Se cruza este verano de fuego y muerte con angustia.
Flota un deseo de cambio del tiempo y de
muchas cosas. Agosto llega a la mediación. La Virgen de agosto viste de feria a
media España; la del Carmen lo hizo con las costas azules de olas de espumas y
nácar y niñas morenas que querían más tueste y más sol.
El quince de agosto es fiesta en los pueblos y en el
campo. Por la Virgen de agosto se percibe como ya se acortan las tardes. Pasodobles,
gallardetes y banderines y una orquesta que tocaba en la plaza mayor. Eso era
antes. Antes de que llegase el botellón y el alcohol duro y esas cosas, ya
saben, en las que las gentes buscan la felicidad.
En el campo se abría la media veda: tórtola y
codorniz. La tórtola que venía al pozo podía tener la sentencia escrita en sus
alas. El campo era una traca de
cazadores a tiro limpio. Los rastrojos un peregrinar de gente de escopeta y
perros buscando las piezas.
La Virgen de agosto viene este año con media España
achicharrada por un sol que calienta más de la cuenta, - dicen que el que más
ha calendado en los último treinta años - porque el verano viene de largo con
el traje puesto; en la otra media dicen que llueve. La gente ha sacado de sus
escondites eso que se llaman paraguas.
Es confortador que en medio de estas noticias donde
algunos han aparecido con los cables demasiado calientes se salga a la fiesta
de la Virgen de agosto. En muchas plazas
lucirán bombillas de colores. España suena a música. Es la gran fiesta del
verano.
Benditas vírgenes que estrenaran mantos – las que
no, también – por las calles de los pueblos. Gente con ropa nueva y procesiones
no se sabe hasta cuándo. “Hoy los
tiempos adelantan que es una barbaridad” cantaba don Hilarión en la Verbena de
la Paloma. Bendita España y bendito pueblo que conserva lo que siempre fue suyo.
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