntimo, con embrujo y bellísimo… Nosotros, lo llamamos El Barranco… 


La imagen puede contener: casa, cielo y exterior


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