Nuestra Señora de Chilla. Candeleda (Ávila)
10 de agosto, jueves. Que
no, que no es del verbo chillar (se chilla por muchas cosas; por Chilla,
también) pero no es del verbo chillar. Chilla está de cine, de bonito subido,
de encanto y preciosidad, de primor… como la mozuela que se lavaba con agua
clara y esperaba sentada en la puerta… ¿se acuerdan? Sí, sí. Chilla está para
perderse y…
He subido a Chilla al mediodía.
Cantan las chicharras. Por la mañana me las anduve por el embalse de Rosarito y
por las vegas del Tiétar ahítas del verde de las matas de tabaco y de maizales
y de tomateras con el rojo de los tomates que afloran como el rubor de
quinceañeras, y de pimientos que esperan cosecha…
Bordeé Arenas de San Pedro y tras pasar la garganta de Alardos ya salía de Ávila. Candeleda - como otros pueblos de la zona – tiene palmeras en sus calles y setos recortados y adelfas en flor y rosales con rosas como si estuvieran en primavera.
Miré el monumento a la cabra
montés. Nadie quería, cuando lo pusieron, que el bicho, por aquello de los
cuernos, mirase para su casa. Es un cruce de caminos, a lo mejor, habría sido
menos polémico que mirase al monte, pero claro y si el animal tenía querencia…
Mejor no averiguarlo.
Subí entre robles al Santuario.
Han asfaltado al camino. Sigue igual de estrecho, pero con mejor piso. A medida
que subía, a la izquierda se abría la enorme llanura del Tiétar. En el
horizonte el puerto de Mirabete y en medio la Dehesa del Verdugal, y la del
Alcornocal y la de Villalba y todo el Campo de Arañuelo. Me acuerdo de José
María Pérez Lozano y su Dios tiene una O y…
Llegué a Chilla. Lo encontré
más bonita que nunca. Arriates ahítos de flores; agua saltarina de piedra en
piedra. Siguen los fresnos centenarios con sus troncos que salvan los inviernos
de Gredos y los robles y ese encanto tan especial, tan único, tan de Chilla que
solo con estar un rato de paseo por sus vericuetos uno se siente henchido por
dentro.
Estaba abierto el Santuario. Entré. La Virgen, chiquita, patrona de Candeleda y de la Vera y de todos los que cuando podemos nos acercamos a verla. Le cuenté cosas. Le pedí por los que no estaban, por los que sentirían un gran gozo si pudieran venir a verla… Le pedí todas esas cosas que uno le suele pedir a la Vírgenes a las que se quiere tanto…
Rincón del Santuario de Chilla. Candeleda (Ávila)
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