El alcalde de mi pueblo es un tío
relativamente joven. De izquierdas. Mira por Álora hasta cuando está dormido y
como dice una amiga común, “éste, por su pueblo, es capaz de acostarse con
quien sea”. Inicia la cuarta legislatura. Las urnas han dicho que con mayoría
absoluta.
A lo que iba. Ni corto ni perezoso le
ha puesto una carta a su homóloga de Barcelona, Ada Colau. Le pide la cesión
temporal del busto del Rey Juan Carlos I que ha bajado del pedestal en el
ayuntamiento de Barcelona.
Epi – José Sánchez Moreno, en el cané
de identidad – como lo conoce todo el mundo, además, le ha invitado a venir
para que conozca el entorno y el Caminito del Rey en plena efervescencia de
promoción nacional e internacional y que sería el objeto del busto en cuestión.
El Caminito del Rey es una obra
excepcional. Un pasadizo transcurre entre montañas en el Desfiladero de los
Gaitanes. Ha estado abandonado y cayéndose a pedazos durante mucho tiempo. El
acuerdo entre las distintas administraciones - ¿ven?, a veces las cosas hasta
son posibles - ha hecho que se reconstruya.
Un hervidero de gente acude a diario.
No hay nada más llamativo que lo gratis y lo prohibido. No se paga y se limitan
las entradas: por seguridad, por capacidad o porque haga viento. Casi hay
tortazos por entrar y pasarlo. Y entre los pueblos colindantes, crece el
gusanillo a ver quién se adjudica la propiedad o tonterías por el estilo.
Cuando todos juntos… pero, esos son otros lópeces.
La señora Colau no se dignará ni
contestarle. Sería detalle de buena gusto y como eso no se vende en la botica…
Pues bien, la prensa nacional se ha hecho eco de la noticia – de la petición,
de lo otro, de la no respuesta, no. Eso no es noticia – y Epi ha vendido su
pueblo con el solo coste… de una carta. ¡Chapeau, Sr. Alcalde!
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