20 de septiembre, miércoles. De un
tiempo a esta parte uno está… Sí, vacío. Aparecen confabuladas muchas cosas;
casi todas, en contra. A lo mejor, quien va con el pie cambiado es uno y no se
da cuenta. No sé…
Verano tórrido. En julio y
agosto se derretían las piedras. Noches de temperaturas infernales; no se
enfriaban las paredes. Cuando llegaba el alba aún parecía que había fuego en la
calle…
Los políticos se han empeñado
en amargarnos la existencia. No hay manera que se pongan de acuerdo. ¡Mira que
es difícil! Los voceros de ambos lados corean como corifeos agradecidos las
bonanzas de los suyos y lo malo que son los otros.
La naturaleza tiembla, ahí enfrente,
en una tierra que casi se ve desde la ventana. Cientos de personas (nunca
sabremos cuántas) sepultadas en vida como si ya no tuvieran bastante sepultura
en su pobreza y en su miseria.
Un poco más allá ha sido el
agua. Hay sitios donde no llega. Aquí se han secado los arroyos; en otros,
sobra. Revientan dos presas porque están mal construidas y peor conservadas y
porque no hay dique que contenga cuatrocientos litros por metro cuadrado y a
eso, agréguenle, dos gobiernos en el mismo país porque, encima, están en guerra
civil; la inexistencia de infraestructuras; corrupción sin límites...
Un robo en el Santuario de
Flores, en Álora, siembra la zozobra. Ustedes dirán que, ante lo expuesto
anteriormente, ¿qué importancia tiene? Materialmente, relativa; espiritualmente,
inconmensurable. El corazón - la fe y el
corazón no van lejos la una del otro – tiene razones que la razón no entiende
(eso no es mío, es de Cervantes). Cuando entran en liza esos valores ahí se
para el sol.
No hay casa de un perote (en algunas
otras, también), que no tenga una fotografía de la Virgen de Flores… Eso ya
dice mucho de como una devoción puede arraigar en un pueblo.
En Álora se siente el vacío. El vacío del día siguiente. Preguntas sin respuesta; razonamientos que pretenden dar una explicación.
Desorientación y deseo de que quien tiene que dar una solución, la dé. Han
bajado la imagen de la Virgen a la Vera Cruz. José Carlos Torres me envió un
mensaje: “¡qué paradójica es la vida que ha acudido (tristemente) a la iglesia
donde la pérdida por el Hijo es latente los 365 días del año…!” Consternación,
rabia, impotencia. Se palpa el vacío; demasiado.
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