18 de agosto, viernes. Decía,
hace unos días, mi amigo Joaquín Franquelo, que con la llegada de agosto se
comenzaba a oler, en el campo, ‘la blandura’. La blandura es -eso no me lo dijo
Joaquín – la manera como el viento de levante suaviza el rigor del verano
En mi tierra, el levante viene
del mar. Es un viento fresco. A veces se le confunde con el viento ábrego que
también viene del sur, pero su comportamiento es diferente. El levante se
arranca de madrugada. Se entolda el cielo y cuando apuntan los primeros rayos
del sol está nublado. A lo largo de la mañana las nubes se dispersan; al mediodía
casi no hay nubes y cuando vira a la luz de la tarde, el cielo ya está
despejado. Parecía que venía el diluvio universal y luego, ni una gota.
El levante hace que todo se
reblandezca. En el campo, sin verse aún, la gente salía a arrancar los garbanzos.
Estaban suaves, el salitre no cortaba ni ensangrentaban la manos y se
arrancaban con facilidad sin que se perdiesen los cascabullos resecos a estas
alturas del verano.
Ablandaba también los higos,
ayudaba a la maduración de las almendras y si por la siega tardía estaba en pie
la mies, más maleable, permitía que se hiciesen mejor las gavillas. Claro esto
era antes de que las máquinas cosechadoras implantasen su ley.
De Levante, el otro, el que
está en el otro extremo del mar, hasta esta punta del Mediterráneo llegó,
también, la cultura. Bueno, las culturas de otros pueblos para ser más preciso.
De Fenicia vino el alfabeto que nos enseñó a comunicarnos por símbolos y el uso del dinero - ¡puñetero! – para
comerciar, a cultivar el olivo y sacar de la uva, el vino.
Grecia nos trajo el saber. La
Filosofía, eso que se olvida con tanta facilidad: fileo, amar; sofía,
saber. Amar el saber. El uso del raciocinio eso que, en ocasiones se usa tan
poco, y el placer de la belleza.
De Roma vino la lengua que hace
que nos entendamos, el Derecho, la Justicia, las comunicaciones, la
organización administrativa, el hedonismo y el gusto de comer y beber. De un
poco más allá, del Oriente más lejano, el mundo árabe los aportó la valoración
de las matemáticas; de lo bello; la sutileza del canto y de las flores; de la
poesía y la música. Del Oriente más cercano, de Palestina, el Cristianismo que
nos dice que todos somos iguales y que amarás a los demás como a ti mismo…
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