sábado, 21 de enero de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pincelada blanca


                                   


21 de enero, domingo. A media mañana me he subido hasta El Hacho. Venía conmigo un amigo. Hacia un poco de frío. Es enero.  El día, precioso. Se derramaba la luz como se derrama la Vía Láctea una noche limpia de verano, como se va porque ya no cabe dentro y sale y busca y busca, como se va la alegría cuando se desborda,

En la lejanía, el horizonte pespunteado por los “Montes de Málaga”, una línea que invita a pensar qué hay al otro lado más allá del azul…. Y uno piensa – y sabe - que hay otras tierras con gente que sueña y busca otros cielos. Entre el horizonte y el río, tierra de Lagares. Esas que dicen los papeles viejos “que para pan no son”. Tierra alpujarride de viñas y almendros, de olivos de acebuche, de caminos imposibles en otro tiempo. Tierra quebrada por donde las correntías de las cañadas: la de Garnica, la del Cerro del Cura, la de Valsequillo… llevan sus aguas al arroyo Jévar, al arroyo Bujía, al arroyo Morales, al arroyo Ancón, al de Pedro Latorre…

Álora, a media ladera, entre El Hacho y el río bajo el cielo azul está en su sitio. Se asoma con el conocimiento de quien ya sabe qué hay al otro lado, pero a pesar de eso le pica la curiosidad y, entonces, se empina y mira y ve… Y ve como se va el río, que hace meandros porque está en su curso bajo y busca el mar que lo tiene ya casi al alcance de la mano, un poco más allá, solo un poco más allá. Lo suficiente para no verlo, pero sí para intuirlo próximo.

La vega se abre feraz, fértil, esplendida. La vega está verde. El campo agrace el agua que se le vino cuando ya el otoño llamaba a su fin y que se agradeció mucho, pero ahora ya se antoja insuficiente y pide más, un poco más, solo lo preciso como para ir tirando y beberse los sorbos necesarios para andar el camino.

El caserío blanco se apiña entre sí. Se resguarda consigo mismo. Sobresalen el castillo, viejo, añejo castillo de Las Torres que ha oteado vientos y temporales y se mantiene ahí, enhiesto, como se mantiene también la torre de la iglesia, la Encarnación, y entre ellos el Barranco, nuestro albaicín blanco, un barrio con sabor que solo tienen los barrios únicos….

No hay comentarios:

Publicar un comentario