El
viajero entró en El Andévalo por San Bartolomé de la Torre. En sus oídos, el
golpe seco de la bota de ‘los danzones’; flauta dulce y el tamboril. Lo hacen
en honor de San Bartolomé, su patrón.
Habló,
junto a la torre de la iglesia, con un hombre invidente. Le contó muchas cosas.
‘Han hecho, ¿sabe usted?, un monumento a las víctimas de la guerra. A ver si ya
no se repiten más esas cosas” Y, le dice que sí, que a ver si entra la cordura…
Siguió
camino hacia Alosno. No es tiempo; la jara no está en flor. El campo cambia de
color. Como Alosno cambia todo el del folclore donde ya, de por sí, es
ríquísimo. “Alosno, Calle Real del Alosno
/ con sus esquinas de acero / es la calle más bonita / que rondan los
alosneros”.
Paró
en El Portichuelo, adonde volvería luego. En el casino preguntó por Carlos
Carpintero. Le indicaron. Fue. No estaba. En el Portichuelo, de regreso, se
encontró con Sebastián. Joven lleno de ilusiones. Le dijo que él quería cantar
Flamenco… y se arrancó y le cantó algo. Unos días después una agencia de
transporte dejó en casa del viajero una botella de aguardiente que le enviaba
Sebastián.
Después
de comer volvió adonde Carlos. Estaba.
Lo hizo pasar a su casa. Lo recibió con una hospitalidad… (ponerle adjetivos es
minusvalorarla). Le regaló un libro suyo y un vinilo con Villancincos del
Alosno. Carlos se desprendió de una joya y se la dio a alguien a quien no
conoce…
Valverde,
es… otra cosa. Lo dice el fandango: “Valverde
de mi Valverde / Valverde de mi consuelo / ¡ay, quién estuviera en Valverde /
aunque durmiera en el suelo / debajo de un pino verde” Tierra de gurumelos, botos artesanos, gente
que canta y sueña. En Valverde tienen un erudito del folclore de Huelva. Se
llama Tomás López. Es amigo; acaba de invitarme a las III Jornadas Marochas en
el 5 y 6 del agosto. No sé si podré ir…
“Calañas ya no es Calañas, / que es un
segundo Madrid / quien ha visto por Calañas / pasar el ferrocarril / a las dos
de la mañana” Pues
eso. En Tharsis está a flor la crisis de
la mina; en Puebla de Guzmán se
adelantaron en un año a la proclamación de la República. En El Cerro del
Andévalo celebran por mayo, la romería
de San Benito - dicen, los que saben, que es la más antigua de España- acaban
de descubrir una plantación de marihuaha… ¡Algo horrible!
En
Villanueva de los Castillejos una enorme naranjal abastece a la industria de
zumos. Paymogo tiene nombre oriental y Sanlúcar de Guadiana una barca que cruza
el río y lleva a Alcoutim que es Portugal…
El Andévalo es tierra de buena gente, sana, muy arraigada a sus tradiciones y con trazas de mineral en sus entrañas. Y bebe -manguara, que decía el inglés-. Y baila. Y canta.
ResponderEliminarAlosno para fandangos,
Las Cruces pa vertederas;
El Cerro para mujeres,
Calañas, pa borracheras.
Alosno para fandangos.
Si puedes, ven a las jornadas de Encinasola. Te espero.
Haré todo lo posible por estar; ya sabes cómo me tira la tierra y su gente.
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ResponderEliminarPrecioso y preciso retrato andevaleño, Pepe. A lo mejor no sabías que mi bisabuela paterna, Ana Mogeda, era cerreña...
Ni le rezo a san Benito,
ni entiendo de jamugueras,
pero tengo en ese sitio
la sangre de los Mogeda,
y pa mí El Cerro es bendito.
Un abrazo.
Antonio