Están los olivos de la cuesta del convento con las
ramas como cuentas de rosario de esperanza con sus aceitunas nuevas. Se doblan
las varas. Reverencian el suelo. Sabiduría de una tierra vieja en rebrotes
nuevos. Están los olivos que miran al cielo y ven cómo pasan las nubes y piden
agua.
Las lomas de Virote – por cierto, virote, según me
dijo mi amigo Diego Rodríguez, es la ración de pan que se da al hombre que
presta su jornal en el campo. Yo no lo sabía – con los rastrojos traspillados.
Las riberas del río siguen vestidas de verde. Es el
verde de las huertas. En medio, como esparcidas a voleo, un revoltijo de casas
blancas. Por las noches, en estas noches placenteras de verano, se siembran de
luces. La gente cena y toma el fresco. La gente comparte tertulia.
Cuando yo era niño mi abuelo me enseñaba el
‘Carro’ contábamos las mulas que
caminaban de manera desigual y, cada una, a su aire, y las ‘Cabrillas’ que
salían muy tarde, y el ‘Camino de Santiago’ que alumbraba más cuanto más
maduras estaban las uvas.
Ya está llena la luna de agosto. Se ha enseñoreado
del cielo. Asomó por los Lagares; bañó campo. Y, luego, anduvo su camino, como
siempre y se asomó a la ventana y llenó de luz… La radio habla de mucha muerte
en otros sitios. Ya no verán esta luna. ¡Dios mío! ¿Por qué?
Dicen que la
mar está en calma… pero la mar está muy lejos. Tan lejos como aquel “Abenamar,
Abenamar, - ¿se acuerdan?- moro de la
morería/ el día que tú naciste grandes señales había / estaba la mar en calma /
la luna estaba crecida…” y Almutamid y Beja, la ciudad portuguesa, en el
Alentejo, donde nacieron los dos…
Alguien dijo: “dime en qué paisaje vives y te diré
quién eres”…
Precioso tu artículo, querido Pepe, como tantos otros.
ResponderEliminarAcabo de conocer otra acepción de "virote"; yo creí que significaba "cepa de tres años". Viva la polisemia.