domingo, 16 de agosto de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mañana

Ha amanecido un día claro, diáfano y ventoso. Sopla el aire. El aire viene del noroeste, o sea, es terral. En las tierras del interior, a primeras horas del día, el viento terral causa sensación de fresco. Es agradable. Luego, cuando entre la mañana subirá la temperatura y, al medio día, calor. Seguro.
El aire mueve las copas de los árboles. Los limones tienen los tallos tiernos de la movida del verano. Son brotes frondosos, de un verde muy brillante  y muy atractivo. Son de ese verde tierno que tanto agrada a la vista.

El cielo está surcado – como si Alguien hubiese echado una besana imaginaria – por nubes continuadas. Los libros de Geografía a esas nubes las llama cirros. Desde tierra parecen jirones de lanas de ovejas enganchados en las matas de la sierra. Son jirones blancos, largos; se difuminan en el azul turquesa del cielo.

Las corrientes térmicas ayudan a las palomas en su vuelo a hacer unos giros raros, caprichosos cuando vienen a tomar la sombra en los bajos del puente. El puente es de piedra y tiene barandillas – quitamiedos los llaman, también – de tubos oxidados por el temporal y, en sus bajos, pasan muchas horas las palomas resguardadas del sol.

Por debajo del puente corre un arroyo, el arroyo de Paredones. En verano, el arroyo de Paredones casi no lleva agua. La poca que tiene se filtra y serpentea entre las adelfas que ya han perdido las flores a estas alturas del verano. El arroyo de Paredones no tiene chopos ni álamos negros y ni esa vegetación de ribera que da frondosidad. Es un arroyo de sierra que baja quebrado y rápido.

La carretera que va por encima del puente es estrecha. Tiene ondulaciones. Los bordes de la carretera están llenos de brozas que crecieron en primavera. Están secas. Son un estorbo para los coches; arañan los costados y los conductores las evitan. Circulan por el centro: se estrecha más el poco espacio.


Abro, al azar a Juan Ramón, y leo: “la mañana era clara, pura, traspasada de azul…” Entorno los ojos, y pienso y pienso; luego, voy  y lo escribo…

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