1 de septiembre, viernes. La
mañana está fresca. Las nubes se columbran sobre Gredos. Las gargantas entregan
el tributo de lo que una vez fue nieve; ahora, agua saltarina de piedra en
piedra entre alisos, fresnos, robles y vegetación de orilla…
La carretera, magnífica. Dejo atrás – ya no hay que pasar por el centro de algunos pueblos – Candeleda (“Si vas a Candeleda /vuélvete al Hoyo / que los candeledanos / son el demonio”) y Arenas de San Pedro. Carretera adelante Piedralaves, La Adrada, Sotillo de la Adrada y… Santa María del Tiétar
El Tiétar es el río del sur de Ávila. Busco su nacimiento. Corono. Dejo a la izquierda la carretera que va a Casillas y al pantano y se adentra, entre pinares, sierra arriba; hacia adelante, Navahondilla y Navahonda y San Martín de Valdeiglesias y Cadalso… Por aquí, no. Vuelvo sombre mis pasos. Otra vez en el puerto, ahora hacia Rozas de Puerto Real. El pueblo tiene más nombre que entidad. Lo cruzo, a la salida, el Camposanto; por aquí, tampoco. Pregunto. Nadie me da norte. En el otro extremo, me adentro por un camino vecinal. Pastan las vacas…
Entro en un bar.
-
Nosotras no somos de aquí…
Salgo. Vuelvo a preguntar.
Nada, no hay manera, ni indicadores ni nadie sabe dónde nace el río. La oficina
de Información solo abre los domingos. Una mujer que viene del médico me dice que su
marido escribió un libro y lo contaba, pero su marido murió. El libro ya no se
vende. Ella quizá tenga alguno en Madrid.
Asoma por la puertezuela de enfrente
otra señora mayor…
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¿Qué busca?
-
Donde nace el río el Tiétar, señora…
-
Ah, ahí no hay nada. No lo va encontrar…
-
Me han dicho que nace aquí en la Venta del Cojo,
en Rozas de Puerto Real…
-
Pero ahí no hay nada. Ya le digo… Esos praos son
míos, pero ahí no hay nada.
-
¿Y la Venta?
-
Tampoco. De eso ya no queda nada…
Vuelvo a la carretera. Detrás
de la alambrada un caserón derruido. Antaño eso debió ser la Venta del Cojo,
junto a la Cañada Real Leonesa Oriental… ¿Allí pagarían ‘el peaje’ los
ganaderos trashumantes que buscaban otros pastos? ¿Cómo serían las noches a la
luz del candil entre aquellas paredes? Pienso en otros ‘peajes’ y en los
mendrugos de pan duro “A pan de quince días, fambre de tres semanas”,
escribió el Arcipreste, y en el vino rancio con tasajo de cabras…
Desde el borde de la carretera,
entre malezas y zarzas, junto al caserón, intuyo donde nace el río…¡Cuánto
esconden los caminos, Dios mío!
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