sábado, 22 de agosto de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Noche de verano

El día está fresco. El agua caída con las tormentas en la sierra de esos mundos de Dios ha refrescado el ambiente y el comentario generalizado es de respiro y agradecimiento y, aunque conscientes de que tiene que venir más calor, al menos, ahora, la sensación de alivio ha sido grande.

Me paso un rato en la puerta junto al camino, como cada noche, antes de acostarme. Contemplo el cielo. Es una costumbre mantenida todos los veranos. Las noches de verano en el campo son otra cosa La luna en cuarto creciente; criquean los grillos; ladra, en la lejanía, un perro. Hace tiempo que no percibía la quietud que ofrecía la anoche.

Ha pasado ya eso del efecto de Perseidas. Ya no hay que pedir deseos a las estrellas. ¿O sí? Las estrellas están donde siempre, como siempre… De vez en cuando, desde que abrieron la segunda pista del aeropuerto cruza el cielo un parpadeo muy distante de luces en las alas de los aviones que van a alguna parte.

Los Lagares, en la lejanía, son un todo oscuro. Se ven los focos de los coches. Suben  y bajan, lentos, por los carriles. Parecen puestos allí para realzar tanta armonía. Soplaba el viento de poniente. Recuerdo al niño que se preguntaba una noche, como la de hoy de cielo estrellado: ¿Todo esto para mí solo?

Leo que llegan oleadas de inmigrantes a las playas del sur de Europa. En Lesbos han triplicado la capacidad de admisión. Esto no hay quien lo pare. Lo que ocurre es que quienes tienen que hacerlo, no lo hacen. La gente huye de la guerra, la miseria y de la pobreza y arriesgan ya lo único que les queda: la vida.

Las estadísticas hablan de miles de vidas sepultadas bajo las aguas azules del Mediterráneo. Al rebalaje de sus playas vienen a morir olas de nácar y espuma. ¿Serán las almas de los que se quedaron aguas adentro? Me aterra la reflexión.


Flota una locura colectiva. Ante las noticias que hielan el alma respondemos mirando a otro lado. Muertes sembradas por manos que tenían que sembrar amor: madres, maridos que recogen los añicos del amor roto haciendo más añicos… 

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