sábado, 16 de septiembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tierra mojada

 


16 de septiembre, sábado. Esta mañana el campo olía diferente. El campo lo soporta todo, lo aguanta todo, lo espera todo… y cuando se da, porque es así de generoso, también, lo da todo en una correspondencia y en silencio.

Decía el hombre del tiempo que iba a llover. Y llovió. Ha llovido con diferente intensidad. Ha arrasado en algunas comarcas de Levante; ha inundado pueblos llanos como Sierra de Yeguas o Villanueva de Algaida; o ha pasado como la sombra de un grajo que lleva bulla por otros. En algunos ha dejado un chaparrón.

En el mío llevamos mucho tiempo con los picos abiertos – como el de Rubiales y la campeona del mundo de fútbol femenino, no, por favor – me refiero a los picos que tienen sed. Como esos pajarillos se acercan a los aguaderos de los arroyos bajo las adelfas en flor….

En el mío, decía, descargó un chaparrón con cierta vergüenza (más truenos que agua, por cierto). En el pueblo la vimos desde lejos y un poco más allá las nubes dejaron en torno a los dieciséis litros, que eso para la casa de un pobre de algo; al menos un remedión que diría alguien.

Esta mañana el campo olía a tierra mojada. Había un vuelo de insectos (aún no han salido las alúas) que pululaban como quien tiene perdido el sitio. Las únicas que no extrañaban, tampoco es novedad, eran las moscas. Yo diría que estaban rabiosas. No sé si presiente que pueden venir ya los fríos de camino…. No sé.

Mi corazón cuando se acercó a la tierra mojada al apuntar los primeros rayos de sol estaba contento. Perdonen que me autocite pero es que el campo estaba tan bonito, tan generoso que por dentro sentía algo especial. Es ese algo que uno sabe que está, pero no acierta a definirlo y entonces me acordé de San Juan de Cruz y entendí, una vez más eso que nos dejó escrito: “Mi gracias derramando / pasó por estos sotos con presura, / y yéndolos mirando, / con sola su figura / vestidos los dejó de su hermosura…”

Esta mañana, cuando casi amanecía; cuando los pájaros habían cantado su primer salmo de maitines, y tocaban las campanas en algún campanario, el campo olía a tierra mojada. Esta mañana Dios se había echado el perfume de ese olor y nos dejaba algo de su hermosura…

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